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Bajo el volcán

Este texto forma parte de las Remembranzas El sereno de Assilah

capítulo 11 Bajo el volcán

Los enfermos mentales de la Clínica Bellevue, de Nueva York, en la que estuvo internado Malcolm Lowry, gritaban de alegría cuando veían que un barco atracaba en el puerto, y caían en un silencio desesperanzado cuando un barco se hacía a la mar. ¿Qué pensaría el autor de Bajo el volcán de esta reacción de sus compañeros de dolencias, él que toda su vida la empleó en embarcarse y en huir? ¿Por qué me viene hoy a la mente este autor maldito que nunca me gustó y cuyo alcoholismo tuvo tanto que ver con su miedo a la vida y a su perfección final que es la muerte? Por supuesto que fue un enfermo mental y que estuvo internado en más de doce ocasiones en diferentes clínicas, pero quisiera saber qué le movió, en lo más profundo de su existir, a huir de semejante manera, a destrozarse hasta la aniquilación suprema de una sobredosis de somníferos, en su Inglaterra natal en junio de 1957 después de haber deambulado por medio mundo. Aquí no pruebo el alcohol, porque no quiero, pero ayer después del paseo por las playas, no escribí nada durante el resto del día. Voy a rememorar algunos datos de Malcolm Lowry para ver si encuentro por qué me ha venido a la mente.
Nació en Inglaterra, en 1909. Era hijo de un rico comerciante (broker) en algodón con plantaciones en Egipto, Perú y Tejas. Su abuelo, por parte de madre, había sido capitán de barcos noruego. Al igual que sus tres hermanos fue a los mejores colegios privados y al Leys school de Cambridge. Ganó un campeonato de golf a los quince años, vivió con todas las comodidades de su elevada condición social, y después de rebeló contra sus orígenes burgueses e interrumpió sus estudios. Aquí hay algo que me falla. No se interrumpe una carrera universitaria por esta causa, solamente. No, tiene que haber otras más profundas. Se hizo a la mar como marinero en un buque mercante que se dirigía a China y hacía escala en Oslo, en donde Malcolm quería visitar al escritor Nordahl Grieg.
Después, continuó sus estudios en la universidad de Cambridge en donde alcanzaría una diplomatura de primera clase en inglés y donde comenzó su fama de prometedor joven escritor. Allí escribió su primera novela Ultramarino cuyo título nos da una pista. Se sirvió del material acumulado durante su viaje a Yokohama en el navío Pyrrus. Nunca ocultó que este libro se inspiró en la novela de Grieg, El barco zarpa (1924), y también en la novela Viaje azul, de su amigo Conrad Aiken. La vida de este escritor norteamericano tampoco tiene desperdicio. La mayor parte de su obra como poeta, novelista y crítico refleja su enorme interés por el psicoanálisis y por el desarrollo de la propia identidad. Conrad Aiken había nacido en Savannah, Georgia, adonde regresaría para morir.
El nombre de esta ciudad me encanta porque es donde se desarrolla uno los más bonitos relatos del cine XX sobre el golf llevado al cine como director por Robert Redford con un intérprete genial, el ángel negro Will Smith que, en la noche, ayuda a Matt Demon, que regresaba de la guerra y quería recuperar su juego. Voy a buscar esta película y saborearla a ver por qué me había impresionado tanto en el pasado.
En su infancia, Aiken padeció un terrible trauma cuando descubrió los cuerpos de sus padres. Su padre, un medico brillante, había matado a su esposa y después se suicidó. Fue educado en casa de una tía bisabuela, y después en la universidad de Harward. Cuando alcanzó la edad en la que su padre consumó la tragedia, Aiken también tuvo dificultades para controlar una fuerte depresión. En su relato autobiográfico Ushant: An essay (1952), Aiken confesó que, cuando encontró a sus padres muertos, “se encontró a sí mismo poseído por ellos para siempre”. En esta autobiografía, el mismo Malcom aparece bajo el personaje de Hambro.
Lowry vivió en Londres y después, en París hasta 1935, no con las ganancias de su trabajo personal sino con la ayuda de su familia; así es más fácil repudiar los propios orígenes y el medio social que le va a servir durante toda su vida para mantener su nivel de vida, y también sostener sus neurosis y pagar las clínicas mentales en donde trataba de recuperarse. Viajó a España y aquí encontró a la escritora norteamericana, Jan Gabriel, con la que se habría de casarse en 1934 y marcharse a vivir en Estados Unidos. Allí pasó algún tiempo en la clínica psiquiátrica Bellevue, de Nueva York, que ha dado lugar a tan larga disquisición. Lowry marchó a México, en dónde encontró el marco adecuado para su más famosa novela, Bajo el volcán. Las cumbres nevadas del volcán Popocatépetl, fueron para Lowry como un símbolo de sus anhelos mientras que las profundidades boscosas de sus alrededores le parecían la atracción opuesta.
Aunque sea otra digresión dentro de la primera, fue en Cuernavaca, en 1963, a mis 26 años, en donde descubrí un poco del alma india que tanto habría de atraerme más tarde. Allí fui a descansar en casa de amigos próximos al ministro de la República Indalecio Prieto, al terminar mi estancia en Nueva York durante el verano. Cabalgaba yo un día muy temprano e iba solo. No sé cómo se me ocurrió que, puesto que tenía tiempo, podría “acercarme” a San Miguel Allende. Como tantas otras veces, pensado y hecho. Cerca de una encrucijada de caminos adelanté a un indio vestido de blanco que con su correr característico se diría que no iba a llegar a ningún sitio, ya ya, y le pregunté, cándido de mi, por San Miguel Allende. “Ahí, no más, tras lomitas”, me respondió sin alterar su marcha. Le di las gracias y puse el caballo al galope para alcanzar “las lomitas” y descansar allí antes de regresar. Ingenuo de mí, al cabo de dos horas seguía sin ver más que las jodidas lomitas hasta que un criollo, cazurro y algo socarrón, me dijo “¿Tras lomitas? Je je, pues no le quedan a usted días de marcha, Patroncito”. Me debió quedar la cara a cuadros porque el viejo me dijo “No se lo tome a mal. El indiecito no le engañó, pues tras lomitas está San Miguel Allende”. “Pero ¿cómo no me dijo que quedaba a tanta distancia?” “¿Usted se lo preguntó?” “No, claro”. “Ese claro, tan español y tan europeo, no tiene por qué interpretarlo un indio cuándo se dirigen a él en la lengua de Castilla. Un indio nunca deja de responder a un blanco que le pregunta, y como los blancos son tan suyos que igual les da por llegar en unos barcos y ponerse a conquistar un imperio…” “Déjelo, déjelo. Está bien así. Aprenderé para otra vez”.
Siempre he recodado esa anécdota en mi trato con los nativos en los largos viajes que me esperaban, aunque yo entonces no lo sabía, por todos los países de América, excepto Haití, y por la mayoría de los de África y Oriente Medio. Aprendí a preguntar lo que debía, cuando se debía y a quién debía. Di las gracias y volví grupas para deshacer el camino y regresar a la casa en donde se rieron un buen rato con la historia que ya he contado en algún otro lugar. Más tarde, cuando su esposa Jan Gabriel se divorció de Malcolm y publicó Dentro del Volcán, lo cual no dejó de ser un abuso pues la obra de Malcom ya se había convertido en un best seller, escribió que “Malcom podía beberse cualquier cosa. Un día, había tirado una botella de alcohol que yo utilizaba para darle masaje en la espalda y que la cocinera había rellenado con aceite de cocinar y él se lo bebió de un golpe…»  En Los Ángeles, Lowry encontró a su segunda esposa, la novelista Margerie Bonner, que le habría de ayudar a la publicación de su obra más famosa. Cambiaron varias veces de país y de domicilio. Pero, ya en 1940, Lowry había escrito una temprana e impublicable edición de Bajo el Volcán que había enviado a su agente Harold Matson. Después de que doce editores rechazaran el manuscrito, Malcom empleó parte de los cinco años siguientes en rescribirlo y enriquecerlo con los profundos y mágicos elementos que habían de iluminar la redacción definitiva, diez años después de haberla comenzado. No deja de ser interesante, aunque en este caso, como en otros muchos que se conocen, la revisión o editing del texto por una mano amiga del editor puede ayudar mucho a su éxito. Recordemos lo que le pasó a García Márquez cuando, cansado de que varias editoriales rechazasen el original de Cien años de soledad, la envió a un editor argentino que le ofreció publicarla si admitía las sugerencias de “cambiar la carpintería” del cual le había enviado una copia a máquina. Gabo, casi desesperado y cansado, lo aceptó si el editor se comprometía a devolverle la copia original que le había enviado para destruirla él mismo. Así fue acordado, la edición fue un éxito mundial que se consagraría mundialmente con el Nobel y con las condiciones económicas resueltas para seguir su gran obra literaria. Ya sabemos que “esa” primera copia no se destruyó, pero no se dio a conocer nunca en vida de Gabo.
Lowry trabajó en varios proyectos de obras incapaz de llevarlas a cabo. La neurosis, de una clase o de la otra, aparece en cada palabra que escribe, ambas la neurosis y una especie de orgullosa salud. Quizás su tragedia, consista en que es el único escritor normal dejado sobre la tierra y a esta soledad se añade a su profundo sentimiento de culpa.
La historia se desenvuelve en Cuauhnáhuac, México. Describe las últimas doce horas, en noviembre de 1938, en la vida de Geoffrey Firmin, Cónsul británico en una ciudad mexicana situada al pie de dos volcanes. Firmin es un alcohólico que rechazó el amor de su esposa Priscilla y a sus amigos refugiándose en la bebida para escapar de la inhumanidad del mundo moderno y del propio sentimiento de fracaso. La novela, escrita en sus momentos de consciencia, muestra la influencia de Joseph Conrad y de James Joyce, y a pesar del sombrío argumento, el libro está escrito en un aparente estilo lírico y hasta de humor.

El alcoholismo de Lowry y sus problemas mentales ensombrecieron su carrera de escritor. Bajo el volcán se publicó y tuvo un gran éxito, pero el comienzo de su carrera fue muy difícil. Durante los últimos diez años de su vida, Lowry entró y salió de clínicas y de hospitals en más de diez ocasiones. Lowry murió en Ripe, Sussex, Inglaterra, el 27 de junio de 1957 a causa de una sobredósis de pastillas para dormir. Fue enterrado en el Cementerio de la iglesia local.

En su obra inacabada, Dark as the grave wherein my friend is laid (1968) el protagonista, Sigbjørn Wilderness, es el alter ego de Lowry, un escritor incapaz para dedicarse a escribir, pero cuyo viaje a la auto destrucción está dominado por la desesperación y la culpa, temas de muchos de sus poemas publicados en 1992.

José Carlos Gª Fajardo. Profesor Emérito U.C.M.

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