Home Mientras tanto Bancos demasiado grandes, mercados infalibles y otros dogmas del capital

Bancos demasiado grandes, mercados infalibles y otros dogmas del capital

Leo en el suplemento Ilustríssima de
la Folha de São Paulo,
un diario poco sospechoso de tendencias bolcheviques, una reseña, firmada por
la periodista Eleonora de Lucena, de tres libros sobre las causas y
consecuencias de la crisis financiera de 2008. Sigo pensando que es como gritar
que el emperador está desnudo, que es todo tan obvio que casi se siente uno que
tautológico y repetitivo, pero como el mundo sigue con el mismo rumbo, con la
misma ilógica del mundo al revés, sigue siendo necesario recordarlo…

 

Los tres ensayos se muestran de acuerdo en
varios puntos: los mercados no son tan eficientes ni tan infalibles como
economistas y banqueros se empeñaron en hacernos creer durante treinta años; es
preciso contener a la economía financiera y reducir su importancia en la
sociedad. No hay que ser premio Nobel de Economía para sacar esas conclusiones,
pero se agradece que el Nobel Joseph Stiglitz (‘El mundo en caída libre’) -con
el plus de autoridad que ello le otorga, aunque el Banco Mundial le
defenestrara por alejarse del Consenso de Washington-, arroje un poco de luz al
señalar que, si hay bancos tan grandes como para que el Estado deba
rescatarlos, porque son demasiado grandes para caer, es que son demasiado
grandes como para existir
,
luego hay que dividirlos. Aunque Stiglitz se me antoja demasiado optimista
cuando dice que la crisis financiera marcará la transición a un nuevo modelo de
capitalismo, porque el que tenemos ahora privatiza lucros y socializa pérdidas.
Nada más cierto, pero me extraña que ello sea posible sin una fuerte
resistencia y lucha ciudadana; es más, dudo de que exista un modelo de
capitalismo que no privatice las ganancias y socialice las pérdidas. Me quedo
más bien con la tesis del geógrafo David Harvey, uno de los autores marxistas
contemporáneos más valorados: la crisis financiera fue la evolución lógica del
capitalismo. No hace falta haber leído las obras completas de Marx para
entenderlo. Porque el sistema funciona bien, muy bien, para los que mandan: en
otro de los libros comentados en la reseña, el periodista Wolfgang Munchau
(‘Los años del colapso’) indica que, según un estudio de la tampoco sospechosa
agencia Bloomberg, los mayores bancos de los Estados Unidos, el epicentro
de la catástrofe, crecieron después de la crisis
. Y el número de esas instituciones consideradas como
«demasiado grandes para quebrar» -que tienen un cheque en blanco,
vamos- aumentará un 40% en los próximos quince años. Mientras, los Estados
europeos asfixian a sus poblaciones con ajustes «inevitables» y
aprovechan de paso para terminar de desmantelar el Estado de Bienestar. Lo que
yo digo: el emperador está desnudo y seguimos diciendo que ese traje es el
único posible; que este sistema es el único de los factibles…

 

En el tercero de los ensayos comentados
por la periodista de la Folha, ‘El mito de los mercados racionales’, Justin Fox
relata cómo los economistas de la ortodoxia neoliberal fueron construyendo el
mito de la infalible y sabia mano invisible de los mercados. Adivinen quién
financió a la academia en su ardua labor: en efecto, fueron los bancos. Los
mismos que, como señala Stiglitz, utilizaron sus astronómicos beneficios para
comprar a una clase política que desreguló los mercados, posibilitó el desastre
y después los rescató.

 

En el mundo al revés, el mejor, o el menos
malo de los sistemas es el que condena a mil millones de seres humanos a
morirse de hambre y, de paso, destroza el planeta que nos acoge. Y seguirá al
revés mientras no tomemos las calles y gritemos alto y claro lo que, cada vez
más, vamos escribiendo en blogs como este, en las redes sociales… Porque
siempre fue así: los derechos no se conceden, se conquistan. Y
ahora no hablamos de conquistar derechos nuevos, sino apenas de que no nos
despojen de aquellos que costó siglos de lucha conquistar…

Salir de la versión móvil