«La primera parte de la cadena de producción [de azúcar] es la que está bañada con más sangre. El cultivo de la caña de azúcar, de la que proviene cerca del 80 por ciento del azúcar que se produce a nivel mundial, una planta propia de climas tropicales, fue, en los años de la conquista y colonización de América del Sur, una pieza fundamental de la economía esclavista que colocó a pueblos y continentes enteros al servicio de las metrópolis ibéricas. Dos siglos después de la abolición legal de la esclavitud, en Brasil, el principal productor y exportador mundial de caña de azúcar, miles de jornaleros trabajan en condiciones análogas a la esclavitud, una situación que se repite en los cañaverales de medio mundo. De hecho, aunque la recogida de caña tiene fama de ser uno de los trabajos más duros que existen, en la mayoría de los casos se sigue realizando de forma manual: la mano de obra es tan barata que la industria brasileña no tiene incentivos para emprender una mecanización que lleva anunciando desde los años 70, y mucho menos en la India, el segundo mayor productor mundial, donde las máquinas se utilizan en apenas un 4% de la producción. El resto son jornaleros que golpean con sus machetes los robustos tallos de la caña”.
El párrafo anterior forma parte del primer capítulo del libro Amarga dulzura, escrito por las periodistas españolas Nazaret Castro y Laura Villadiego. Castro –desde América Latina- y Villadiego –desde el sureste asiático- llevan tiempo documentando la situación de los cultivos de caña de azúcar en los principales países productores. Amarga dulzura recoge los resultados de su investigación. Puede leerse ya el primer capítulo en Periodismo humano. ¿Cuánto sufrimiento hay detrás de cada cucharadita de azúcar que mezclamos con el café cada mañana? En el blog de las dos periodistas, ‘Carro de Combate’, se puede adquirir el libro desde tan sólo 5 euros, en su formato digital.
El sufrimiento de los jornaleros que recolectan la caña de azúcar resulta mucho más tangible que el sufrimiento existencial expresado por T. S. Eliot en uno de sus primeros poemas, ‘La canción de amor de J. Alfred Prufrock’. Sin embargo, mientras leía el primer capítulo de Amarga dulzura recordé cuatro de sus versos:
I have measured out my life with coffee spoons;
I know the voices dying with a dying fall
Beneath the music from a farther room.
So how should I presume?
Cucharillas de café llenas de azúcar amargo. Periodismo necesario.
Hace unas semanas se emitió en RTVE el documental Los ojos de la guerra, sobre los periodistas españoles en zonas de guerra. El recientemente fallecido Enrique Meneses comentaba lo siguiente sobre la función de los periodistas, y cito de memoria: “Una de las labores de un periodista es joderles la digestión a los lectores o a los telespectadores”.
Sobre todo cuando los alimentos llegan a nuestra mesa gracias al sufrimiento de otros que han de padecer condiciones de trabajo y de vida en régimen de semiesclavitud.