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Autobiografía de Federico Sánchez (Jorge Semprún) y la ausencia de ciencia en las ideologías


Comienza Lobato lamentándose de no disponer de tiempo y de obras de consulta que le hubieran permitido emitir un juicio más completo sobre la situación planteada en el Comité Ejecutivo. ‘A causa de ello- dice Lobato-, me veo obligado a prescindir en mis opiniones de citas, cifras y datos estadísticos o de cualquiera otras referencias que vendrían muy al caso’. Ahora bien, añade Lobato, esto no es demasiado grave, porque ‘la cuestión que se debate es ideológica en su fondo y nunca la ideología ha necesitado a las matemáticas. Los documentos de más aliento y persuasión, de más imperecedera actualidad del marxismo-leninismo están limpios de cifras y estadísticas, no obstante lo cual aclaran las bases teóricas, ideológicas y políticas que movilizaron a los pioneros del comunismo científico y que siguen movilizando y educando en nuestro tiempo a nuevas y sucesivas promociones de hombres y mujeres que ven en el Comunismo el modo de vida superior a que se hallan destinados los pueblos al culminar el grandioso proceso de sus luchas de liberación’. ¡Virgen Santa, qué comienzo!, como se dice en el Tenorio

No sé qué tendrá que te expulsen del partido comunista que al que le sucede queda marcado de por vida y lo cuenta en libros: Semprún, Kundera, Arthut Koestler… Y a mí me gusta leer esos libros. Dice Lobato que la ideología nunca ha necesitado de matemáticas, por supuesto. Sería como si para hacerse del Betis o del Sevilla tuviera uno que analizar los resultados.

Asunto aclarado. Lobato en el texto de Semprún aclara de una vez por todas lo que en este blog hemos observado que no son capaces de mantener tantos literatos y gentes de letras, a saber, que hay un saber sobre las cosas humanas que no necesita para nada la matemática y que a pesar de ello es un saber científico, más, el único saber científico posible acerca de todo eso. Se acabó la pretensión cartesiana y las ciencias humanas y sociales pueden respirar tranquilas sin complejos ni malas conciencias. No sé por qué ironiza Semprún.

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