Miguel Roán (Vigo, 1981) Escribe regularmente sobre los Balcanes y traduce con frecuencia del antiguo serbo-croata todo lo que cae en sus manos. Lleva media vida transitando esta región de Europa –física y espiritualmente-. El escritor gallego se ha convertido en un referente para aquellos que intentamos seguir la cultura y política balcánica de cerca. Estos días anda con un pie en Berlín y otro en Belgrado.
El tiempo vuela y ya han pasado dos años desde que publicase Maratón Balcánico (Caballo de Troya),pero él no para y ahora vuelve a la carga con Balcanismos: manifiesto contra los estereotipos (Editorial Báltica); además de una nueva plataforma digital, creada junto a Gilberto Martínez, para acercarnos la información y cultura que tiene su origen en toda la región.
—En primer lugar, me gustaría preguntarte por tu formación y sobre cómo empezaste la vinculación con Serbia y los Balcanes.
—Terminé Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma, aunque siempre me interesaron más los temas sociales. La sorpresa fue que pretendía hacer mis estudios de pos-grado sobre Sudáfrica, después de pasar un verano en Ciudad del Cabo, y en 2005 decidí viajar por todos los Balcanes y cambié de planes. Me fascinó lo que vi, sobre todo Belgrado, pero también todo el espacio político, social y cultural de la región. Me acuerdo de estar en un bar flotante, el Brodić, de noche sobre el río Sava, y decidir que, al año siguiente, quería irme a vivir allí. En 2006 estaba de vuelta en Belgrado. Trabajé dos años en el Instituto Cervantes como profesor colaborador y después logré una beca de investigador de la AECID en la Facultad de Ciencias Políticas que me permitió hacer mis estudios de pos-grado, estudiar la lengua, investigar, viajar… Fueron dos o tres años de inmersión académica realmente reveladores. Además, recuerdo con cariño defender en serbio mi tesis de máster ante una comisión de profesores locales, Zoran Stojilković, Čedomir Čupić y Vukašin Pavlović. Desde entonces, me he ido dedicando a la misma área de estudios, pero en diferentes facetas, desde la docencia sobre temas balcánicos, investigación, edición, consultoría, iniciativas culturales, traducción o mis propias publicaciones. Esa fue la aspiración formativa. Luego hubo otra más ideológica. Tenía una motivación más profunda desde las guerras de la ex Yugoslavia, que tenía que ver con mi rechazo a las narrativas negativas sobre la región, que vivimos muchos de mi generación, y que se intensificaron para justificar los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia. Si en un principio me interesaron la raíz de los conflictos locales, luego fueron apareciendo constantemente muchos más intereses, desde la literatura, el teatro, el cine hasta la geopolítica o la ampliación de la UE. Aquello es una fuente de contenidos formidable en toda la esfera social, desde la cultura a la política. Ahora termino mi tesis en la Universidad de Valencia sobre movimientos sociales en el espacio ex yugoslavo, y estoy contento con ese recorrido que voy haciendo desde el estudio de aspectos no tan felices de la historia local, hasta los procesos más transformativos de la sociedad civil actual. Un poco de aire fresco.
—Terminas de publicar Balcanismos: manifiesto contra los estereotipos. ¿Me podrías explicar qué se va a encontrar el lector en este libro?
—En 2019 me invitaron a dar una conferencia en Sofía sobre los estereotipos negativos que existen de la región. Mi planteamiento era que la mejor manera de combatir los estereotipos era ignorándolos, tratando otros temas, un altavoz de aquellas potencialidades de la región que resultan desconocidas para el público en español. Pero tampoco faltando a la verdad idealizándola, como si los Balcanes fueran un edén singular, simplemente, en el libro digo que debemos «avanzar hacia la objetividad», sin recurrir a la seducción de lo exótico. Este libro explica cuál es mi opinión sobre esos estereotipos: historicismo, inmovilismo, barbarie, odios históricos, nostalgia… esa lectura anti-europea que se hace muchas veces desde los medios. Intento diseccionárselos a los lectores y explicarles cuánto hay de verdad en ello, desde dónde vienen y cuál es su impacto sobre las sociedades locales. Los estereotipos son una verdad parcial que generalmente desvían nuestra atención de los atributos locales, incluso los condiciona. Es normal que cuando se va a Sarajevo los visitantes observen los edificios con impactos de metralla, o en Belgrado los edificios bombardeados por la OTAN, la reflexión que toca es pensar si eso es una representación certera de las sociedades locales, y bajo mi punto de vista no lo es. De alguna manera se le sustrae a la región de sus contextos, desvirtuando su naturaleza y situándola en nuestra periferia cultural, como si fuera una especie anomalía autóctona. El libro apuesta por tener una mirada más crítica, compleja y comprensiva de un rincón europeo apasionante, pero cada vez menos desconocido en España.
—¿Se lee más que nunca, pero menos tiempo? ¿Cómo ha sido la acogida de la plataforma que has lanzado junto a Gilberto Martínez? ¿qué aporta al panorama de publicaciones sobre Los Balcanes?
—Gilberto y yo estamos muy satisfechos con la acogida. También sabíamos que había una necesidad de impulsar proyectos que vehiculen el interés creciente en España y Latinoamérica por los Balcanes. Nos parecía un proyecto sugestivo tener un espacio de información, promoción y formación que se dedicara exclusivamente a la región y a su conocimiento. En esta fase queremos compartir sobre todo información, unos cimientos basados en contenidos que muestren el capital y las posibilidades locales, y luego tenemos planeadas otras áreas que llegarán por el propio peso de nuestro interés personal y profesional en la zona (formación, por ejemplo). Hay una demanda de contenidos especializados y también de una estructura fija, un correo electrónico donde haya una persona detrás vinculada a la zona. Balcanismos adoptará no solo la forma de plataforma digital, sino también será una asociación. Queremos estar conectados, pero nos apetece también socializar y trabajar con otras asociaciones sobre el terreno o vinculadas a la zona.
—¿Qué diferencias observas entre el panorama editorial español y el de los Balcanes?
—Mi conocimiento del mercado editorial es muy reducido, porque siempre me he centrado en el mundo balcánico, aunque sea lector a nivel general. Puedo decir que en los Balcanes se lee mucho y se publica mucho por habitante, es relativamente barato hacer libros en comparación con otros países, aunque tienen las limitaciones propias de la creación de nuevas fronteras que han fragmentado el mercado yugoslavo en espacios literarios más estrechos y vueltos sobre sí mismos. En cualquier caso, hay iniciativas, como el Festival literario Krokodil, que fomentan la vida cultural con una perspectiva regional o acercan las literaturas nacionales, porque existe un idioma común (el antiguo-serbocroata). Luego hay galardones como el premio de la UE de literatura o programas como el Europe Creative Programme que ayudan a promocionar la literatura balcánica. Por otro lado, la literatura balcánica este año ha vivido un repunte en español, porque hay editoriales como Acantilado, Automática, Sajalín, La Huerta Grande, Siruela, Impedimenta, Xordica, Navona, Trea, La Caja Books… que reconocen que por allí hay mucho talento y confían en esos autores. Es una consideración controvertida y con muchas aristas, pero aparte de las capacidades literarias que surjan, y que la región haya dado nombres como Ivo Andrić, Danilo Kiš, Aleksandar Tišma, Miroslav Krleža, Meša Selimović o Ismail Kadaré, la nueva generación de escritores ha sufrido también unas turbulencias sociales tan intensas que han impulsado la inspiración. Son circunstancias que agitan brutalmente cualquier conciencia artística.
© Melanie Siow
—Por último, ¿Qué nos puedes contar sobre temas más políticos que culturales de esta región? estoy pensando por ejemplo en el auge del nacionalismo, el impacto de los asentamientos refugiados y migrantes cerca de las fronteras con la UE -Serbia y Bosnia-, etcétera.
—Es un proceso complejo de construcción nacional, con lógicas centradas en construir nuevos estados nacionales: historia nacional, referencias nacionales, lengua nacional, territorio nacional, estrategias nacionales, educación nacional…. Es una inercia política que choca de frente con la globalización económica o la nueva cultura digital, primero llevar una política de exclusividad nacional para luego, cuando la llegue la cohesión social, empezar a ser inclusivos. Son cuatro transiciones: ideológica, económica, identitaria y pos-conflicto. Por suerte, en los Balcanes permanece, aunque sea en involución, una cultura de la convivencia étnica que, sin ser ni ideal ni modélica, podría enseñarnos mucho sobre lo que es vivir realmente en la pluralidad identitaria. El problema de la gestión de los refugiados ha generado entre identificación, porque las guerras de los noventa provocaron unos 4 millones de desplazamientos, pero también rechazo y, eventualmente, casos de discriminación en algunas ciudades fronterizas, porque no se gestionan los problemas como se debe, pero también porque los Balcanes no están al margen del discurso xenófobo que está en aumento en los países miembros de la UE. Los episodios de abusos policiales son constantes y muchos de ellos se denuncian, pero cada vez la opinión pública es más inmune a ese dolor. La paradoja es que hoy por hoy el problema principal en la región, además del autoritarismo o la corrupción, es la pérdida de población, como también a nivel europeo somos sociedades cada vez más envejecidas.