Es posible que si ustedes no siguen en detalle la actualidad artística y no son aficionados a la aeronáutica desconozcan la existencia de la Fundación Enaire, que celebra este año su trigésimo aniversario. No se trata de una entidad ligada a una empresa privada –con licencia para actuar a su antojo, siempre dentro de la legalidad– sino una fundación del sector público estatal, adscrita al Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible y financiada por la entidad pública empresarial Enaire, que gestiona la navegación aérea en España y que en 2022[1] tuvo un beneficio de 701 millones de euros. El reciente y sorprendente nombramiento de su nueva directora gerente me ha hecho preguntarme qué ha hecho y cómo ha funcionado esta fundación que ha volado en gran medida bajo el radar. En este análisis he podido documentar trabajosamente, tirando de hemeroteca y de diversos tipos de documentos oficiales, cómo desde su creación en 1994 ha sido un paradigma perfecto de nepotismo en el que todos y cada uno de sus directores lo ha sido por enchufe directísimo de algún destacado cargo político, sea del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sea del Partido Popular (PP).
Enaire, como otras empresas públicas, está sometida a un control muy directo del ministerio correspondiente, y traslada ese sometimiento a su fundación. El actual presidente, tanto de la empresa como de la fundación, es el secretario de Estado de Transportes, Antonio Santano Clavero, que ha enhebrado cargos políticos desde su más tierna juventud bajo las siglas del PSOE. Fue durante más de dos décadas alcalde de Irún y es miembro de la ejecutiva del partido en el País Vasco. Y todos los patronos de la fundación –un 80% de hombres, desobedeciendo el capítulo II de la Ley para la igualdad– son cargos políticos o técnicos en el ministerio o en Enaire a los que sus destinos les deben de importar bastante poco y que ratificarán lo que el presidente o el ministro, en este momento Óscar Puente, dispongan. Así ha sido siempre y esa circunstancia ha dado lugar a una instrumentalización de la entidad para servir a proyectos políticos personales y para afianzar redes de intereses también particulares.
Una colección sin sede propia y una programación facilona
La Fundación Enaire posee una considerable colección de arte contemporáneo, con más de 1.300 obras –la cifra baila muchísimo entre una fuente y otra– de artistas, en su gran mayoría españoles, la mitad de las cuales están ubicadas en aeropuertos españoles y no pocas en espacios restringidos. No ofrece un catálogo completo en línea (a pesar de que se trata de patrimonio público), pero aquí se pueden hacer una idea de autores y obras. La fundación tiene el mandato, según sus estatutos, de gestionar ese patrimonio contribuyendo a su “ampliación” y a su “disfrute por la colectividad”. Se han conocido algunas adquisiciones de obras en este tiempo –fue sonada la de tres esculturas de Botero por 1,2 millones de euros en 1994– y la colección se ha mostrado al público a través de exposiciones parciales que han visitado numerosas ciudades españolas[2].
Junto a la divulgación de la colección, la actividad más visible de la fundación es la concesión de premios. Pero la partida a la que dedica más presupuesto después de las exposiciones es la de subvenciones para la conservación del patrimonio histórico aeronáutico español, con 168.000 euros en la última convocatoria. El ámbito de la aeronáutica domina también en los galardones, pues casi todos los que concede están relacionados con la investigación y la difusión en el mismo[3]. El Premio de Fotografía se convoca desde 2005, cuando fue creado para celebrar el décimo aniversario de los premios aeronáuticos[4]. El Premio Trayectoria, creado en 2018 y también dirigido a fotógrafos, conlleva la entrega de 17.000 euros, una cuantía solo superada en nuestro país por el Nacional de Fotografía[5].
En tiempos recientes la Fundación Enaire ha contado, mediante sendas cesiones, con dos espacios para mostrar su colección y organizar exposiciones. En Santander, José Luis Ábalos, en calidad de ministro de Transportes, inauguró en julio de 2021 la reforma (con un coste de más de dos millones de euros) de las dos Naves de Gamazo, que pertenecen a la Autoridad Portuaria de Santander, adscrita a ese ministerio.
¿Por qué Santander? Porque el proyecto había arrancado mucho antes, en cuanto Íñigo de la Serna, que había sido alcalde de esta ciudad, dejó a finales de 2016 el cargo para ser ministro de Fomento, con Mariano Rajoy en la presidencia. De la Serna llevaba años intentando convertir la capital cántabra en capital cultural, dotándola de nuevos museos según el modelo malagueño: había ya asegurado la “franquicia” del Museo Reina Sofía (Archivo Lafuente) y apoyado el nuevo Centro Botín. Para esta nueva jugada, el ministro había reunido en sus manos casi todas las cartas: tenía mando sobre los espacios en el puerto, sobre la fundación y sobre la alcaldesa de Santander, Gema Igual, a la que él había entregado el bastón al irse a Madrid. Solo tenía que negociar con el Gobierno de Cantabria. En julio de 2017 llevó un adelanto de quince obras de la colección Enaire al Palacete del Embarcadero, en coincidencia con los cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), y en octubre lo tenía ya casi todo atado.
Pero la moción de censura contra Mariano Rajoy le impidió rematar el proyecto y cuando Ábalos recogió la cartera, en junio 2018, no tenía tanto interés como su predecesor en seguir adelante con él. Hubo algunos enfados entre administraciones, pero finalmente se firmó un convenio de cesión de las Naves de Gamazo durante veinte años (prorrogables a cincuenta) a la Fundación Enaire y se licitaron las obras con cargo al 1’5% cultural. La muestra inicial, con una selección de 88 obras la colección, Territorio contemporáneo, fue comisariada (concurso mediante. Véanse las bases) por María de Corral, Lorena Martínez de Corral y Violeta Janeiro. Después, las exposiciones que se han visto allí obedecen casi siempre a dos tipos. De un lado, pequeños desembarcos de otras colecciones, públicas o privadas, que prestan todas o casi todas las obras: es decir, muestras fáciles de organizar y que aportan muy poco[6].
De otro lado, la fundación lleva a Santander algunas de las exposiciones que organiza junto a La Fábrica, empresa privada que desarrolla PHotoEspaña, después de pasar por el Jardín Botánico de Madrid. En 2021 fue Eduardo Arroyo. El buque fantasma y a partir de entonces han sido muestras individuales de los agraciados con el citado Premio Trayectoria de la Fundación Enaire[7].
La estrecha colaboración con esta empresa, La Fábrica, tendrá este año una derivada: en noviembre, Claude Bussac, directora del festival de fotografía durante muchos años, fue nombrada directora de la Casa de Velázquez en Madrid (residencia para artistas, dependiente del gobierno francés), y hemos sabido que la fundación ha establecido una “alianza cultural” bastante chocante, por desigual, con esa institución, que se plasmará en un programa de exposiciones de los becados, ANTEsala, en las Naves de Gamazo.
Las únicas excepciones que detecto en este esquema son la actual exposición de pinturas de José Manuel Ciria, que se confiesa amigo desde hace treinta años de la directora de programación de la Fundación Enaire, y la muestra Volar. Orígenes de la aviación en España, en 2022, que responde a otro de los mandatos de la entidad, recogido en sus estatutos: el fomento del estudio, la investigación y la difusión de todas las dimensiones del transporte aéreo y de sus infraestructuras, así como de sus aspectos culturales y artísticos.
La impresión de los profesionales del sector del arte y del medio académico en Santander a los que he consultado es que, en los casi tres años que lleva funcionando, la Fundación Enaire no ha hecho el esfuerzo de interactuar con la escena cultural de la ciudad.
El segundo espacio del que dispuso –solo sobre el papel, como se verá– la fundación es la Arquería de Nuevos Ministerios en Madrid. En 2017, también con Íñigo de la Serna, se firmó la orden ministerial que le cedía el uso para exponer su colección, pero hasta 2019, ya con José Luis Ábalos, no se iniciaron las necesarias obras de reforma (más de cinco millones de euros, con cargo al 1’5 % cultural). En todos los documentos de esos años se afirma sin ambages que ese espacio de 2.000 m2 y tres plantas sería “sede permanente” de la colección, y en el proyecto arquitectónico de Frade Arquitectos se concede gran parte de la superficie a la misma, reservando salas para las exposiciones temporales de la fundación.
De hecho, el concurso de comisariado antes mencionado para la instalación de la colección en las Naves de Gamazo incluía otro encargo: la selección y disposición de las obras que nutrirían este “museo” de la Fundación Enaire en la Arquería[8]. María de Corral y Lorena Martínez de Corral elaboraron ese segundo proyecto, que quedó en papel mojado, y llegó a encargarse una obra al artista Daniel Canogar para el área de ingreso al edificio. Cuando la remodelación de la Arquería se presentó a principios de 2023 la colección no estaba allí y nunca ha llegado a hacer su entrada, a pesar de que aún se hablaba entonces de una cesión de su “gestión” a la Fundación Enaire durante tres años.
En manos de esta fundación, la Arquería ha albergado una sola exposición, El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español (1868-1976), comisariada por Germán Labrador[9] y promovida por la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. Inaugurada en mayo de 2023, con las elecciones generales de ese año a las puertas, proponía una historia de la represión política en España y en Latinoamérica desde la Revolución de 1868 a la Transición. Fue un proyecto de gran envergadura y elevado presupuesto cuyos contratos más cuantiosos (más de 450.000 euros en transporte y montaje) se cargaron al presupuesto de AC/E, al que hizo un buen agujero. La exposición fue polémica y la prensa (vean titulares) tomó partido según posicionamientos ideológicos.
El tragaluz democrático se clausuró en julio y, desde entonces, nada. En diciembre de 2023, la Arquería cambió de rumbo. Se abría La Casa de la Arquitectura, tutelada por el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana. La Fundación Enaire había perdido, no sabemos cómo ni por qué, sin documento oficial mediante, la cesión de uso.
Los directores gerentes y sus padrinos
Se ve que la fundación no desarrolla una actividad frenética ni demasiado sobresaliente en el ámbito del arte, pero solo la gestión de la colección, la relación con otras instituciones culturales y la organización de los premios (con el manejo de presupuestos que todo ello conlleva) requiere que haya a su frente alguien con conocimientos y experiencia. Los sucesivos directores han tenido o no esas capacidades, pero siempre han sido colocados mediante el criterio del apadrinamiento político.
Voy a hacer una cronología con los datos imprescindibles para que el lector juzgue. Verá pasar por estas líneas a políticos muy señalados, con trayectorias lucidas y deslucidas (algunos han sido investigados y hasta condenados en diversos casos de corrupción) y a figuras menos conocidas pero con mucha influencia en el ruedo político en los sucesivos momentos en que haremos parada.
Aquí no ha habido jamás un concurso abierto o una convocatoria para funcionarios (les recuerdo que hablamos de una colección pública y que tenemos un cuerpo superior de conservadores de museos). La mayoría de los directores han sido elegidos por sus méritos políticos personales o, más a menudo, por su “familiaridad” con figuras destacadas en uno de los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP.
Manuel Abejón y Enrique Moral, camaradas
La Fundación Aena –cambiará su denominación a Fundación Enaire en 2016– es creada es 1994 cuando era ministro de Obras Públicas y Transportes[10] Josep Borrell, que hizo presidente de la entidad a Manuel Abejón, un ingeniero aeronáutico con larga trayectoria en el PSOE. Había sido diputado en la primera legislatura de Felipe González. La persona que este designó para poner en marcha la fundación fue Enrique Moral, otro histórico del PSOE junto al que había peleado en el congreso de 1979 por conservar el marxismo en el corazón del partido y con el que después se integraría en la corriente “izquierda socialista”. La elección obedecía claramente a la razón partidista, pero al menos Moral tenía experiencia en políticas culturales por haber sido concejal de Cultura en Madrid durante el mandato de Enrique Tierno Galván, director de relaciones institucionales de la Expo de Sevilla 92 y vocal del consejo de administración de Patrimonio Nacional; además, en el momento de su nombramiento era asesor del presidente González en temas de educación y cultura.
Enrique Moral se mantuvo (caso único en esta historia) al frente de la fundación incluso cuando los populares llegaron al poder. En la primera legislatura de José María Aznar (1996-2000) fue ministro de Fomento Rafael Arias Salgado, quien bastante lío tenía en Aena, que pretendía privatizar y en la que nombró cuatro presidentes en cuatro años, como para preocuparse mucho por la fundación.
La cuñada de la directora de gabinete de Benigno Blanco
Pero en julio de 2000, el ministro del ramo en la segunda legislatura de Aznar, Francisco Álvarez Cascos, nombró secretario de Estado de Infraestructuras al muy reaccionario Benigno Blanco, miembro del Opus Dei. Este, a su vez, eligió como directora de gabinete a la periodista Montserrat de Villanueva Iribas, emparentada con Juan Pablo de Villanueva, un importante empresario en medios de comunicación que fue propietario de Marca o de Expansión. Este señor, numerario en la Obra, había creado en 1991 la Fundación Diálogos, en la que Sofía Urroz, casada con un hermano de Montserrat, se ocupaba de las relaciones externas y la coordinación de actividades. Parece obvio que la directora de gabinete del secretario de Estado, del que dependía la Fundación Aena, recomendó a su cuñada como directora gerente. Sofía Urroz fue después conocida en el mundo del arte por ser hermana de Carlos Urroz (ex director de ARCO) y socia suya en la empresa Urroz Proyectos, que empezó a funcionar cuando ella dejó la Fundación Aena en 2004. Pero en 2000 no tenía experiencia reseñable más allá de su trabajo para el grupo educativo del Opus Dei y en la fundación de la familia.
Sorprendentemente, Enrique Moral quedó como director adjunto. El equipo de la fundación es muy pequeño (ocho empleados hoy) y las tareas de mayor responsabilidad son perfectamente asumibles por una persona: parece del todo innecesario pagar honorarios a dos directivos.
Magdalena Álvarez y la esposa del conseguidor
La ministra de Fomento en el primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero desde abril de 2004, Magdalena Álvarez, puso enseguida al frente de la fundación a Pilar Cimarra, funcionaria en la Seguridad Social que trabajaba desde 1980 en el Instituto Social de la Marina. ¿Su principal “mérito”? Estar casada con Pedro Pérez, que había sido secretario de Estado de Economía con el ministro Carlos Solchaga y presidente de Tabacalera, y ser, ambos, íntimos de la ministra: “La amistad entre Pedro Pérez y Magdalena Álvarez es tal que hasta las respectivas familias pasan la Semana Santa y la Navidad juntas”, publicó El Mundo, que añadía: “Pérez promocionó a su colega de partido nombrándola directora general de Incentivos Regionales. Ahora, años después, la ministra le ha querido devolver aquel empujón ofreciéndole la presidencia de Aena, que, según cuentan círculos de amistades próximos a Pérez, él rechazó porque, citando sus palabras, está ya bien instalado en el sector privado”.
En diciembre de 2004, Corporación Financiera Alba (familia March), Omega Capital (Alicia Koplowitz) y Mercapital (José María Loizaga) constituyeron un grupo, GEA, para lanzar una OPA sobre la totalidad de las acciones de Aldeasa, la empresa –valorada en ese momento en más de 600 millones de euros– que gestiona las tiendas de los aeropuertos, cuyas concesiones eran controladas por Aena. “Regalaron” a Pedro Pérez una pequeña participación y le prometieron la presidencia de Aldeasa si conseguía conducir la operación a buen puerto. El movimiento hizo subir el precio de las acciones y surgieron competidores, ante lo cual Magdalena Álvarez, se especuló, habría maniobrado para favorecer la victoria de Pérez y a sus socios. El PP puso el grito en el cielo. Finalmente, otra unión de empresas se hizo con las acciones y Pérez siguió dando vueltas en las puertas giratorias pero ahí quedó Cimarra en la Fundación Aena.
Teresa Díaz-Caneja repite jefe
En el segundo gobierno de Zapatero fue ministro José Blanco, que designó presidente de Aena a Juan Ignacio Lema. Pero no van por ahí los tiros. Desde abril de 2009, Fernando Puig de la Bellacasa –alto funcionario que ha ostentado diversas responsabilidades políticas, a menudo en gobiernos del PSOE– fue secretario general de Relaciones Institucionales y Coordinación en el Ministerio de Fomento, con amplias atribuciones. Tres meses después, en julio, era nombrada directora de la fundación Teresa Díaz-Caneja, que había trabajado casi siempre en Turespaña[11] y que volvería después allí. Puig de la Bellacasa había mantenido una estrecha relación profesional con Díaz-Caneja mientras él fue director del Palacio de Congresos (2000-2004) y ella su directora de comercialización. No tenía experiencia en gestión cultural, pero se ve que él quería entregar la responsabilidad a alguien de su confianza. Me temo que se me escapa algo en este capítulo.
Ana Pastor y la hija de la senadora
En 2012, al poco de llegar al ministerio, ya con Mariano Rajoy, Ana Pastor nombró con toda desfachatez directora a Cristina Díaz Pan, la hija de Dolores Pan, presidenta de la comisión de Fomento en el Senado y miembro del “clan gallego” en el Partido Popular. La joven Cristina tenía 29 años, no había hecho otra cosa que estudiar y, según ella misma confesó ante el patronato que la nombraba, “no tenía ningún conocimiento de aeronáutica y mucho menos de arte”. Algún medio empezó a olisquear y Pastor se asustó: la sacó de allí a la chita callando poco más de un mes después del nombramiento, pero se la llevó al día siguiente (literal) como asesora al ministerio. Los enchufes en las asesorías ministeriales son muchísimo más discretos, dónde va a parar. Quedó al cargo de la fundación Enrique Moral, que seguía allí como director adjunto, sin cambiar de sueldo.
En 2014 se reestructuró la empresa pública, escindida en Enaire (navegación aérea) y Aena (aeropuertos), que se privatizó en parte. Y en 2016 la fundación pública, que Ana Pastor quiso fusionar con la Fundación de Ferrocarriles Españoles pero que finalmente mantuvo, cambió de nombre en 2016: de Fundación Aena a Fundación Enaire.
Beatriz Montero de Espinosa, bajo el ala de Miguel Ángel Cortés
Enrique Moral se jubiló en febrero de 2016 y durante un breve periodo de tiempo Ángeles Imaña, que había sido durante años y sigue siendo directora de conservación y proyectos culturales, figuró en algunos actos y documentos como directora gerente. En junio, con Ana Pastor aún en Fomento pero en funciones, el patronato de la fundación presidido por Julio Gómez-Pomar (PP) nombró directora a Beatriz Montero de Espinosa. Del impreciso currículo difundido entonces se puede colegir que su carrera dio inicio y permaneció durante bastante tiempo bajo el ala de Miguel Ángel Cortés, de quien, cuando era secretario de Estado de Cultura (1996-2000), se convirtió en asesora siendo una joven periodista sin trayectoria (nada inhabitual, por otra parte, en el carísimo y caprichoso “cuerpo de asesores” de cada gobierno). En 2000, Cortés asumió la secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica y desde allí creó la sociedad estatal SEACEX, en la que promocionó a Montero de Espinosa dándole el cargo de directora de arte contemporáneo, donde coordinó las muestras diseñadas por Christian Domínguez desde el Programa de Arte Español para el Exterior[12].
Menciona también el currículo que trabajó para la Fundación Canal, en la que no sabemos qué hizo, aparte de coordinar la exposición Roma S.P.Q.R (2007), y que desempeñó tareas varias en la Fundación Villar-Mir, “organizando” (no era comisaria, más bien sería de nuevo coordinadora) la exposición A su imagen. Arte, cultura y religión. Celebrada en el Centro Cultural de la Villa, fue el “manifiesto” de un grupo de poderosos empresarios muy católicos que se habían unido en la Fundación Madrid Arte Vivo para, bajo el liderazgo espiritual del cardenal Rouco Varela, apoyar la visita del Papa a la capital con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011. La fundación costeó este proyecto cuyo comité organizador presidía Juan Miguel Villar-Mir y “vicepresidía” Miguel Ángel Cortés.
Cita igualmente su paso, sin concretar funciones, por la Fundación Emilio Ambasz, que recordarán por el escándalo que provocó el trato de favor que quiso darle la alcaldesa Ana Botella al cederle el edificio conocido como La Ingobernable para hacer un museo. Esta fundación fue constituida en 2008 por el propio arquitecto junto a Miguel Ángel Cortés y a Manuel Barranco, quien iba igualmente siempre de la mano del exsecretario de Estado (fue asesor suyo en Cultura y dirigió SEACEX).
En noviembre de 2016, como ya apunté, Íñigo de la Serna recibió la cartera de Fomento y mantuvo en la dirección de la fundación a Beatriz Montero de Espinosa, con la que desarrolló el proyecto para las naves de Gamazo. De la Serna –recuerden: exalcalde de Santander– había apoyado los cursos de la UIMP sobre museos que en esos años dirigió Cortés y en particular el de 2015, “Retos de los museos en la ciudad del siglo XXI”, que le llevó a la ciudad a personas con mucha influencia en ese ámbito a las que poner de su lado en su plan de capitalidad cultural.
A pesar de los claros indicios de padrinazgo político que he expuesto, la experiencia acumulada cualificaba a Montero de Espinosa para ocuparse de las tareas propias del cargo, desempeñándose bien en la gestión y en la “navegación” institucional.
Óscar Puente, Manuel Escudero y su mujer
No podemos decir lo mismo de la nueva directora gerente de la Fundación Enaire. Margarita Asuar es abogada y ha tenido puntualmente ocupaciones políticas. Licenciada en Derecho, ejerce desde 1992 asesorando a particulares y administraciones. Aparece en la esfera pública en 2005, cuando a propuesta del Partido Andalucista, se integra en el Consejo Consultivo de Andalucía, en el que permanece hasta 2011. En 2010 participa como vocal en la constitución de la fundación personal de una histórica del PSOE andaluz, Amparo Rubiales, y por esas fechas trabaja como asesora legal para Juan Espadas, hoy secretario general del PSOE en Andalucía, que la anima a afiliarse al partido[13]. Cuando Espadas consigue la alcaldía de Sevilla en 2015 la nombra directora general del Distrito Casco Antiguo, responsabilidad que ella abandona en 2017.
Desde entonces no ha tenido cargos políticos, pero se demuestra devota sanchista (vean su perfil en X). Sobre todo desde que se casó hace unos años con Manuel Escudero, un pez gordo del PSOE, coautor del programa político que llevó a Pedro Sánchez a la secretaría general del partido y a la presidencia del gobierno –servicio que le fue reconocido con su nombramiento en 2018 como representante de España ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en París–, secretario de Política Económica en la ejecutiva de los socialistas hasta no hace mucho y presidente de su nuevo think tank, Avanza.
Manuel Escudero y Óscar Puente, actual ministro de Transportes y responsable del nombramiento de Asuar, no solo han coincidido en la ejecutiva del PSOE y en el círculo más cercano a Pedro Sánchez: han comparecido juntos en más de una ocasión –Escudero le arropó cuando Puente se presentó como portavoz de la ejecutiva– y han firmado algún artículo a cuatro manos. La presencia del entonces alcalde de Valladolid en Monteagudo de las Vicarías –luego se explicá esto– demuestra que son algo más que compañeros de partido. Había apoyado ya antes uno de los proyectos de Margarita Asuar, y ha tardado poco en buscarle, ya desde el ministerio, un puesto en el que ella podrá dar rienda suelta a su pasión por el arte, la Fundación Enaire, con una excelente retribución.
No tengo nada que decir sobre su trayectoria como abogada, que seguramente le será de utilidad en su nuevo cometido. Pero sí he de desmentir su pretendida condición de experta en el campo curatorial. Para empezar, la Fundación Enaire afirma en su comunicado que “cuenta con una Especialización de Postgrado en Curaduría de Museos y Exposiciones”. He podido comprobar que se trata de un curso online de cuatro meses que ha completado en fechas recientes, impartido por una escuela privada, Eve Museos, con aval de la Universidad Europea Miguel de Cervantes (privada, en Valladolid) y con un coste de 250 euros.
Afirma que ha comisariado más de cincuenta exposiciones de arte contemporáneo. Son todas de escasísima relevancia. He desgranado por extenso su trayectoria en otro artículo (‘La agenda sini(e)stra’) que escribí cuando se me cruzó en el curso de una investigación sobre los tejemanejes de Cristóbal Gabarrón, así que solo voy a ofrecer unas pinceladas aquí. Entre 2012 y 2015 hizo circular por diversas salas menores una exposición (con variantes) que adaptaba con desatino un proyecto muy anterior de Rosa Perales para la Fundación Telefónica, Otras meninas, y que tuvo algún eco cuando se instaló en 2013 en el salón de pasos perdidos del Parlamento de Andalucía (véase el catálogo).
Después casi nada hasta que figuró como comisaria de aquel bodrio, Armazón, con el que IFEMA acompañó, en su entrada a la sala de reuniones, a los jefes de Estado participantes en la Cumbre del Clima de diciembre de 2019 (revisen en su web, la galería de imágenes, en la que aparece repetidamente el actual ministro de Transportes, y a la carta de agradecimiento de Pedro Sánchez). Menos mal que casi nadie prestó atención a aquello. Asuar hizo luego reproducciones de las diecisiete obras, que vendió y/o montó en unos cuantos ayuntamientos (y esto lo contabiliza como “exposiciones”): Zaragoza (Plaza del Pilar), Vélez-Málaga (sala El Pósito, aquí sí fueron los originales), Zafra (en la Feria Internacional Ganadera) y, por supuesto, Valladolid, donde Óscar Puente impuso su instalación en el exterior del Patio Herreriano en contra del criterio del director del museo.
Se subraya que “como curadora de arte ha transformado en museos varios espacios”, pero su única experiencia constatable es la creación en 2021, en el castillo de Monteagudo de las Vicarías –un pueblo soriano con 173 habitantes–, de un mal llamado “museo”, pues no tenía colección, donde organizó unas cuantas exposiciones de artistas de poca monta. El espacio se inauguró con Armazón y con otra muestra que ella destaca en su currículo: Grabado en nuestra memoria, integrada por ocho (exactamente) estampas. Aquello arrancó con cierto lustre, tirando de las amistades políticas –hicieron los honores la ministra Reyes Maroto, Cristina Gallach y Óscar Puente–, pero acabó fatal, en guerra abierta con el Ayuntamiento por el proyecto de instalación de una granja porcina en el municipio. En marzo de 2023 fue destituida como directora del “museo”. (Aquí opiné sobre el asunto a petición de un medio local).
Su carrera internacional –“París y Hangzhou”– consiste en las exposiciones que montó, mientras Escudero estuvo destinado en la capital francesa, en una modestísima galería, AGA, que ella misma abrió allí, y en una individual de “arte ultracontemporáneo” de Luo Tian en el Hangzhou International Talent Club, un centro de facilitación para extranjeros que van a estudiar o hacer negocios en la ciudad.
Confiemos en que será consciente de que no puede desarrollar un programa de semejante nivel en la Fundación Enaire y que dejará que el equipo que hereda la asesore. Y hagamos algunas reflexiones una vez conocido este bochornoso historial de “aterrizajes”.
Frente al capricho, misión definida, gestión transparente y servicio público
Quiero recordar, de nuevo, que estamos hablando de patrimonio público y de financiación pública, lo que debería conllevar excelencia en la gestión, transparencia, rendición de cuentas y evaluación. No parece existir una hoja de ruta clara para la fundación. Los premios y la organización de exposiciones que, como apunté, aportan poco, no justifican el gasto y la estructura existentes. Es necesario que se establezcan objetivos más ambiciosos, al margen de coyunturas políticas, que impliquen una participación relevante de la Fundación Enaire en el fortalecimiento del tejido creativo y en la apuesta patrimonial del Estado. Es cuestionable la colaboración preferente de la Fundación Enaire con una única empresa privada, La Fábrica, y con una sola entidad cultural extranjera, la Casa de Velázquez, y el anuncio con el que la nueva directora gerente ha hecho su primera declaración de intenciones, en línea con su personal actividad anterior en ese campo, tiene igualmente poco sentido como prioridad de la entidad: ha establecido alianzas con dos asociaciones de mujeres artistas, una grande y consolidada (MAV) y otra muy pequeña –son cuarenta socias– y con escasa presencia (Blanco, Negro y Magenta), cuyas exposiciones se ha comprometido a apoyar.
La colección de la Fundación Enaire, sin sede y con muy pocas obras a disposición de los ciudadanos en los reducidos montajes rotatorios de la colección en las Naves de Gamazo, podría compartirse con los numerosos museos de arte contemporáneo públicos del país, de la misma manera que el Museo Nacional del Prado escucha las necesidades de otros museos en España y completa sus discursos expositivos con obras de propiedad estatal.
En 2022 (veánse las cuentas), la Fundación Enaire tuvo un gasto total de 2,2 millones de euros. Comparemos esa cifra con las que manejan algunos museos de tamaño mediano con programación propia: el Centro de Arte Dos de Mayo en Móstoles tuvo en 2023 un presupuesto de 1,3 millones para su programación, el Patio Herreriano en Valladolid 1,8 millones, el Museo Helga de Alvear poco más de dos millones, mientras que LABoral Centro de Arte y el MARCO de Vigo apenas sobrepasaron el millón de euros. En la fundación se podría hacer mucho más con ese presupuesto, si hubiera alguien con ideas a los mandos.
De esos 2,2 millones, casi medio corresponde a gastos de personal, lo que supone cerca de una cuarta parte del total. Para ocho empleados. El coste laboral de la directora gerente podría superar los 110.000 euros, a juzgar por la respuesta del Gobierno –que facilitó datos correspondientes a 2020– a una pregunta del senador Carles Mulet (IPV-Compromís) en 2021: 89.208 euros de honorarios brutos, que suponen alrededor de 20.000 euros en cuotas a ingresar por la fundación a la Seguridad Social. Y la cifra habrá aumentado algo desde entonces. La directora de conservación no le va mucho a la zaga: cobraba entonces 75.975 euros brutos más 17.000 euros de cuota, aproximadamente, que suman unos 93.000 euros. Retribuciones dignas de un museo de mucha importancia.
Tal gasto tendría que estar perfectamente justificado y todos los puestos ser cubiertos mediante convocatoria que garantice idoneidad e igualdad de oportunidades. Bien optando por el sistema funcionarial, en el que, como mencioné, se puede acudir al Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos y a los cuerpos técnicos de museos, o en cualquier caso abrir convocatoria de méritos y proyecto a profesionales de probada capacidad.
La Fundación Enaire se parece demasiado a un chiringuito. Dudo mucho que al Ministerio de Cultura se le permita inspeccionar qué pasa aquí (y, antes, tendría cosas que mirarse). O que Manuela Villa, al frente del Departamento de Asuntos Culturales en Presidencia del Gobierno, quiera meterse en estos jardines. ¿A quién le importa en realidad todo esto? Y debería importarnos. Es un síntoma de una grave enfermedad.
Notas
[1] Último ejercicio con datos difundidos.
[2] Al menos desde 1999, la fundación ha organizado una muestra (a veces dos, o más) con sus obras, unas más grandes que otras y a menudo en la modalidad de itinerantes. Entre 2017 y 2019 priorizó la proyección internacional, mediante dos exposiciones que pasaron por diferentes sedes del Instituto Cervantes en Italia, Francia y Marruecos.
[3] Premio Espacio, Premio de Periodismo Aeronáutico, Premio de I + Dron y Premio Luis Azcárraga de Innovación Aeronáutica, dotados todos con 10.000 euros.
[4] El primer premio está dotado con 12.000 €, el segundo con 8.000 €, el tercero con 5.000 €. Los últimos ganadores de este galardón han sido Jorge Fuembuena, Eduardo Lamparero, Miguel Ángel Tornero y Marina Vargas.
[5] Se ha concedido a Javier Vallhonrat, Montserrat Soto, Alberto García-Alix, José Manuel Ballester y Paloma Navares.
[6] Es el caso de las selecciones de piezas de la Colección La Caixa, o de la Colección Norte del Gobierno de Cantabria y de la monográfica de Pablo Serrano, con 44 obras del Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporánea. Además, la Academia de España en Roma exportó a Gamazo Roma, siempre Roma, como parte de la celebración de su 150 aniversario. Esta exposición fue costeada por Acción Cultural Española, AC/E.
[7] En 2022 a Javier Vallhonrat, en 2023 a Alberto García Alix y dentro de poco le tocará a José Manuel Ballester.
[8] El espacio de la Arquería es bastante más grande que la sede en Santander.
[9] Era entonces director de actividades públicas del Museo Reina Sofía.
[10] Verán que el ministerio cambia de nombre y competencias en distintos gobiernos.
[11] Aunque en ese momento estaba contratada por una empresa privada de audiovisuales.
[12] Las primeras exposiciones de arte contemporáneo que apoyó SEACEX, a partir de 2002, fueron las señaladas por el Programa de Arte Español para el Exterior, con respaldo de la Dirección General de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero la persona que elegía artistas y comisarios era Christian Domínguez, así que Montero de Espinosa ejercería de mera coordinadora de esos proyectos dentro de la sociedad estatal, pues esta solo empezó a diseñar su propio programa de arte contemporáneo en 2005, con la llegada de Isabel Serrano a su dirección general.
[13] Su currículo dice además que fue “coordinadora de Vivienda y Carreteras en la Junta de Andalucía” y no sé a qué puesto puede referirse, pero Espadas había sido consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio entre 2008 y 2010, así que por ahí irán los tiros.