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Mientras tantoBajo el chador iraní

Bajo el chador iraní


 

Empezar a escribir sobre el cine iraní, y por lo tanto sobre la sociedad iraní y lo que se podría cambiar o no, es arriesgado, y puede desembocar en miles de páginas repletas de conceptos, ideas y términos y por supuesto, en grandes contradicciones. Por lo que voy a intentar ceñirme a conceptos concretos, ideas claras y reflexiones justificadas sin irme por las interminables ramas de una cultura y un conflicto que no conozco al cien por cien.

 

Jamás pensé que en Irán se realizara un cine tan magnífico y bello, hasta que en verano me tope con una película maravillosa que se llamaba El espejo. Intrigada por el nombre, que es el mismo que el de una de las obras de Tarkovsky, me quedé embobada mirando la imagen de esa pequeña niña de velo blanco con mucho carácter andando sola por las calles de Teherán. Poco después me enteré de que era una película iraní dirigida por Jafar Panahi, quién me animo a levantar el chador del país persa y mirarle los ligueros.

 

Sí, sabía de pasada que Irán había sido uno de esos países que “antes no era así”. Sabía que había existido una revolución islámica (gracias a la película Persépolis y a algunas clases de historia durante las comidas familiares) que le hizo más mal que bien al país, y que las cosas antes no tenían nada que ver con lo que son ahora. Que se escuchaba todo tipo de música y se creaba todo tipo de música. Gracias a mi amiga Blanca de Castilla escuché por primera vez garaje iraní y fue gratificante. Sabía que muchos artistas e intelectuales persas huyeron de la zona antes de que se cerrara por completo para poder seguir siendo libres y ahora viven lejos sin saber si volverán a pisar su tierra. Y sí, también conocía sus alfombras.

 

Pero lo que también conocía, como la mayoría de occidentales, es la otra faceta del país, si, esa, la del fanatismo. Las noticas del día a día, terrorismo, terrorismo y más terrorismo. Irán, dependiendo del presidente es relativamente “tranquilo”, pero el bloqueo cultural al que estamos sometidos nos impide a menudo mirar a esa zona sin un filtro borroso que nos dificulte distinguir el “An” del “Ak” del “Af”. Es decir, el occidentalismo/eurocentrismo más radical y paranoico, del que mamamos cada vez que vemos las noticias.

 

No voy a hacer ahora apología ni propaganda pro-Irán/Oriente, porque las cosas tampoco son o muy malas o muy buenas, y a Irán le faltan bastantes kilómetros para volver a ser lo que fue. Aunque ahora el nuevo presidente Hasán Rouhaní haya sorprendido al mundo con su moderación y ganas de participación. Esperemos que así sea.

 

Aún así, es evidente que vivimos bajo cierto velo de contraataque propagandístico contra la zona “del mal” y somos desconfiados. Pero… ¡para eso está el cine!. Y desde Irán nos llegan testimonios totalmente esperanzadores, historias inimaginables para nuestras prejuiciosas mentes, y familias que demuestran un amor y un cariño del que algunos pueden aprender aquí y en todo el mundo. Por suerte el cine, como el amor, es una lengua universal.

 

Hagamos un pequeño repaso a la historia de su cinematografía:

 

En Irán el cine se introduce desde 1900 gracias al shah Mozaffareddín Shah Qayar. A este señor le gustaba viajar a Europa y en una de sus visitas a Francia descubrió lo que muchos otros, el cinematógrafo. Impresionado, le dijo a su fotógrafo que se hiciera con los medios necesarios para poder llevar uno de esos aparatos a Irán y hacer cine allí. A partir de ese momento nace el cine Iraní. Vivió distintas épocas y corrientes antes de la revolución de 1979. Las primeras películas, en mudo iban acompañadas a veces por voces femeninas o masculinas. Eso sí, mujeres y hombres separados durante la proyección, una vez que a ellas se les permitió entrar, puesto que al principio era un ocio para hombres. 

 

Como en muchos otros lugares, las películas proyectaban eventos sociales importantes como coronaciones de los shahs, y otros eventos.

 

A partir de los cincuenta el cine popular experimenta un gran éxito y buenos ingresos. El número de películas rodadas aumenta, las productoras también y el cine comercial imita los parámetros del cine turco, egipcio e indio. Adopta el nombre de películas farsi: películas con bailes, peleas, colores y finales felices. Nada que no hayamos tenido nosotros. Se crea un festival de cine y empiezan los primeros “alternativos” a intentar crear unas bases que se alejen del cine comercial del momento. Algunas fueron censuradas incluso en aquél momento como Jonub-s Sham (El sur de la ciudad, 1958) dirigida por Ghaffari, un crítico de cine, historiador del medio y director. Una película que podría ser la pionera de la nueva ola Iraní del que hablaré más tarde por su carácter neorralista a la hora de tratar sobre una zona pobre del sur de Teherán. También surgieron algunas películas experimentales escritas por poetas, algunos incluso trataban temas tan complicados como la noción del tiempo como por ejemplo Kesht va Ayneh (1965, El ladrillo y el espejo) de Ebrahim Golestan. Esto sentó las bases de una nueva corriente, pero no encontró público en Irán.

 

Aumenta el número de festivales. En la década de los 70 muchos directores tiran de influencias extranjeras para hacer sus películas. Muchas son adaptaciones de obras literarias occidentales y otras toman ejemplo del cine moderno y sobre todo tienden más a temas sociales que a simples entretenimientos comerciales. Este nuevo movimiento es denominado motefavet. Paralelamente se crea un grupo de directores que se reúne para darle forma a una vertiente progresista que sólo graba en cámaras súper8, realizando cortometrajes y videos experimentales, un grupo que se autodenominaba Cinema-ye Azad (Cine libre). Los que también empiezan a pulsar son intelectuales críticos con la occidentalización del cine y sus efectos nocivos sobre los iranís.

 

Una vez llegada la revolución islámica es evidente lo que le deparaba a la industria. Censura y limitación de temas a tratar. No fue eliminado, porque como cualquier sistema autoritario y radical es consciente de los beneficios propagandísticos del celuloide. Así que el cine empezó a tratar únicamente los géneros bélicos, religiosos-revolucionarios e históricos. Se convirtió en el elemento clave para detener las influencias occidentales y radicalizar al pueblo. El amor y las mujeres desaparecieron de las pantallas durante unos cuantos años, y el sensacionalismo pro-islam era el leitmotiv de prácticamente todo.

 

Fue entonces cuando llegó Mohammad Jatamí quien fue ministro de cultura durante el periodo de 1982 a 1986 y de 1989 a 1992. Considerado un reformista por su visión más abierta y moderada, el cine se vió algo menos presionado y los temas amorosos volvieron, junto a las mujeres, a la pantalla. 

 

Jatamí fue nombrado presidente en 1997 apoyado por todos los cineastas iranís por su tolerancia artística, hasta el 2005 (se pone al poder Ahmadineyad). Y durante ese período las alas de la nueva ola iraní echaron a volar.

 

¿Cómo es una película iraní? 


La primera palabra que me viene a la cabeza es minimalista. El cine iraní es tremendamente minimalista y sencillo. Pocas historias tienen tanta sencillez en sus guiones y producciones y a la vez tanta fuerza en su relato. Para entenderlo nos fijaremos en un primer ejemplo, la película que propulsó este nuevo movimiento en 1997. La conocida y premiada El sabor de las cerezas, de Abbas Kiarostami.

 

Un guión sencillo, un hombre en su coche con cara de pocos amigos, en un todoterreno que conduce por los caminos pedregosos y polvorientos de las afueras de Teherán. Una historia casi íntegramente grabada dentro del coche. Con un argumento tan simple a la par que estremecedor de un hombre cansado de su existencia que quiere suicidarse y tan sólo busca a alguien que esté dispuesto a cubrirlo con un par de capas de tierra una vez que se haya puesto hasta las cejas de somníferos y se haya dormido en un agujero, en medio de colinas. Favor por el que además, este “verdugo” cobrará dinero. El sistema actancial podría ser el siguiente (los actantes según Greimas son aquellos personajes que sólo cumplen una función, a diferencia del actor que a través de toda la historia cumple varías):

 

1) un sujeto: hombre protagonista en busca de:

2) un objeto: su muerte

3) un destinador confuso: puede ser él mismo (que se ha impuesto la misión de suicidarse) pero condicionado por la sociedad, es decir que prefiere la segunda opción, una sociedad Iraní opresora y aburrida,

4) un destinatario: según él las propias personas que sin su existencia se quitarán un problema e incluso un peligro, y por su puesto él mismo.

5) varios oponentes: aquellos que se niegan a hacer el trabajo 

6) el ayudante: ese hombre turco que intenta por todos los medios disuadirle de la idea de suicidio.

 

Sin embargo, un rasgo que se repetirá en otra de las películas de Kiarostami (muy aficionado a rodar dentro de los coches) es que este modelo actancial se puede agrupar en el protagonista de la siguiente forma:

 

1) Sujeto: protagonista

2) Objeto: él mismo pero bajo tierra

3) Destinador: él toma la decisión de acabar con todo, es su misión

4) Destinatario: su propia paz

5) Oponente: cada vez que no logra convencer a uno de los actantes para ayudarle en su misión. El mismo acto de tener que encontrar a alguien que lo cubra de tierra es un impedimento a su objetivo, podría morir igual sólo, pero con la diferencia de quedar expuesto a que alguien pueda verle. Pero parece que a veces flaquea en su objetivo.

 

El ayudante es el señor turco. Al fin y al cabo las ayudas suelen venirnos del exterior, por eso son ayudas, y las nuestras a nosotros mismos son complicadas y a menudo insuficientes. No sólo es la ayuda de este taxidermista, sino que una vez recordada la belleza de la vida, o de las cosas rutinarias pero bellas como son un amanecer, nuestro protagonista se sienta ante el que puede ser su último atardecer, que llena de colores naranjas y rosáceos la densa polvareda que cubre Teherán, por lo que la localización y las vistas actúan en su beneficio, igual que al turco le ayudó un amanecer, a éste le ayuda éste atardecer. Pertenecen a la parte positiva del filme. No puedo evitar imaginar este plano como una especie de alusión a la luz al fondo del túnel. Una luz que atraviesa la oscuridad de un suicidio. Una oscuridad magníficamente plasmada en esa escena angustiosa en la que nuestro hombre se sienta en medio de las colinas y una polvareda incesante y densa llena el aire de tierra por culpa de unas obras, haciendo desaparecer a nuestro protagonista. Podemos sentir la tierra entrándole en las fosas nasales, dejándolo seco, sin vida. 

 

Nuestro protagonista envuelto en polvo

 

Es remarcable como a medida que avanza el filme y la idea de suicidio va desvaneciéndose, aparecen más árboles en el entorno. Más vida después de todo lo inhabitable de la zona anterior. El uso de las localizaciones junto a las palabras del taxidermista redireccionan el destino del protagonista y lo alejan de la frontera con la muerte a un entorno algo más positivo. Como si la vida fuese recobrando sentido en su cabeza.

 

Pero el plano posterior del atardecer es la materlialización de esa otra opción, de esa otra cara de la moneda, que siempre está ahí, aunque a veces los problemas y la agresividad de una sociedad X nos dificulte el reconocimiento de su forma. La que debemos buscar por mucho polvo que encontremos o que tengamos que tragar.

 

La identificación con el personaje en esta película es muy fácil de conseguir y está muy bien llevado para que así sea. Con una focalización interna en la que no abandonamos nunca a nuestro personaje, ni veremos nada que no vea él. Somos sus ojos. El uso de las miradas  es considerada una pieza indispensable, específica de los medios de expresión del cine, para implicar al espectador en las relaciones, o los personajes. Y en El sabor de las cerezas las miradas son constantes, miradas perdidas, miradas cansadas encuadradas en planos muy cerrados, él no nos mira directamente a nosotros, pero nosotros sí a él.

 

 Atardecer sobre Teherán

 

El personaje parece buscar, en la intensidad de ese atardecer, algo de su ciudad que le haga mantenerse a flote. A través de la contaminación y el polvo, abriendo entre la suciedad y el incesante polvo, brechas que le muestren algo nuevo, algo que no haya visto aún, o algún recuerdo de los que pintan su vida entera en la ciudad que le animen a seguir, que tal vez había olvidado.

 

Como pequeña observación friki diré que la similitud que tiene con el plano final de Muerte en Venecia es más que evidente. Si pensamos en el trasfondo de la búsqueda de un algo que nos siga propulsando hacia la vida y su, a veces, insoportabilidad, la similitud es muy sugerente. No sólo simbólicamente. Los colores, la composición del cuadro…cambiamos el mar por Teherán y en vez de ser lo que ve Gustav (ocularización interna, la cámara en sus ojos), somos nosotros los que vemos, a un hombre que sigue buscando, que aún no ha encontrado. Quizás Kiarostami hizo un pequeño guiño, lo que haría muy feliz a mi lado mas friki.

 

La fotografía está al servicio de la opresión y la nostalgia, ningún color nos es amistoso o acogedor, salvo el plano del atardecer. El montaje no tiene misterio alguno ya que sigue casi en todo el film un tiempo real, por lo que es un montaje narrativo bastante simple sin intención de experimentar con la realidad que se nos presenta. Las localizaciones están también al servicio de la sensación. Escenarios secos, sin un atisbo de vida. 

 

Entorno sin vida

 

Podría seguir con esta película pero no quiero encasillarme sólo en una teniendo en cuenta las que faltan por analizar. Concluimos en que es una critica social potente (sin ser evidente) que nos otorga la oportunidad a nosotros, los occidentales, de entender la situación de frustración y descontento que viven muchas personas en Irán y también es, por supuesto, una llamada a esperanza para los espectadores iranís que se sientan como el protagonista.

 

Para los interesados, El sabor de las cerezas online con subtítulos en español.

 

Partiendo del último apunte que he hecho sobre el montaje voy a hablar de la película El globo blanco (1995), del director Jafar Panahi, otro de los principales miembros de esta Nueva Ola y uno de mis favoritos. El guión es de Abbas Kiarostami.

 

Esta película se desarrolla en tiempo real. En una cuantas horas, desde la mañana al mediodía más o menos, y no hay saltos temporales de horas ni de días. Más sencillo imposible, un relato muy simple para sustentar una historia muy sencilla.

 

En esta ocasión los protagonistas son dos hermanos, especialmente ella, y no tiene ganas de suicidarse, lo único que quiere es comprar un pez de colores que ha visto en una tienda para ponerlo el día de año nuevo, ya que los que tienen en casa son demasiado delgados y feos. (El año nuevo Iraní es el primer día de primavera y es tradición tener una pecera con un pez que traerá buena suerte).

 

Así que todo girará entorno a dar “caza” al pequeño animal. Lo atractivo reside en la simplicidad de la historia, y en lo complicada que se torna. Sentimos junto a la protagonista (con la que nos identificamos y por la que sentimos cada paso que da) momentos de angustia (sensación que estos directores plasman y recrean a la perfección), inseguridad, lástima, desamparo y por supuesto, esperanza. Como ya he dicho, la identificación puede ser muy sencilla para todos nosotros que en su día fuimos niños. Todos nos habremos visto en una situación similar, el momento en el que básicamente “la liamos parda” en algo que nuestros padres nos han permitido a regañadientes.

 

El guión enfrenta a nuestra pequeña protagonista a numerosos obstáculos, todos creíbles. En ningún momento se exagera ni se intenta dar pena. Su aspecto, de niña pequeña, con un velo blanco y un vestido rojo crea sensación de vulnerabilidad. En medio de una ciudad como tan aplastante como Teherán la empatía es total, deseamos poder entrar en la diégesis, cogerla de la mano, comprarle el dichoso pez y hacerla volver a su casa, donde desde luego estará más segura. Pero a pesar de su apariencia débil y frágil el personaje está tan bien planteado: gracias a su carácter fuerte y cabezota (y a terceros actantes que le abren el camino), terminamos por no temer por ella. Panahi es el que más evidente hace el reflejo del mayor numero posible de aspectos psicológicos de Irán. De una forma compositiva, no deja nada a la imaginación o a lo metafórico, los hechos se presentan tal cual son. La historia es llevada adelante por Razieh y su hermano, unos pocos años mayor que ella. Un niño/a por lo general es sinónimo de inocencia, creo que es uno de los motivos por los que son protagonistas en tantas películas. Como decía, la inocencia existe siempre en los niños, por desgracia en algunos países se pierde antes que en otros, y en algunos casos, demasiado pronto. Pero estos dos niños caminan por los límites de esa frontera, sobre todo el hermano, quien en un momento dado recibe en forma de puñetazo la realidad de un padre autoritario e invisible. Una pequeña mancha morada en el ojo del hermano imponen en la inocencia de cada encuadre junto a su hermana, la presencia del fin de una infancia más o menos feliz.

 

Hermanos Iraníes.

 

Su relación es el ingrediente para hacernos a todos saborear las relaciones fraternales iraníes. Las que según esta película, en ocasiones son exactamente iguales que en el resto del mundo, y recordamos entonces que de una forma u otra somos iguales al menos en algún momento de nuestras respectivas vidas.

 

Anotaré que en este sentido The White Balloon es la película más tierna, aunque las relaciones filiales se retomen también en El Círculo (2001), también de Panahi, que nos muestra una cara mucho menos amable de su sociedad, especialmente sobre la mujer si ésta está sola o si en el terrible caso de la protagonista, ha salido de la cárcel (la intención de los hermanos para/con ella son de todo menos cariño fraternal).

 

The White Ballon es ternura, crítica, y sobre todo, reflejos. Es maestría cinematográfica, es conseguir, no saliéndose de los parámetros impuestos ni hablando de temas prohibidos, destripar los comportamientos de los ciudadanos adultos de Teherán utilizando las aventuras de dos niños pequeños. Una lección de cómo sí se puede hacer cine, aunque tengas las alas cortadas. Como dijo el propio Panahi: «En un mundo en el que las películas están hechas con millones de dólares, nosotros hemos hecho una película sobre una niña que quiere comprar un pez por menos de un dólar. Esto es lo que estamos intentando mostrar en The White Balloon».


Aquí podéis ver The White Balloon online con subtítulos en inglés.

 

Aunque Panahi se “limite” a lo que le dejan los censores, no siempre ha podido hacerlo, mejor dicho, no siempre ha colado. Panahi ha estado en prisión y de hecho tiene una condena por la que no puede hacer cine durante casi veinte años, escribir guiones, ni dar entrevistas. Pero no hay nada como prohibirle a un director de cine que no haga cine. Panahi sacó This is not a Film, una película documental grabada en su casa, y en la que el director, retando a cualquier institución, decide leernos el guión de una película que quiere hacer alegando que le prohibieron rodar, pero no leer guiones. No sólo lee el guión (aunque no entero), sino que usando los muebles y sillas intenta construir lo que sería la puesta en escena, cosa que consigue bastante bien, aunque en un momento dado se siente abatido y decide dejarlo. Una pena.

 

This is Not a Film

 

Tiene prohibido abandonar el país y This is not a Film llegó a Cannes por un pendrive escondido en una tarta. Lo mejor del film, los créditos, mediante los cuales materializa la delicada situación de los cineastas, no pudiendo escribir los nombres de aquellos que le apoyan.

 

 Créditos This Is Not a Film

 

“La situación del cine nacional no está como para ayudar mucho. Si mueven un dedo pueden inhabilitarlos de por vida, no espero mucha reacción” , comentó Jafar Panahi mientras hablaba con su abogada.

 

Tráiler de This is not a Film 

 

No nos extraña entonces, lo muy molesto que resulta Panahi a los censores islámicos, que consideran que “actúa contra la seguridad nacional y hace propaganda contra el estado”.

 

Como antes he nombrado El círculo y a la situación que viven las mujeres protagonistas, tiraré del hilo y hablare de la película: Offside (2006). Uno de los temas que el director más crítica es ese tan espinoso que trae tantos dolores de cabeza: la mujer en Irán.

 

 Offside


“Seguro que ha ido al partido, si no, ¿como lo saben los hermanos?, es mejor que la encuentre yo antes, ellos son capaces de matarla” –frase de un anciano que busca a su hija.

 

Offside me gusta especialmente por el núcleo central por el que gira todo: el fútbol, y por la sátira dominante en toda la película. Las actrices no son profesionales, el partido es real, y los extras son asistentes al mismo. No hay piedra ni cartón.

 

En Irán las mujeres tienen prohibido ir al estadio por “las palabras soeces” que puedan oír. Pero las hay que le echan valor no, lo siguiente, se disfrazan de hombres y se intentan colar, sabiendo qué puede pasarles si las pillan: directas a las brigadas antivicio y a la reacción familiar.

 

Sigue una línea temporal sin cortes, todo se desarrolla a medida que se desarrolla el partido. En este caso, las facetas sociales se nos dividen en cada una de las mujeres, los guardias que las vigilan, los asistentes al partido o el anciano que busca a su hija. Todos tienen un comportamiento distinto, desde el grupo de mujeres, de más rebeldes a más sumisas, los jóvenes chicos que llevan consigo a una mujer camuflada en el autobús. Chicos que no las delatan y que en ocasiones les desean suerte en su aventura. En realidad no hay un protagonista concreta, todos cumplen una función, pero ninguno más que otro. La actuación de los guardias y su carácter está a la misma altura que el de las mujeres. El arco de transformación de ellos es impresionante. Se nos presentan como el prototipo de hombre machista y bruto que muchos imaginamos por esas zonas. Cerrados y sin ganas de hablar con esas mujeres que encima les están privando de ver el partido. Pero la evolución los lleva a límites insospechados, tanto por el comportamiento de ellas, como las propias contradicciones a las que se ven enfrentados. Estas surgen a raíz de algunas de las conversaciones que ellas mantienen con ellos. La más valiente y rebelde le plantea preguntas sobre la razón por la que no pueden estar allí. El momento cumbre es cuando uno de ellos, el que peor nos cae a todos desde el primer momento dice las siguientes palabras ante un intento de agresión  a una de las mujeres:

 

Guarda: ¿Pero qué hace? No se le pega a una mujer, ¿es que no se lo han enseñado?

Anciano: No se meta.

Guarda: Si la abofetea mañana no volverá a casa.

Anciano: ¡Debo castigarla!

Guarda: ¿Castigarla?-

Anciano: Le prohibí…

Guarda: ¿Prohibir?, no se puede tener a una mujer prisionera ¿Qué ideas son esas?

Anciano: ¡Eres tú el que la has encerrado!

Guarda: ¡Tenemos órdenes! debemos cumplirlas, es mi deber.

 

Imagino a Panahi lleno de felicidad pensando: “¡Como les va a gustar este diálogo a los del festival de Berlín!”.

 

Pero considerarlo así sería una forma muy occidentalmente prejuiciosa de ver a Panahi como un vendido. Esa actitud existe aunque aún sea muy débil. Siempre muestra la cara y la cruz.

 

Son muchos los hombres que se nos presentan en ese hervidero de palabrotas e impulsos que es el estadio de fútbol, pero algunos muestran un comportamiento tolerante con las féminas, no sólo los guardias.

 

En este caso, lo que la hace una sátira tan amable, es la relación entre prisioneras y guardias. Al borde del clímax es difícil saber quién tiene prisionero a quién, o si sencillamente son todos prisioneros del fanatismo. Tanto hombres como mujeres. Al fin y al cabo, ninguno de los sexos, puede ver el partido, unas por ley, y otros también.

 

Ella: ¿Puedo preguntarte algo?

Él: Déjame, no te acerques, ¡no te acerques!

Élla: ¿Por qué gritas siempre? yo sólo quiero charlar, ¿puedo preguntarte algo?

Él: ¿El qué?

Ella: ¿Por qué no pueden entrar las mujeres con los hombres?

Él: ¿Por qué eres tan testaruda? Las mujeres no pueden mezclarse con los hombres.

Ella: ¿Y por qué si pueden entrar unas japonesas?

Él: Porque son japonesas.

Ella: O sea ¿que mi problema es haber nacido en Irán? ¿si hubiera nacido en Japón podría ir al fútbol?

Él: No hablan el mismo idioma que nosotros, no pueden entender la palabrotas de los hombres.

Ella: Entonces, ¿es porque hablan mal?

Él: No, no es solo por eso, un hombre y una mujer no deben sentarse juntos.


Tráiler de Offside .

 

Termino así el barrido por algunas de las obras de Panahi. Crítico con la sociedad de su país al que odia y ama a partes iguales.

 

Volviendo al tema de los niños, y para ir dirigiendo esto a su final, no puedo dejar de lado dos películas de otro famoso director Kurdo-Iraní, Bahman Ghobadi.


Este señor, de origen kurdo y muy comprometido con los suyos y con la situación precaria en la que vive la mayoría de su gente, con un estilo menos optimista y más duro que Panahi, nos transporta a las entrañas de la vida kurdo-iraní donde el frío y el barro de las montañas del norte de Irán hacen de hogar para muchas personas, en este caso, cuatro hermanos en A Time For Drunken Horses (2000).

 

La película es durísima, y el relato apenas nos deja respirar. Mucho menos optimista que The White Ballon. Cuatro hermanos: una niña mayor, de unos trece años, un hermano algo más pequeño, Ayoub, de unos once o doce, otra niña de unos siete y un cuarto hermano con una enfermedad degenerativa de los huesos, llamado Madi, que aunque parezca tener poco más de 5 años, por lo que oímos tiene 15. (Creo que sufre osteogénesis imperfecta). El objetivo es curarlo. Pero conseguirlo no va a ser nada fácil.

 

A Time for drunken Horses

 

Toda la vida de estos niños nos es presentada usando un realismo aplastante en sus imágenes, una fotografía envolvente y un guión, que como otras películas del país, es simple pero cargado. El uso de las localizaciones es asfixiante por lo hostiles que nos resultan, la puesta en escena es fría como el clima en el que viven, y la actuación de las personas es tan realista como estremecedora. No hay ni un plano en el que aparezca el sol, el suelo está casi siempre encharcado y embarrado. De las pequeñas bocas de los niños sale siempre vaho, y sus mejillas están rojas, aunque parecen poder con el clima, llevando puestos pequeños chubasqueros que parecen de todo menos abrigados, protegiéndoles del aire cargado e inhóspito de las zonas fronterizas. No hay casi árboles en las empinadas laderas que les separan de la frontera, y los que hay, no tienen vida. Mulas y burros famélicos beben agua con alcohol para afrontar el frío y rendir mejor, o eso es lo que piensan los hombres rudos que se juegan la vida intentando pasar mercancías a Irak. Todo nos resulta delicado y al límite, casi como una pesadilla materializada en la indefensión del pequeño Madi y en lo mucho que dudamos por su futuro. Pero aunque parezca imposible, entra en juego, de nuevo el amor, un amor fraternal que entre tanto trabajo y esfuerzo parece mudo, pero que está. Ayoub es un niño que ama, con todo su corazón. Ama a su hermana pequeña a la que compra cuadernos para que estudie, ama a Madi por quién emprenderá el viaje definitivo en busca de dinero para su operación y ama a su hermana mayor a la cual no puede retener en casa y por la que llorará cuando ésta se marche a casarse con el hombre de otro pueblo.

 

Lo único que le quita un poco de negra opacidad a la diégesis es el amor y sacrificio de unos hermanos por mantener sano a alguien que todavía les pertenece a ellos, y por el que están dispuestos a morir.

 

Una operación está disponible al otro lado de la frontera, y el precio por una de las mulas del pueblo puede cubrir ese gasto, el problema está en si Ayoub conseguirá subir esa cuesta, no coincidir con los asesinos del otro lado y si, básicamente, esa operación existe.

 

El orden de la historia es cronológico, no hay ni flashbacks ni flashforwards, no hay nada más que el presente, no hay tiempo para sueños, ni para recuerdos, sólo uno de los días de los montones de días que marcan sus intensas vidas en un pequeño pueblo kurdo. Aunque sí hay anuncios que nos permiten avanzar sobre el desarrollo del relato, que nos hacen imaginar cómo se va a desenvolver el futuro diegético; el más significativo para mí, es el de las mulas bebiendo agua con alcohol.

 

 Drunken Horses

 

En cuanto a edición, sigue la dinámica de las demás, no trata de alterar nuestra mente ni sentidos con un montaje específico, para ello sólo necesita los encuadres correctos (y los tiene) aunque en este caso sí hay saltos temporales.

 

Para interesados aquí el enlace a la película completa A Time for drunken Horses , con subtítulos en español 

 

Cada escena y cada complicación arañan, como la nieve a sus rostros. Y continuando en el encharcado y el embarrado cine de Ghobadi vamos con Las tortugas también vuelan (2004).

 

Probablemente una de las más internacionales a la hora de proyección y distribución en el extranjero.  Me gustó mucho, ver por primera vez, un testimonio de la guerra de Irak que no me llega desde el lado occidental, sino que nos llega desde un pequeño pueblo, de nuevo, en el norte de Irán en la zona kurda, y con sus efectos sobre los niños. Cómo afectan estos conflictos a los que no deciden si se hace la guerra o no (pero que sí la sufren).  Campos de minas que sirven de sustento a jóvenes niños que para ganarse el pan las desactivan y las venden, que si son americanas aumenta el precio y si no disminuye, y como puede una situación que ya es precaria empeorar aún más.

 

Esta película denuncia no sólo los problemas locales, sino que involucra a todo el mundo, o por lo menos a los responsables de los últimos conflictos (No sólo con Estados Unidos, también con otros vecinos).

 

La historia la lleva con maestría un joven actor que interpreta a un chaval muy espabilado y listo, además de feliz, aunque viva rodeado de minas, objetos militares abandonados y barro, mucho barro. Un chaval que aún no ha sufrido directamente los problemas que conlleva un conflicto internacional y que es el responsable de llevar antenas y por lo tanto información sobre la situación a todos los pueblos. Recurre en cuanto puede a palabras en inglés que ha aprendido en la tele. Sintiéndose una especie de estrella. Es además el líder de un gran grupo de pequeños niños que corretean por el poblado sin mucho más que hacer que lo que les mande “Satélite” nombre que le adjudican.

 

 

Satélite

 

La película tiene escenas absolutamente impresionantes y ante todo, valientes. Increíble el momento en el que conectan la tele al micrófono de la mezquita, y de los altavoces de la misma se oye por todo el pueblo hablar al mismísimo George Bush, eso sí, nadie entiende nada de lo que dice. Muchos se muestran interesados por la opinión del exterior, y sobre todo, la mayoría está en desacuerdo con el conflicto, más que nada, porque ni siquiera saben de qué va. Ghobadi sigue, estéticamente la línea de A Time For Drunken Horses, una fotografía simple pero realista, pocos planos con sol, árboles muertos, localizaciones aún más sórdidas, pueblos llenos de tanques abandonados. Como recolectores de chatarra todo lo que encuentran se lo traen, aunque no sirva para nada: miles de casquillos enormes de bombas crean grandes bloques de hierro oxidado. La reminiscencia de un pasado muy violento y atroz como el que han vivido casi siempre los kurdos, no sólo por conflictos externos desde occidente, sino también por conflictos internos. Años de matanzas y muertes quedan congelados en una mina aún activa, no fue suficiente entonces, y el recuerdo espera, activándose aleatoriamente y amputando algún miembro.

 

El desarrollo del personaje principal, Satélite, es un descenso a los infiernos. Vive en una especie de universo paralelo en el que realmente todo le da un poco igual mientras mantenga sus chanchullos. Es decir, que vive como viviría cualquier adolescente normal, sólo que en un entorno poco normal. Hay hueco para el amor, sí. Satélite se enamora perdidamente de la huella de la violencia. De una niña algo mística que junto a sus dos hermanos (muy parecido el triángulo al de A Time For Drunken Horses, aunque al final entenderemos que no es exactamente igual de parecido) hacen sus tareas pero no se relacionan con los demás. Una niña de mirada triste y apagada. El guión en este caso tiene alguna alteración con la otra película y de hecho tiene una estructura circular. El primer plano nos muestra un acontecimiento desagradable, el salto de una persona al vacío, y pronto sabremos de quién se trata. De modo que, desde el principio Ghobadi se encarga de anularnos cualquier deseo de depositar esperanza en el desarrollo de la vida de estos niños. Niños que tienen pandillas como aquí, que admiran y siguen a un líder, como aquí, que tienen amigos íntimos y no tan íntimos, que a veces son un poco pesados, que corretean y juegan al escondite entre tanques y bombas vacías (eso sí los diferencia de nosotros), que chapotean en barro, a veces descalzos, niños que compran armas sin problema en un mercado repleto de ellas. Niños que piensan que un buen regalo para una niña a la que conquistar, es un collar hecho con balas.

 

Las tortugas también vuelan

 

Para los interesados en ver Las tortugas también vuelan enlace con subtítulos en español

 

Podría seguir con más películas pero creo que me quedaría demasiado largo. He hablado de las películas que a mí personalmente más me han gustado de este cine persa, las que alteraron mis sentidos con poco efecto visual pero sí un fuerte contenido diegético.

 

Irán se nos antoja inaccesible, inteligible y brutal, lejano y desconocido. Pero su cine nos abre una ventana a otras vistas. Eminentemente realista, y humanitario, no necesita efectos especiales ni grandes presupuestos. De hecho, personalmente, las que más me gustan suelen ser óperas primas de muy bajo presupuesto. Tampoco son necesarias escenas de violencia, o acción trepidante. La censura no se lo permite, y han sabido adaptarse perfectamente y sacar lo mejor de sus limitaciones. No se necesita acción ni intriga cuando la realidad supera la ficción. Los protagonistas suelen ser personajes con inocencia, a pesar de tener vidas difíciles y desagradables. Algunos de los niños tienen infancias tan tullidas como el propio Madi, no hay hueco para sueños ni juegos. A algunos la vida les da algo más de margen, a otros no. El amor existe, aunque sea caduco, en algunos casos demasiado pronto. La  violencia es un hecho, y es difícil denunciarla y que sea escuchado. La represión es una ley y de momento sigue vigente. Las prohibiciones son el pan de cada día, y como con toda prohibición hay personas dispuestas a saltársela por muy arriesgado que sea. Hay hostilidad, pero algunos apartan la brutalidad de un entorno y buscan entre el polvo algo que haga merecer la pena a su martirio, como por ejemplo, el sabor de una cereza. Unos deciden y otros no, algunos desean otra vida u otro destino, vidas que nunca serán suyas. Pero el futuro sigue siendo tan indeciso como el de Ayoub quien, totalmente solo, cruza una frontera hecha por unos pocos alambres, acompañado por su hermano Madi y una mula borracha.

 

El cineiIraní nos enseña las dos caras de la moneda, y durante las proyecciones la moneda se lanza al aire y da vueltas constantemente. Suspendida en el aire nosotros elegimos con cuál de las caras detenerla.

 

“La visión es una actividad creadora del espíritu humano” ,Arnheim.

 

Dejo aquí los nombres de otras películas igual de maravillosas que las descritas aquí.

 

TEN , de Abbas Kiarostami. Película online, subtítulos en inglés. Rodada íntegramente dentro de un coche. Diez personas distintas subirán con la conductora, la protagonista y una vez dentro, cada uno mostrara un lado social.

 

Close-up, de Abbas Kiarostami. Muy interesante como metacine, un hombre se siente vacío y pobre y decide apropiarse de la personalidad de un director de cine, de su nombre y su carácter.

 

Baran (Lluvia), de Majid Majidi. Tráiler. Película sobre los afganos que trabajan explotados en la zona iraní de la frontera. Muy recomendable

 

The Circle, de Jafar Panahi: sobre la vida de las mujer expresidiarias en Irán.

 

El espejo, de jafar Panahi: una niña decide volver sola del colegio a casa. 

 

Nadie sabe nada de gatos persas  de Bahman Ghobadi, un maravilloso documental sobre la musica de las bandas de Teherán. Desde el Hip-hop hasta el heavy metal.

 

Nader y Simin, una separación. De Ashgar Farhadi. (ganadora de un Oscar a mejor película de habla no inglesa). El proceso de separación de un matrimonio iraní. Religión y tradición vs modernidad

                                                                                                                                                Laurel de Baco

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