Francisco Masié fue el primer presidente de Guinea, un hombre oscuro que llegó al poder contra todo pronóstico. Sorprendió tanto a propios y extraños que a los pocos meses de llegar al poder ya estaba delante de los micrófonos despotricando del colonialismo porque él, inminente único milagro de Guinea Ecuatorial, había abortado con sus manos una intentona golpista que pretendía acabar con su vida.
Su fulgurante elección siguió sorprendiendo a todos, hasta el extremo de que la madre patria que lo parió, políticamente escribiendo, hizo cruces varias veces y echó sobre él antes el anatema, y luego el cerrojo informativo para que el mundo exterior, que hasta hace poco se llamaba civilizado, no supiera nada de lo que había pasado para que una persona tan vacía hubiese sido la elegida para dirigir un país. Y Francisco Masié cobró venganza y renegó de su formación como administrativo de la administración colonial: lo destruyó todo, en una furia destructora que sorprendió aún más. No había que escribir nada, no se podía hablar de libros, sólo había que hablar y cantar. Y así habló y dejó cantar durante el resto de su mandato hasta 10 años más, y tan embebido estuvo en sus soflamas que no vio que en su propia casa su demonio particular se había hecho mayor, y necesitaba tomar el mando. (Bueno, no nos referimos a nadie en concreto, y que el cada lector lo personalice en quien quiera).
Francisco Masié siguió diciendo tonterías, por ejemplo que Annobón fue su provincia favorita, hasta que se vio en el pelotón de fusilamiento. Ni siquiera el temible Ondo Ela lo pudo acompañar en aquel trance. Y creo que vio la trampa, porque algo debió de decir el viejo asesino para que lo dejaran vivir. (Bueno, tampoco estamos haciendo apología de la pena de muerte) Habiendo que se hubo fusilado a Macías, descubrimos que cantábamos por obligación y con dolor, y que vivíamos en una miseria inaceptable. Eso sí, Macías construyó el palacio África, aunque pronto lo abandonó para regresar a su natal y pequeña patria en el bosque metido.
Cuando empezamos a leer otra vez, supimos que aquel general, decía que lo era, casi no sabía cómo se confeccionaba un gobierno, no conocía las funciones del mismo ni sabía que sobre un país había que hacer previsiones, o sea, trabajar para el futuro. Supimos también que era un desconfiado y que no sabía decir que no a los que mataban en su nombre. Fue por eso que en el juicio en el cine Marfil no escucharon sus alegaciones.
¿Alguien puede sorprenderse de que 33 años después estamos en las mismas condiciones, con la gente cantando por obligación y con dolor y que vivimos en una miseria inaceptable? Y cierto, el que ocupó la silla dejada por Francisco Masié sigue llamándose general y ha dejado el Palacio África para ir a otro, ajeno a la miseria de sus cantores más fervorosos. Y no parece que le interesara mucho lo de leer o de que la gente lea, y de esto sabe mucho la UNESCO, y por esto no quiere instituir un premio que lleve su nombre.
El descubrimiento de que el paso del tiempo no ha supuesto cambios grandes en la vida de los guineanos nos tiene que llevar a la pregunta triple de ¿qué se ha hecho mal?, ¿qué se hizo mal? ¿qué se está haciendo mal? Creemos que todo. Y también se lee mal. En el esfuerzo para revertir esta situación, y que Guinea sea un país independiente, recurren a hechos pasados que no valen como testimonio, porque son falsedades. ¿Hubo en la pre independencia algún pacto entre guineanos que alguien incumplió y por esto la situación se degeneró hasta los extremos que llegamos antes de la caída de Macías? Pudo cualquiera haber roto un pacto, ¿pero el incumplimiento de un simple pacto, y aunque hubiera sido un juramento de sangre, puede justificar la barbarie que vivió toda Guinea durante 11 años? Podemos creer que no, no parece que haya justificaciones lógicas. Pero entre la comunidad guineana, expresada en variedad de personas de distintas etnias, parece ser que el incumplimiento de aquel pacto fue un hecho capital que justifica con creces la barbarie vivida. El resultado es que muchos no se atreven a mostrar su compromiso para luchar contra la continuación de esta barbarie si no hay una revisión o confesión del pacto roto en la pre independencia. Esta es la verdadera razón por la que el segundo general de nuestra historia sigue teniendo a quienes le escriban. (De hecho, quieren que le escriban desde la UNESCO)
Lo deseable es que se entienda que los 11 años han sido en vano, y que la barbarie no necesita pactos para ser erradicados, pues los hombres deberían portar los genes de su rechazo. Cuando esto ocurra, cada guineano que no canta por obligación asumirá el riesgo de luchar contra ella, y sumará su esfuerzo en la idea por hacer de la Guinea un sitio mejor. Es cuando descubrirá que la unión hace la fuerza. Hasta que no lo haga, seguirá sometido al ominoso legado de Francisco Masié, quien sembró la semilla de la discordia en la vida de los guineanos.
Barcelona, 6 de marzo de 2012