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Asco


Los fuegos artificiales se derraman como esperma infecundo a través de las amplias cristaleras. El universo de los tontos celebra su gala en la calurosa noche de verano.  Un imbécil más y no cabremos, que dijo alguien…

 

En el ático de un lujoso hotel de Biblos me presentan a una de las organizadoras de la fiesta. Su cara es tan anodina como sus tetas, de la misma serie que la del resto de invitadas. Envidiable es su empeño en hacerse pasar por embajadora de paz de la ONU, aunque todos sepamos que la media neurona asfixiada por tanta laca apenas le da para poner en marcha su todoterreno automático. La chica está encantada de conocerse. Vive su momento de gloria cuando, micrófono en mano, grita “Viva España” ante los fotógrafos que inmortalizan el momento. El embajador aplaude sin más remedio en la primera fila. Por el medio alguien pregunta si trabaja en algún club de la autopista. Detrás nos mostramos un poco más escépticos.

 

La segunda organizadora se lanza también al escenario para que admiremos lo bien que le sienta el estampado azul con dibujo de conchas de su vestido sin bragas. Dos pares de tetas saltan al compás, pletóricas, por una merecida causa: ¡España ha ganado el mundial!. Fiesta y jolgorio, barra libre y comida gratis para todos los invitados. Glamour de rebajas y hambrientos con reloj de marca intentando colarse en la cola del buffet. Patanes expatriados deslumbrados por la pasta que nunca soñaron ganar, cegados por una minifalda que, de tener la oportunidad, jamás querría vivir en este Líbano obsceno, descerebrado, y al que ninguna guerra ha logrado mitigar su estupidez.

 

Ni el alcohol adulterado consigue por un minuto atenuar el asco que me invade. Las dos maniquíes continúan vendiendo falsas promesas de felicidad. Un espectáculo de flamenco estridente nos destroza los tímpanos y la visión. Quisiera asomarme a la ventana y gritar con todas mis fuerzas que nos bombardeen, que nos bombardeen ya. De una puta vez y para siempre. Que destrocen este puto hotel, su sofá vip, y su sofá acolchado para los super vip. Que se acabe este mal chiste sin gracia y que alguien pase a recoger los restos. Un manguerazo y vuelta a empezar.

 

Regreso a Beirut en el coche equivocado, con la pareja de amantes equivocada. Él, bronceado y con cruz dorada sobre el pecho, conduce con su mano izquierda mientras que con la derecha le hace carantoñas a una rubia. El conductor, como táctica de ligue, menciona un masaje de espalda que pudo terminar en placentera mamada; los agujeros de la carretera hacen que estemos a punto de perder varias ruedas. Bordeamos un mar sereno bajo la luna llena antes de alcanzar Jounieh. El del volante se pone romántico y nos enchufa la baladita estrella de Ghost. Emoción a raudales, la de las capas superiores de la epidermis. Se pierde luego en los suburbios de Beirut, no sabe lo que es Sabra, no sabe lo que es Chatila, solo conoce el camino de huida al aeropuerto…

 

La diplomacia espera nerviosa en una discoteca del Beirut flamantemente restaurado. Hace unos años aquí solo había ruinas. Los contemplo dirigiéndose hacia sus coches último modelo, con prisas, como un traspiés vagando inútilmente en busca de trascendencia….

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