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Arquitectura y comunicación (Carmena, Colau y… ¡MACA!)

 

Quienes sigan este blog sabrán lo mucho que aquí se ha hablado de la necesidad de reinventar el oficio de arquitecto y de ir más allá de su vinculación casi exclusiva con lo edificatorio. En España, la crisis económica iniciada en 2008 hizo estallar el sector de la construcción, hormonado hasta el espanto por el veneno de la especulación. Casi la mitad de los estudios de arquitectura quedaron sin trabajo. Al mismo tiempo, la sociedad aumentaba su rechazo hacia un gremio al que culpabilizaba de haberse aliado con la corrupción inmobiliaria y la malversación pública.

 

Aunque la crisis haya sido letal para la profesión, de sus turbulencias ha surgido una nueva estirpe de arquitectos y estudiantes que no aspiran sólo a preñar el mundo de edificios, sino también —y sobre todo— a hacerlo más habitable. Y saben que para moverse con solvencia y honestidad por esa compleja superposición de capas que es el habitar contemporáneo, se requiere una actitud que deje atrás la autosuficiencia prepotente. Una actitud en la que tan importante sea una mirada abierta, interrogadora, organizativa y multidisciplinar capaz de devolver a lo arquitectónico su significado original, como la capacidad de comunicarla, es decir de ponerla en común con el otro.

 

El movimiento 15M, germen de los importantes cambios que el pasado domingo renovaban la política española, tiene mucho que ver con esta nueva forma de situarse ante el mundo y los demás. En 2012 escribíamos aquí acerca de la particular influencia de la entonces llamada #spanishrevolution sobre un sector de arquitectos que querían replantearse su práctica profesional dejándose permear por la ciudad y los ciudadanos, acercándose a ellos, escuchando sus inquietudes, cuidándolos y recuperando su confianza.

 

Uno de las causas del éxito del 15M fue, sin duda, su capacidad para visibilizar, para transmitir, para propagar, para hacer partícipes a los demás. Su reivindicación de la puesta en común, del estar presente, de la comunicación entendida como comunión. Cuatro años después, esta visión no solo se muestra más vigente que nunca, sino que ha sido crucial en los resultados de las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Ante el varapalo del PP, Mariano Rajoy declaraba ayer que tendrán que dedicar más tiempo y esfuerzos a comunicar mejor sus propuestas y acciones. Al mismo tiempo Manuela Carmena, la probable nueva alcaldesa de Madrid, atribuía gran parte de su éxito a los espontáneos y eficacísimos flujos de comunicación —heterogéneos, dinámicos y multidireccionales— que se fueron activando durante su campaña electoral, y manifestaba su deseo de recuperar para la política el olvidado arte de la seducción, aquél famoso convencer vs vencer de Unamuno. Carmena, Oltra o Colau, tres de las grandes triunfadoras de estos comicios, coincidían en el valor que ha tenido en sus campañas una forma distinta de comunicar, no basada tanto en crear consignas de una sola dirección, como en armar potentes rizomas multiformato a partir de una eficaz implicación de todos los nodos.

 

Como los políticos, como cualquier otra profesión que se haya ido alejando de la sociedad a la que se debía, los arquitectos que quieran recuperar la confianza de los ciudadanos deben aprender a comunicar sus ideas, a seducir, a convencer, a generar redes de conexiones estimulantes dentro de las cuales su trabajo —sea en el formato que sea— pueda ser entendido por sus clientes, sus colaboradores o los ciudadanos como una verdadera contribución a mejorar la forma en que habitamos.

 

Las escuelas españolas de arquitectura no parecen haber prestado tradicionalmente ninguna atención a estas competencias comunicativas, más allá de las que el alumno necesitaba para demostrar a su profesor que merecía ser aprobado. Al mismo tiempo, han tendido a inculcar en los estudiantes una cierta arrogancia ensimismada, la convicción de ser alguien preclaro e imprescindible, una suerte de demiurgo de cuyo genio dependía la forma en que los mortales vivían. Esa era la recompensa por una carrera tan dura.

 

Afortunadamente las cosas están cambiando y los movimientos iniciados hace unos años fuera del ámbito académico —no lo olvidemos, la calle siempre es más rápida que la universidad— están empezando a penetrar en la formación reglada. En la ETSAM, la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, se podrá cursar a partir del próximo octubre un nuevo postgrado (Máster + Doctorado) en Comunicación Arquitectónica.

 

El máster (MACA), anual, de 68 ECTS, es el único en España sobre este asunto, y pertenece a la oferta oficial del Campus de Excelencia de las Universidades Complutense y Politécnica de Madrid, lo cual garantiza la deseable contaminación entre los dos ámbitos. El proyecto docente, presentado hace unos días, resulta tan ambicioso como estimulante. Un soplo de aire fresco transversal que le va a hacer mucho bien a una disciplina demasiado pendiente de sí misma. De momento es solo un postgrado aislado, pero apuesto a que el tema no tardará en entreverarse por toda la carrera y por otras universidades. Aires de cambio. Carmena, Colau y… ¡MACA!

 

 

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