De tal palo, tal astilla, se dice en romance callejero, o sea, es un decir del refranero español.
Pero astilla no es, en la misma lengua, y en los sentimientos que la sostienen y la refrendan, una entidad de fuste ninguno, pues son como los retoños nada considerables de un palo o árbol de mayor entidad.
Este interés repentino por la botánica surgió a raíz de la tabarra que en estos últimos días nos están dando los aspirantes a cierto puesto directivo de la Asociación Niños de Obiang, llamada eufemísticamente Asociación Hijos de Obiang, con el socorrido acrónimo ASHO. Y es que los sagaces constructores del idioma político de este lugar entendieron que tan extraña sigla encerraba los componentes Asociación Hijos de Obiang, pero en el camino se coló una S que necesita una explicación médica. Y es que los elementos de la lista de los componentes que la sostienen hacen AHO, sigla nada católica para los nervudos pensadores de la arena política de Guinea Ecuatorial. Aho no es nada, son como letras que se caen al abismo de la nada, al vacío.
Pero no nos desviemos por completo. Los que se sienten con capacidad para coordinar los deseos de los que se creen hijos del presidente de este sitio están en la calle a cuenta de los millones que soltó el que eufemísticamente llaman “hermano mayor”. Si estuviéramos afectados por la envidia que corroe a unos, nos pondríamos serios y preguntaríamos a todos por el guardián de las arcas donde estaban guardados los millones donde restaron 11 de ellos para que cada retoño aspirante gritara por la calle que quiere ser el Coordinador Insular de la Asociación Niños de Obiang, nombre que creemos que les sentará mejor.
Los que se creen niños de Obiang son chicos y chicas pertenecientes al grupo etario que va desde el estadio embrionario hasta los 45 años. ¿Alguien sabe por qué están en la calle y llevan años haciéndole el coro al Hermano Mayor? Primero por la visceral prodigalidad del mayor hermano, y este hecho significa liquidez para, en señaladas ocasiones, tener montones de latas de cerveza y algunos kilos de carne de cebú en los barrios periféricos de Malabo. (No añadimos nada si decimos que son barrios sin agua potable, incluso sin agua de ningún tipo, sin apenas electricidad y con habitáculos para hacinarse)
La otra razón de este furioso seguidismo es que estos hijos leen ciertos renglones de la política nacional, e internacional, renglones rectos y también los torcidos, y llegan a la conclusión de que la vida del hermano no acabará en este ejercicio de su prodigalidad. Sienten los hijos que el hermano tendrá un trozo más grande de bacalao que cortar, y ya suenan campanas de hechos grandes que determinarán su vida. (Y si no, al tiempo, pero si no, Alá es grande como la montaña de Mohamed)
¿Pero sabe alguien qué edad tienen los niños de Obiang?, reiteramos. Lo dijimos ya, pero se insiste en la indagación porque dentro de varios años estos ya no serán tan jóvenes, y renqueantes, algunos, empezarán los trámites para que el Estado de Guinea Ecuatorial les conceda una pensión vitalicia por los servicios prestados. Harán como ciertos honorables diputados que piensan jubilarse a costa de las arcas estatales, hecho del que dimos cuenta en otra entrega. Y cuando esto ocurra, y esperemos verlo, preguntaremos, esperando la respuesta de todos, ¿qué utilidad pública tiene la ASHO para que su dinámica afecte a la convivencia y a la política nacional, hasta el extremo de que sintamos vivir unas elecciones presidenciales? Entonces sabremos si se merecen una pensión vitalicia cuando viejos. Pero qué lástima que los jóvenes tomen la senda de los viejos tan pronto.