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Frontera DigitalAsesinos ciegos de hashís

Asesinos ciegos de hashís

Algunos sonidos guturales de las lenguas semíticas se suelen transliterar en castellano con una /h/. Si el plural árabe hassassin, o mejor Ḥashshāshīn, hubiese llegado a nuestra lengua con menos cambios, sería mucho más claro que “asesino” significa etimológicamente “consumidor de hachís” (mejor “consumidores de hachís”, pues la palabra como ya hemos dicho es plural), toda vez que aquellos precursores del terrorismo internacional eran adoctrinados para cometer sus crímenes intoxicándoles previamente con una buena ración de hashís (sí, vamos a dejar de utilizar la grafía francesa de la palabra para el sonido /sh/; en cuanto a la /j/ de momento nos conformaremos con aspirar la /h/, algo por otra parte tradicional en muchas partes de España en las hablas populares y dialectales).
Marco Polo y el viajero judeoespañol Benjamín de Tudela, por incluir a un autor patrio, nos han dejado relatos sobre el modus operandi de la orden, secta o sociedad secreta de los Al-Ḥashshāshīn y su líder “El Viejo de la montaña”. Aunque los relatos del veneciano siempre hay que tomarlos con un grano de sal, pues tenía una acusada tendencia a la fabulación, el contraste que nos aporta Benjamín de Tudela aporta más verosimilitud a su relato. Marco Polo afirma haber visitado el bastión o fortaleza de Alamut en 1273, después del apogeo y prácticamente erradicación de esta orden por los mongoles.
Los miembros de aquella orden (sigo pensando que la palabra secta no es peyorativa) fueron verdaderos precursores del autroproclamado Estado Islámico o DAESH, pues su modus operandi es sorprendentemente parecido. Solamente que la inmolación con atentados suicidas ha sustituida a la puñalada al conde cruzado o al sultán de fe suní. La única diferencia importante, tanto monta, es que los miembros del EI dirigen sus atrocidades contra todo el que no profese una versión fundamentalista del sunismo heredera del salafismo o del wahabismo: sean cristianos, zoroastrianos, kurdos suníes, árabes shiíes en sus diferentes ramas o judíos; los Ḥashshāshīn de manera prácticamente especular dirigían sus atentados contra los suníes y los cristianos.
Cuando digo que el modus operandi era similar no estoy exagerando. Lo que ahora en Siria, en Irak, en Libia, en Túnez y Kuwait, más recientemente, consigue el cóctel de manipulación extrema, adoctrinamiento severísimo y, por supuesto, la promesa del Paraíso, en la Persia de “El Viejo de la Montaña” lo lograba, además del adoctrinamiento y el lavado de cerebro, el hashís. ¿Cómo? Pues se reclutaba a un grupo de jovencísimos sicarios, se les intoxicaba con hashís y se les conducía a una especie de paraíso terrenal con todos los placeres inimaginables. Un buen día, despertaban en el desierto y, por supuesto, deseaban volver inmediatamente a ese Paraíso del que se les había privado. ¿El precio? Lo han adivinado. Cometer un crimen, un “asesinato”, que solía acarrear una muerte atroz, pero el premio bien valía la pena: regresar al Paraíso, al Firdaws, donde solo van los profetas, los mártires y los más virtuosos.

Algunos creen que el origen de la palabra viene de la etimología popular de Marco Polo en su relato. Assassin (en latín medieval assassinus) conforme a esa teoría significaría “seguidores de Hassan” (Hassan-i Sabbah, el Sheik o Jeque de Alamut, “El Viejo de la montaña”). Pero no deja de ser una etimología popular de Marco Polo. Sin embargo, el líder ismaelí (una secta shií, como los fatimíes del califato homónimo de Egipto) es una personaje histórico que a finales del siglo XI creó una comunidad de su fe en las montañas de Alborz, en el norte de Persia en torno a la fortaleza de Alamut, liderando desde allí la resistencia de la población persa contra los turcos selyúcidas, que dominaban la región. Para ello fundo un grupo de fedayines (del persa fidāʼīyīn, palabra que pasaría al árabe, “aquellos que se sacrifican a sí mismos”, una palabra que ha llegado, todos la hemos escuchado o leído cientos de veces, hasta nuestros días).
El DRAE deriva hachís del árabe clásico hašīš, “hierba”. La versión enmendada de esta voz en la nueva edición del DRAE nos dice que el hachís es un “estupefaciente obtenido de la resina del cáñamo índico, previamente desecado”. La palabra árabe procede a su vez del verbo hašša, “segar”, por eso hashish, significaba no sólo “hashís”, “cáñamo”, “cannabis”, sino también “hierba” en el sentido más amplio de la palabra: “aquello que se siega”. Por eso, aunque sea una resina el hashís es denominado jergalmente “hierba”. Y en castellano tenemos ya acuñada la expresión “bajarse al moro” para designar la importación clandestina de este producto desde las montañas del Rif en Marruecos. Y colorín colorado, la historia de la palabra “asesino” se ha acabado.

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