De entre el suelo aún humeante aparece un hombre más bien bajo, de cuerpo grueso y cuyo pelo canoso no da señales de vida hasta la mitad del cráneo. Una semana después del incendio anuncia ante la prensa que esto era una premonición de lo que pasará en Asturias en el futuro. El hombre es ni más ni menos que Juan Luis Rodríguez-Vigil. Aquel que, 18 años antes, había tenido que desaparecer de la crónica política de Asturias porque había entrado en escena un estafador francés. Ahora, de la nada, Juan Luis Rodríguez-Vigil resurge, eso sí con menos pelo, en una crónica de sucesos del periódico La Nueva España, mirando las cenizas con espanto y exigiendo unas medidas que los vecinos de Allande, en la zona interior del Noroeste de Asturias, nunca se llegaron a creer que alguien cumpliera: ni en el futuro ni en el presente más inmediato, cuando el político ya retirado pronunció un discurso premonitorio, y un periodista las puso entre comillas.
“Estamos olvidados y no sé si merece la pena seguir. ¿Quién va a venir ahora si todo se ha quemado?”. Lo decía Eva Menéndez (propietaria de una casa rural en la zona), también en esa crónica de La Nueva España y tras ver cómo la naturaleza obedecía desordenada a sus propios designios en aquellas zonas rurales donde, aseguraban los vecinos también en ese texto, la mano del hombre llevaba varios años sin gobernar.
Enormes pastizales de matojos fueron, año a año, dominando el paisaje del lugar. Irguiéndose a espaldas de los vecinos, que vieron cómo un viento cálido de hasta 100 kilómetros por hora alimentó el fuego que alguien había provocado intencionadamente y que tragó hasta 4.000 hectáreas de monte –unos 1.200 estadios de fútbol– y que a punto estuvo de tragarse sus casas también.
Fue el incendio más devastador de España en 2011 y la mayor catástrofe forestal de Asturias desde 1998.
Se hizo largo para todos aquel 23 de octubre de 2011 en el Valle Allandés. Los vecinos miraban el cielo, convertido durante la noche en un negativo de fotografía. Donde antes había pasto que consumía el ganado ahora hay matojo que consume el fuego. Años atrás había familias que allí tenían puesto su medio de vida y que conformaba ese paisaje de pulcro verde que a todos se nos viene a la cabeza cuando pensamos en Asturias. Paisaje que, poco a poco, ha ido degradándose, dejando paso al matojo y este a las cenizas.
Entre los expertos existe un consenso común de que los incendios son una de las consecuencias del despoblamiento rural (así lo han afirmado investigadores de la Universidad de Valencia, sociedades ambientales en Galicia, ecologistas asturianos y la Brigada de Investigaciones de Incendios Forestales de Asturias, entre otros). Un problema al que el Principado de Asturias se enfrenta y que no parece tener fácil solución. Los incentivos son escasos para los jóvenes de la Asturias campesina, que ven las pocas posibilidades del campo y deciden emigrar a las ciudades –Avilés, Gijón y Oviedo– del centro de la región. Dejan atrás a sus familiares, que configuran un paisaje envejecido, abandonado cuando mueren.
Pueblos en el olvido, un informe elaborado por la Red Asturiana de Desarrollo Rural cuantifica en alrededor de 700 los pueblos que el despoblamiento rural ya se ha llevado por delante. Un tendencia que se ha agudizado desde los años 80.
—¿Quién carajo va a querer vivir aquí? –apunta Gerardo.
Puedes recorrer 35 kilómetros de carretera nacional –por ejemplo, desde Cudillero hasta Luarca, en la costa occidental de Asturias– y encontrar una sola tienda donde comprar el pan. Puedes ir en coche y trazar esos 35 kilómetros de curvas y pendientes y jugar a ver cuántas casas tienen cerradas las persianas –o tapiadas las ventanas– en esos pueblos que aparecen y desaparecen en lo que tardas en coger un cigarrillo de la guantera. Porque el 85% de la población se apiña en el 20 % del territorio que ocupa el área metropolitana, dejando al otro 15% dispersados en el 80% restante. Una tendencia que también es nacional, europea, y global.
En todo el mundo se está produciendo lo que en demografía se llama la dinámica centro-periferia. Según Ana Viñuela, profesora en la Universidad de Oviedo en Desarrollo Rural e integrante del REGIOLAB, la población se concentra en las áreas centrales, creciendo cada vez más en términos de población y en términos de renta per cápita. Estos centros metropolitanos tienen, efectivamente, más prosperidad económica. “La presión por ubicarse dentro del centro hace que las actividades de mayor éxito expulsen a las de menor prosperidad, de modo que las regiones centrales se van especializando en los sectores más dinámicos y avanzados”. Es un tendencia natural que también sucede en las grandes ciudades europeas: Londres, Berlín, Fráncfort, Bruselas, París, Milán, Atenas. “La concentración de la población sigue en lo esencial el mismo patrón que la concentración económica, dado que todos responden a una dinámica común de concentración en lo que se ha ido constituyendo como centro”.
En el caso de Asturias, debido a este fenómeno, las alas occidentales y orientales han perdido aproximadamente un 21% de población desde el año 1991 hasta la actualidad. El goteo de pérdida de población, lento pero incesante, en la comarca Ese-Entrecabos, comarca que recorre este reportaje, ha pasado de 16.000 a 10.000 habitantes desde 1991, eso teniendo en cuenta que parte de sus núcleos rurales más importantes están próximos a la costa, donde la comunicación con la autovía es más favorable junto a las posibilidades del turismo. En algunos concejos del interior, la despoblación puede llegar a cifras de hasta del 40%. Resultado: 69 pueblos abandonados y 85 donde hay entre y 1 y 3 habitantes. En total, 154 pueblos sin viabilidad poblacional.
En la consejería agropecuaria de la localidad de Luarca, que forma parte del concejo de Valdés, que a su vez forma parte de la comarca Ese-Entrecabos –una de las ocho comarcas que tiene Asturias–, está Gerardo, veterinario que inspecciona las ganaderías de la localidad. “¿Cómo va a venir una chica que tiene estudios de ADE al campo, a ponerse a trabajar a las órdenes de su suegra? Si enciendes la tele, puedes ver la vida cotidiana de una persona que vive en Madrid, Barcelona o Nueva York. Imagínate a esa chica, estando en la aldea, viendo eso. Pensará: ‘Aquí la señal del móvil me llega mal. ¿Internet? No tengo. ¿La asistencia médica? Vienen dos veces a la semana. Si quiero tomar una caña, tengo que coger el coche y recorrer 15 kilómetros’. Hay poco estimulo para vivir en estas circunstancias” .
Entonces queda sólo la gente mayor; gente que en muchas casos están solos, en una casita de una aldea remota como Businan, Candanedo, Nera, Silvallan (en el concejo de Tineo y todos con menos de 10 habitantes), con problemas graves de salud, con sus hijos viviendo fuera. En el más absoluto abandono. Ven la aldea semi-abandonada, y lo más sensato sería preguntarse: ¿Y qué va a ser de todo esto?
“Lo que fija la población es principalmente su capacidad económica y la capacidad de crear empleo. ¿Qué vas a hacer en Luarca? Si no hay nadie. Solo hay gente mayor. ¿Qué negocio vas a poner en esas zonas rurales? ¿Con la capacidad de gasto que tiene un pensionista? ¿Y cómo lo piensas financiar, con la capacidad de ahorro que tienen? ¿Cómo se van a querer quedar aquí los jóvenes? ¿O emprender algo?”, exclama Ana Viñuela, sorprendida. “Antes sí, estaba la ganadería, que sigue siendo la principal actividad económica, pero ahora también está en decadencia. Y …además [silencio] ¿Tú sabes lo duro que es ser ganadero?
* * *
Calcula que debe llevar unas dos horas. Dos horas dando vueltas en la cama. Dos horas dando vueltas en la cama, mientras su mujer duerme. Dos horas con la cabeza en otra parte. Entonces decide levantarse. Se viste con ropa de abrigo y botas altas y sale al exterior cuando la noche es más oscura. ¿Cómo estará? Lleva dos horas dando vueltas en la cama. Preguntándoselo. Hay cincuenta metros hasta la nave. Jesús camina hasta ella bajo el granizo, sobre la hierba, convertida en pelos blanquecinos por la helada, que crujen levemente debajo de sus botas como unas patatas de bolsa. O eso recuerda. Se dirige hasta una de las vacas. Una de las doscientas vacas que tenía de entonces, hace 10 años, antes de que decidiera cerrar la ganadería. La vaca, situada en una compartimento especial, limpio y seco, está a punto de parir. Jesús la observa durante todo el parto –que a poder ser ha de hacerlo sin ayuda y sola– previniendo complicaciones. Cuando la cría por fin sale al exterior, que puede tardar entre una y tres horas, Jesús coge una especie de cuna metálica, la mete dentro, la separa de la madre –no mucho– y le desinfecta el ombligo. La cría no puede mamar directamente de la madre en las primeras horas de vida. Bajo la helada, y con el estrepitoso ruido que producen las canicas de granizo que escupe la profunda noche hacia el techo de uralita de la nave, Jesús amamanta con un biberón los 2 o 3 litros de calostro que necesita la ternera recién nacida.
—Cuando llegaba a la cama, después de hacer todo eso, igual miraba el despertador y eran las seis de la mañana, y pensabas ¡joder, pero si en una hora tengo que despertarme otra vez para ordeñar! Te tiene que gustar mucho la ganadería pa dedicarte a ello –dice Jesús, diez años después de asistir a su último parto.
Aquí la vida pasa tan lenta que asfixia. Cuando abandonas la carretera nacional en un desvío puedes no saber si estás en un pueblo o en un film de Michael Haneke. Entras en Querúas, donde vive esa persona de manos toscas, espalda maciza, tez morena y mirada incisiva llamada Jesús y que hace diez años poseía una ganadería con 240 cabezas de ganado. Recorres casas cerradas a cal y canto, algunas con grandes fincas de vegetación intensa y heterogénea, con pequeños habitáculos de tablones de madera desencajadas donde en su interior las gallinas revolotean cuando algo o alguien interrumpe esa paz, que de tan intensa que es llega a ser perturbadora. Un joven, vestido de chándal corto y de unos 20 años, aparca un Patrol en una de las casas –esta un poco más cuidada–. Se produce ese tenso encuentro que se puede suscitar entre dos desconocidos en un ascensor, en un aparcamiento, en una sala de espera… donde la existencia de un sujeto que camina en dirección opuesta a otro sujeto y que coinciden en un determinado y reducido volumen de espacio y tiempo hace que se vean casi obligados, según marcan los cánones de la convención, a saludarse.
—Hola –digo afable.
—Hey –dice el joven.
Cuando llego a casa de Jesús –una casa grande donde vive su familia y otra más pequeña donde alquila dos apartamentos–, él esta hablando con un hombre de unos 40 años, más bien enclenque, que viste unos pantalones cortos verdes caqui parecidos al de un explorador y que dejan lucir unas canillas de blanco oficinista. Más tarde, cuando ya estamos en su cocina, Jesús me desvela que se trata de un ejecutivo que va ahí a pasar sus vacaciones con la familia.
—Este pueblo era muy ganadero. No siendo la casa de los maestros, todas las casas tenían vacas. Ahora –se pone pensativo, con la mirada ligeramente hacia arriba–. Hay dos casas que tengan ganado y antes unas 50 más o menos.
—¿Y eso por qué ocurre?
—Porque la calidad de vida en otra cosa que no sea el ganado no tiene nada que ver. Tengo un hijo de 28 años que trabaja de autónomo fuera. Arregla electrodomésticos. Yo le decía: ‘Borja, tienes lo de la ganadería si necesitas un trabajo’. Y qué va, Borja no quería, y lo entiendes. En su trabajo tiene vacaciones, fines de semana libres, un horario. Tiene que gustarte mucho la ganadería. Antes la gente que se quedaba en el campo era la que no estudiaba, y la que tenía preparación se iba. Ahora como la gente se prepara más pues todo el mundo se va, y ye normal que no se queden pa’ cuidar vacas. Si al menos rentasen. Pero es que ahora ya ni eso.
En Asturias han cerrado, según cifras del Sadei, el 48% de las explotaciones bovinas desde 1998. Han pasado de 32.500 a 16.900 en 17 años. En Valdés, concejo donde se encuentra Querúas, cerraron el 54% de ganaderías en el mismo periodo de tiempo. Han pasado de 1.328 a tan solo 613. Parte de esto se explica por las prejubilaciones que otorgó el gobierno del Principado de Asturias a principios de la década, orientadas a que los pequeños ganaderos vendieran sus minifundios a explotaciones más grandes, ya que la competitividad de las ganaderías locales respecto a las europeas depende en gran parte de la cantidad de superficie. Esas tierras serían en principio destinadas a jóvenes ganaderos.
—Pero no hay gente joven, ¿no? –pregunto a Jesús.
—No –responde sonriendo.
El 8 de septiembre de 2015 salieron en todas las televisiones estatales cómo unos policías eran rociados con kilos y kilos de paja, lanzados mediante un cañón por ganaderos de distintos puntos de Europa, que se manifestaron enfrente de la Comisión Europea, en Bruselas, por el fin de la cuota láctea. “Con la cuota láctea un ganadero podía saber de antemano cuántos litros de leche iba a poder vender al año. Era una buena forma de estabilizar la producción, y sobre todo los precios”. Explica Tino que junto a Marta, su mujer, es propietario de la ganadería Flora, en Otur: una ganadería que actualmente cuenta con 280 cabezas de ganado.
Ellos poseían aproximadamente un millón de litros de cuota láctea, por lo que cuando esta llegó a su fin perdieron el dinero que destinaron para comprarla. “Ahora la Central Lechera está pagando por la leche algo menos de 50 pesetas (cerca de los 30 céntimos, muchos ganaderos aún hacen las cuentas en pesetas), y creemos que por debajo de los 36 céntimos no sale rentable vender leche”. La mayoría de los ganaderos en Asturias están vendiendo a pérdidas. Aproximadamente, los ganaderos creen que el coste de fabricar leche actualmente está en una media de 32 céntimos el litro, y, en algunos casos, estos litros se están vendiendo a la industria a 28, lo que pone a un montón de ellos en un aprieto. Jesús dice que tiene un gran amigo, “ganadero de toda la vida», que está perdiendo 6.000 euros al mes (con respecto a los ingresos del anterior año). “Se está fundiendo todos sus ahorros para mantener una ganadería que ya no le es rentable. Él me dice: ‘¿Y qué voy a hacer yo con 56 años? ¿Dónde voy yo ahora? Tengo que aguantar’, y claro, aguanta… [silencio] porque no le queda otra”.
Así sucede con muchos ganaderos de Asturias.
Muchos de ellos ya se han visto obligados a cerrar debido a las exigencias que el mercado tiene preparadas para ellos. Ven sus pastos abandonarse, convertirse en zonas selváticas, incendiadas posteriormente como lo ocurrido en el Valle Allandés. Ven la finca heredada de sus padres –que éstos a su vez también heredaron de sus padres– cerrarse ante una situación insostenible, muchos de ellos ahogados hasta el cuello de créditos, quizás alguno con la nómina embargada y recomendando a sus hijos que emigren, que aquí no hay nada que hacer. Y los hijos emigran, porque en el triángulo Oviedo-Gijón-Avilés sí que hay cosas que hacer.
Luego, jamás vuelven de ese triángulo.
—O, si vuelven, es para pasar 15 días en la casa del pueblo en verano.
En la década de los ochenta los ganaderos se manifestaban. Tiraban la leche como si fueran su sangre. Litros y más litros de ese sudor campesino blanco se derramaban por la carretera nacional. Y los camiones de mercancías no pasaban. Si no funcionaba se agolpaban delante de la Central Lechera Asturiana a pedir explicaciones a los directivos, que al final volvían a subir los precios, y el campo, entonces, volvería a rejuvenecer, pensaban ellos. Pero la situación de entonces ya era crónica, inexpugnable.
Ahora la cosa es distinta. El sector ganadero ha ido perdiendo fuerza durante las últimas tres décadas. Este año más. Con el fin de la cuota láctea y el paquete lácteo sacado por el Ministerio de Agricultura, la industria ofrece al ganadero un contrato de venta de leche durante un año a un precio irrisorio, por debajo de sus costes, y si no lo acepta la industria se va a otro ganadero, y si este tampoco lo acepta, entonces se van a comprar la leche a Francia. En 2015, nueve de las grandes empresas, entre ellas Danone y la Central Lechera Asturiana, fueron obligadas a pagar una multa por prácticas oligopolísticas y pacto de precios de un total 23,2 millones de euros.
“Ahora, en caso de que se quieran manifestar, tengo miedo que con los pocos que son no sean suficientes ni para cortar el ancho de la autovía”, ironiza Jesús. Al ganadero al final no le queda otra que buscar el hueco del contrato donde ha de dejar la firma de su propia quiebra. Antes se manifestaban.
Hay cientos de fincas abonadas con las ayudas que provienen de la UE, intentado hacer crecer algo que parece estéril. Desde el año 2000, descontando las jugosas ayudas de la PAC (Política Agraria Común), se han destinado un total de unos 1.000 millones de euros provenientes de los Programas de Desarrollo Rural (PDR), enmarcados dentro del Fondo Europeo Agrícola del Desarrollo Rural (FEADER). PDR que han visto cómo sus 1.000 millones de euros invertidos no han podido evitar que los jóvenes se fueran igualmente a la ciudad ni que se cerraran 13.000 explotaciones ganaderas desde el año 2000.
Tino, de la ganadería Flora, asegura que él optó a una de estas ayudas “de chiripa”. Le había contado un amigo la existencia de tales ayudas. Según él, no se hubiera enterado por medio de la administración.
—Al final es lo de siempre. Los ganaderos no nos enteramos de que podemos pedir estas ayudas y al final se las quedan quien tiene más relación con la administración y conocen su existencia.
Eloy Rodríguez, gerente de uno de los once Grupos de Desarrollo Rural que hay en Asturias (los GDR son asociaciones de acción local, representantes de cada comarca, y que reparten los fondos de una de las líneas de actuación del PDR), dice en este aspecto que ellos intentan informar mediante los ayuntamientos, cámaras de comercio, eventos, mediante la página web… También me cuenta el ejemplo de su cuñada, que fue a su asesoría para preguntar si optaba a alguna ayuda por el autoempleo y esta le dijo que no. “Pues ella me llamó para preguntar si dábamos ayudas, y claro, le dije que sí”.
Tino también me cuenta que realmente las ayudas no son tan rentables. En la ayuda que recibió tuvo que financiar la inversión subvencionada en un banco. Es decir, que si un ganadero pide una ayuda para una inversión de 200.000 euros, el PDR puede subvencionar parte de esa inversión pero siempre y cuando los 200.000 euros se hayan pedido a través de un crédito bancario, independientemente de que el ganadero pueda tenerlos en sus ahorros y evitar pagar los intereses. Además, la ayuda se tramita como una ganancia por lo que también hay que descontar de ahí los respectivos impuestos.
—Al final, entre intereses e impuestos, la ayuda te queda en nada –asegura.
En conclusión, los datos demuestran que las ayudas tampoco parecen servir de mucha utilidad para revitalizar la mayor actividad económica del medio rural asturiano. Una actividad, que parece verse suplantada poco a poco por la atracción al turista y que crea una fiebre amarilla por la apertura de establecimientos hoteleros. Una actividad económica que cada año recibe más y más subvenciones de los GDR sin que parezcan tener claro si merece la pena dar subvenciones a una actividad económica que solo funciona los tres meses de verano.
—Bueno, lo estamos debatiendo –dice Eloy, gerente del GDR Ese-Entrecabos
* * *
Cuando sorprendí a Jesús con el ejecutivo estaban hablando en la zona infantil que tiene preparada para las familias que vienen con niños. A su izquierda está la piscina que construyó este mismo año y, a su derecha, la nave. Donde antes había vacas, las vacas que Jesús ayudaba a parir, ahora hay un mesa de ping pon, un futbolín y unas cuantas bicicletas apoyadas en la pared, para que los visitantes puedan realizar rutas por los alrededores. En esa nave donde Jesús ayudaba a las vacas a parir ahora juegan los hijos de turistas andaluces, vascos, catalanes, y sobre todo madrileños.
La crisis ganadera se pone de manifiesto cuando una persona que se había dedicado toda la vida a la ganadería aparezca un día de repente explicando –con Google Traductor en mano– a unos turistas ingleses cómo se enciende el aire acondicionado, o dónde pueden ir a hacer senderismo, o el mejor restaurante para comer percebes. El nuevo negocio es sólo un complemento a la pensión que recibe desde que se prejubiló y al sueldo de su esposa, que trabaja de limpiadora a tiempo parcial.
—No da para más. Aquí en Asturias solo hace bueno dos meses al año, y son los únicos meses donde vienen turistas. Además, en estos últimos años el turismo rural ha subido un montón. Está saturado.
* * *
Si la ves llegar con un camisón rosa como con el que apareció ese día, con unos vaqueros desgastados, con la punta de sus zapatillas manchadas de tierra, y con un cortado entre sus arrugadas manos, jamás podrías imaginar que esa señora que vive allí, en el medio de la carretera nacional que interseca Canero con Cueva, es decir, en medio de ninguna parte, podría ser la pionera del agroturismo en Asturias. Remedios Fernández, de unos 60 años aproximadamente, antiguamente ganadera y ahora regenta de la casa rural El Bolero ofrece el café con tanta vehemencia e ilusión que es imposible no caer en las redes de esa amabilidad que tanto caracteriza a la complacencia servicial de las abuelas.
En 1991, Remedios Fernández decidió, junto a unas amigas, organizar una asociación de campesinas de Asturias. Fue en una de esas reuniones donde comenzó a bullir la idea de implantar el turismo rural en Asturias. Le dieron vueltas a la idea, comprobaron que en otras comunidades –Navarra, País Vasco, la Bretaña francesa– el negocio estaba funcionando. Observaban el tamaño de sus casas –muchas con más de una vivienda– y empezaron a convencerse de que la idea no podría resultar tan disparatada. Muchas ganaderas trabajaban para ganaderías que no eran ni de ellas ni de sus maridos, sino de sus suegros, por lo que eran ellos los que manejaban la economía familiar. Y Remedios, que reconoce que tenía que pedirle dinero a su suegro hasta “para comprarse unas bragas”, comenzó a viajar con las demás mujeres de la asociación a aprender cómo estaba funcionando el turismo rural en otros lugares. Remedios recuerda estas primeras andaduras con exultante orgullo.
—Aquello en su momento… [silencio] ¡estamos hablando del año 90, eh! ¡Que no tenía acceso a un crédito del banco sin el marido, eh! ¡O no se iba de viaje sin el marido! Imagínate cuando íbamos a la Bretaña francesa al curso ¡íbamos las mujeres sin ellos! ¡Eso, bueno, fue una auténtica revolución!
Entonces decidió emprender el negocio. Casa rural El Bolero. Reconoce que aquello fue una verdadera liberación para ella como mujer. Decidió que sería ella quien llevara el negocio, y que sería ella quien se encargaría de gestionar el dinero que generara, que contribuía a la economía familiar. La ganadera que tenía que pedir dinero a su suegro para poder comprarse unas bragas acabó siendo la primera persona que abrió un alojamiento de agroturismo (que no es lo mismo que turismo rural, ya que el agroturismo añade también la posibilidad de conocer el modo de vida de una aldea, no solo hospedarte en un entorno rural) viajando por distintos sitios de España y de Francia para aprender su metodología, conociendo a muchísima gente de lugares distintos con distintas formas de vivir la vida, haciendo cursos de mercadotecnia, de limpieza de hoteles, de atención al cliente, de gastronomía, de community manager…
—Me cambió la vida totalmente –dice, feliz
Pero fueron pasando los años y los establecimientos rurales fueron proliferando como setas en el medio rural asturiano. Solo de 2006 a 2014 el número de establecimientos ha pasado de ser de 1.367 a 1.825, un 28% más en tan solo ocho años, eso sin contar con todos aquellos que lo hacen de forma ilegal, y que por consiguiente no aparecen en las estadísticas. Tanto Remedios y Jesús se lamentan profundamente del el intrusismo profesional que tienen que padecer. “No podemos competir con ellos. Todos los costes fijos que nosotros tenemos ellos no los tienen. No tienen que pagar el seguro de responsabilidad civil, ni pagar la cuota de autónomos, ni pagar una cuota de basuras. Claro, en esas condiciones ellos pueden tirar los precios y nosotros no podemos competir”.
De todos modos, según Ana Viñuela, el turismo rural nunca podrá ser un sector importante en el Principado de Asturias debido a su escasa estacionalidad. Sólo puede haber dos o tres meses de ocupación. El resto del año las casas rurales permanecen vacías, sin turistas. Tanto Jesús como Remedios aseguran que ese negocio por sí solo no sería suficiente para sustentar a una familia. Solamente se puede considerar un negocio de este tipo como una ayuda económica complementaria a otra actividad principal, lo que hace difícil pensar que el turismo en el medio rural sea una actividad económica suficientemente atractiva como para poder fijar población. Muchos dueños de estos apartamentos son antiguos ganaderos, que han puesto los alojamientos en sus casas y zonas lúdicas para los turistas donde antes tenían la explotación, al igual que Jesús.
La idea de Remedios y Jesús del turismo rural es la de acercar al turista la vida en el campo. Los turistas mismos pueden coger productos de la huerta para su propio consumo y ver cómo se trabaja cotidianamente con las pocas cabezas de ganado que ambos tienen. Cuando acabo la entrevista con Remedios vamos a dar una vuelta por su finca. Al lado derecho de la casa parte un pequeño sendero por donde se accede a la nave donde tiene aproximadamente unas 15 vacas. Al lado de la nave, dos terneros que acaban de nacer están metidos ambos en un compartimento blanco. Remedios se acerca con un biberón para darles el calostro y cuatro niños, los hijos de los turistas, que pululaban por la finca, se acercan a mirar.
—Halaaa, ¿puedo darle yo de beber?
El niño coge el biberón y se lo da al ternero, que succiona con entusiasmo y con la mirada ligeramente bizca. Es irónico ver cómo el turismo rural realza precisamente aquello que se está perdiendo en Asturias. En unos años, por el despoblamiento rural y la crisis de la ganadería, esta demostración del mundo rural asturiano podría ser tan sólo una pantomima que deje de existir, convertirse en una obra teatral de los vestigios del pasado.
Me despido de Remedios, que queda con los niños alimentando al ternero recién nacido. Todos me despiden con gracia y amabilidad.
—No hay solución. Tenemos que empezar a aceptar que se trata de un proceso natural. Un proceso imparable –apuntaba Ana Vinñela.
—No hay forma de cambiarlo. Estamos en el final de una era, de una etapa. La cultura campesina va a ser barrida absolutamente –apuntaba Gerardo
—Yo esto lo veo irreparable –apuntaba Jesús.
Me adentro en la carretera nacional, entre vacas alimentándose de vastos prados verdes y sutiles como moquetas de esparto, eucaliptos y playas vírgenes de acantilados bruscos. Probablemente se acercan los bosques, el abandono, los caminos impenetrables, los matojos, los incendios y las cenizas. Incendios en Cangas de Narcea, Somiedo, Ibias, Degaña, Aller, Belmonte, Cangas de Onís, Caso, Grado, Langreo, Coaña, Siero, Tineo, Nava, Porcín, Mieres, Teverga, las Regueras, Ribadedeva, Laviana, Caravia, Biemes… y así en 58 de los 73 municipios de la región. Un total de 339 incendios. Esto solo en 2012. Solo en marzo. En una ola calor. Todos a la vez.
Desde el fuego del Valledor, que por cierto, se ha vuelto a quemar este año –dos veces–, cinco mil novecientos setenta y seis incendios más. Solo desde 2011.
Informes del Ministerio de Agricultura dicen que aproximadamente un 70% de ellos son originados por ganaderos que buscan eliminar el matojo y regenerar así el pasto. Ganaderos que cada vez son menos, cuyas explotaciones están cada vez más ahogadas por las industrias, obligados a echar el cierre, a abandonar los pueblos, a dejar que el medio tradicional de Asturias se desertice y se convierta en matojo, que posiblemente también acabe siendo quemado.
Falta de competitividad, leche barata, sacrificio ganadero, cierre de explotaciones, cuota láctea, la industria. Falta de ocio, falta de vida, jóvenes que se van y no vuelven, envejecimiento de la población, despoblamiento, fuego. Así es como gira la rueda.
Me alejo de Remedios, que queda con los niños alimentando al ternero recién nacido. Queda ella en la rueda, abriéndose paso: antes de la ganadería y ahora del estereotipo asturiano que, de seguir así, puede convertirse en solo eso, un estereotipo.
Santiago Dacal Torrado Asturias (1987) es licenciado por la Universidad Autónoma de Barcelona en 2015. Hasta entonces estuvo dando unas vueltas por la vida. Interesado en el periodismo narrativo, vive actualmente en Suramérica en busca de historias.