Hola.
Quizás no lo hice con suficiente claridad. Creí que habías entendido lo que trataba de decirte. Y ahora veo que necesitamos volver a encontrarnos. Resulta que yo sigo yendo de teatro en teatro y tú aún esperas en casa a que lleguen las palabras justas.
No bastó con aquella Encrucijada de la que salimos tan tocados, tan extrañamente emocionados. ¿Recuerdas? “El teatro, como la vida, puede ser algo inesperado, confuso, contradictorio, ilógico… una sucesión de maravillosos momentos inconexos. Un cruce extraño de caminos”, decía entonces Borja Roces, el autor y director de aquella obra a la que te llevé.
Te llevé para que entendiéramos juntos ciertas cosas. Para que no hiciera falta mucho más. Y ahora me doy cuenta de que a ti sí te faltó algo. De que aún quedó un pequeño hueco por explicar. Ese algo, eso que faltó… ahora lo tengo, te lo voy a mostrar.
Para poder recuperar aquella encrucijada intensa, y acabar de entendernos, tenemos que ir al origen. Al origen de ese torbellino teatral que nos trastocó la vida durante un rato. Al camerino desde donde partieron los caminos cruzados de aquel día. Allí donde Borja Roces nos quiere volver a llevar. Donde su pequeño defecto de fábrica nos acabe de aclarar lo que no hemos podido decir aún.
El mismo de entonces, Borja Roces, recuperando la primera parte de su trilogía (se llama así: Pequeño defecto de fábrica), dejándonos presenciar la fragilidad, la imperfección de su arte. Un trozo de su intimidad que se va a abrir a la nuestra, sin límites: “Los límites físicos, están ahí para intentar traspasarlos”, dice él. “¿Cómo reacciona el cuerpo, la mente y las emociones antes y después de romper esos límites?”
¿Te atreves? ¿Te dejas llevar? Sólo un rato, para no necesitar decirnos nada… y sentirlo todo. Nos lo merecemos. Este viernes. A las 22:30. Nos hace falta.
Como siempre: te espero en la puerta de la sala, no voy a pasar a recogerte.
De ti depende.
Un beso,
Vera.
vera yobardé
@verayobarde