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Baila, que Franco no se entera…

Donde se cuentan las sorpresas de investigar una década que se supone oscura

Mientras avanzo en otro libro, estoy redescubriendo la España de los años 50 y las sorpresas son continuas. Es un país en una dictadura, con la peor ley de prensa que hemos tenido en España, pero está vivo. Sorprendentemente vivo. Y acaba de pasar una guerra civil asesina. De esta década han hecho excelentes libros Marcos Ordóñez o Sánchez Dragó donde demuestran, confirman, que había una vida social consolidada, un país que medio funcionaba y que se abría curioso luego de los tenebrosos 40. Creo que es Ortega y Gasset el que le sorprendió a la vuelta del país, en 1945, como toda la ominosa literatura del tiempo chocaba con una sociedad deseosa de vivir. Y bailar.

«Una copa y luego a misa…»

Quién repase La Codorniz de aquella década se encontrará chistes contra los existencialistas, pero también polémicas literarias e incluso un circuito de kermés no tan distinto de los países europeos en rededor. Parece como si la guerra civil, los años de penuria, habían convencido a los españolitos que a falta de libertad bien valía un twist. La vedette Carmen de Lirio recuerda

«…en aquel tiempo no había tele y la radio era fundamental si querías tener éxito como artista. Había programas que daban oportunidades a nuevos talentos como yo (…) La radio me dio tanto éxito que enseguida quisieron contratarme en varios teatros. Valía para un `sketch´ cómico, para una comedia, un baile o una canción. También bailaba claqué. Las demás no estaban tan preparadas como yo. Era una artista polivalente. Además, era muy mona: monísima».

Ahora, donde Lirio es inteligente y sagaz es al reconocer la explosión de lugares del paralelo, al que juzga «espacio del doble sentido y el equívoco», o afirmar que la coctelería Chicote daba «unas fiestas de maravilla».

«…tengo miedo a cuando abres tu capote…»

Todos los que fueron jóvenes en esos 50, que ahora frisan los 80 años, tienen un vitalismo y caradura proverbial: desconocen cualquier miedo de irse de viaje a cualquier lugar ignoto, bailar con la cadera operada y tampoco mohines al iniciar un cortejo con chicas adolescentes (pronto los detendrá Irene Montero, si nada lo remedia). Son aquellos que se opusieron a vivir de maneral marcial, bajo el negruzco sepelio del nacionalcatolicismo e hicieron de la provocación una manera de vivir. A su manera, en sus exageraciones, fueron ellos los primeros en enterrar el franquismo al hacer como si no existiese.

Y cuando algo no está, lector, desaparece. Carmen de Lirio, de nuevo: «estaba decidida a hacer lo que me diera la gana».

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