Hay noticias ante las que que no sabe una si alegrarse o indignarse…
Hoy, por primera vez, la Casa Real ha decidido publicar sus cuentas y detallar el salario del Rey y otros pormenores -no todos, claro- de los presupuestos de la Jefatura de Estado de España. Para poner fin a la tónica de opacidad ha tenido que revelarse un escándalo por desviación de fondos públicos que afecta directamente al yerno del Rey, el esposo de la infanta Cristina. Con todo, me alegro: de que sepamos cuál es el salario del Rey, y de que, esta vez, la prensa no haya ocultado los escándalos que envuelven a Urdangarin.
Sin embargo, las cuentas siguen siendo opacas. Sabemos que la Casa del Rey recibió 8,4 millones de euros de los Presupuestos del Estado en 2011, pero el Rey y todo lo que le rodea requieren de muchos más fondos que se reparten diferentes instancias del Estado y que no siempre son desglosadas con claridad: como mínimo, unos seis millones de euros que le Ministerio de Administraciones Públicas dedica al epígrafe «Apoyo a la gestión administrativa de la Jefatura de Estado», y que se van en pagar salarios; y los viajes del monarca y su familia, que paga el Ministerio del Exterior; y los gastos en seguridad y protocolo; y el mantenimiento de las propiedades que disfrutan los Borbones, aunque son propiedad de Patrimonio Nacional.
En fin, que nos sale por un pico. El Rey recibe al año 292.700 euros, la mitad como salario y la otra mitad «en gastos de representación», que no entiendo muy bien lo que es; esos 140.000 euritos de sueldo casi doblan el salario del presidente del Gobierno, que trabaja un poquito más. El príncipe Felipe cobra 70.000 euros; las infantas se conforman con lo que su padre decide asignarles.
El Rey don Juan Carlos tributa el 40% de IRPF, pero no paga mensualidades a la Seguridad Social. No dispongo de detalles sobre la pensión real. Tampoco entiendo muy bien por qué se consideró justo que el Rey no pague luz ni agua (corren a cargo de Patrimonio Nacional, como todo lo que tiene que ver con las posesiones que la familia real utiliza en usufructo). Ni por qué, en estos duros tiempos de austeridad, el Rey necesita a 507 personas trabajando directamente para él, ni por qué la Casa Real necesita 71 conductores y 150 comidas diarias. Y, sobre todo, no entiendo por qué la Casa Real está exenta del control del Tribunal de Cuentas y por qué han esperado al gran escándalo para revelar unas cuentas que siguen siendo extremadamente opacas.
Ya que hablamos de austeridad -y de opacidad-, hace pocos días se desveló el nombre del responsable de dar un tijeretazo de, como mínimo, 20.000 millones de euros en las cuentas españolas. Es el nuevo y flamante ministro de Economía y Competitividad. Se llama Luis de Guindos, fue secretario de Estado de Economía con Aznar y se pasó los últimos años dando vueltas del sector público al privado y viceversa. Uno de sus más recientes empleos fue como responsable en la península Ibérica del malogrado banco Lehman Brothers. Sí, ese que quebró en Estados Unidos a cuentas de las hipotecas subprime, o sea, a cuentas de la codicia infinita de unas entidades financieras que concedieron créditos imposibles, sabedoras de que no tenían mucho que perder y sí mucho que ganar. El caso De Guindos es otra prueba más de que efectivamente no tenían nada que perder: ocupas un cargo de responsabilidad en una entidad financiera que está entre las mayores responsables de la crisis, y cuya quiebra terminó de desencadenar el pánico financiero, y todo eso lleva a una crisis de deuda que trae por el camino de la amargura -y la austeridad- a todo el sur de Europa, y te premian con un carguito como ministro para que arregles el problema que tú mismo contribuiste a crear. Nada nuevo bajo el sol. Ya tenemos a directivos de Goldman Sachs -la principal entidad finaciera responsable de la crisis de deuda, pues fue la que ayudó al Gobierno de Atenas a falsear sus cuentas- en el Banco Central Europeo y en el propio gobierno griego. Que los banqueros terminen de hacerse con el control de la política europea, bajo el nombre neutro y burdo de tecnócratas, parece ya sólo cuestión de tiempo…
En fin… No dejemos de indignarnos, porque no tenemos margen para eso, pero disfrutemos también con plenitud estos días de virada, de punto de inflexión, de reflexión, de balances… estos días perdidos en el calendario en que la vida parece un cuaderno blanco por estrenar. Feliz 2012…