En estos tiempos aciagos que vivimos, llenos de banderas, banderías y garrotazos, encontré una estrofa de mi amado Bob Dylan que me llegó al alma.
La reproduzco por si acaso no soy capaz de incorporar aquí la foto que hice al texto de la canción (115th DREAM).
…Cuando apareció una francesita/ Que me invitó a su casa/ Donde tenía un amigo/ Que me dejó noqueado/ Y me robó las botas /Y estaba otra vez en la calle
Llamé a la puerta de una mansión/ Que exhibía nuestra bandera/ Dije: “¿Podrían ayudarme? /Tengo amigos con problemas”/ El hombre dijo: “Lárgate/ o te descoyunto los miembros”
Creo que hubiera sido más apropiado traducir “amigos problemáticos”, pero así está en la fuente.
Y después de Dylan, recalé en Sánchez Ferlosio. Hablando de patriotismo con José Antonio Gabriel y Galán, se despacha a gusto, pero distingue: “El patriotismo que considero bueno, respetable, resulta ser, curiosamente, el que no tiene mérito alguno […] pues pertenece a la esfera de los sentimientos que están sujetos a la necesidad, al amor de las cosas que se aman, no por su cualidad, sino por mera pertenencia, es decir, no por buenas sino sólo por nuestras […] La distinción temática entre este patriotismo y el que suele exaltarse -o es incluso un engendro expectorado por la propia exaltación-, que debería llamarse más bien nacionalismo, está en que mientras que el primero tiende a remitirnos al ámbito sensible de la geografía, el otro se alimenta decididamente de la historia, con toda la fetidez del narcisismo y todos los endriagos (“monstruo fabuloso mezcla de hombre y dragón”) del orgullo y de las manías de grandeza”[…]
Ferlosio fue también un maestro del lenguaje hasta extremos poco habituales, y para él la razón era «indisociable del recto uso de la palabra”. Muchos que no fungimos de maestría, sufrimos sin embargo al ver el continuo empobrecimiento, sobre todo en España, del castellano, la lengua compartida por tantos millones de personas en el mundo.
Me suena, me suena
Apunté una frase emitida en la radio que no deja de darme vueltas en la cabeza: “…sin que los sanitarios nada pudieran hacer”. El autor –o autora- quiso que allí estuviera esa frase hecha, propia de circunstancias trágicas: “Lo sentimos, no pudimos hacer nada”. Pero la metió a capón, no supo o no pudo darle una vuelta visto lo mal que suena. Suena mal porque eso no se dice así. Podría ser: “…pero los sanitarios nada pudieron hacer (o no pudieron hacer nada)”. Otra posibilidad era “sin que los sanitarios consiguieran salvarlo”. Mi duda es: ¿se hubiera podido salvar así: “Sin que los sanitarios pudieran hacer nada”? No lo sé, sólo sé que la primera estaba mal. Seguro que Alex Grijelmo sabe por qué. Esta falta de oído para el idioma es abrumadoramente frecuente. Suenan campanas pero no se sabe dónde.
Es la misma carencia de oído que se detecta en frases como “los trabajadores echaron el grito al cielo”(poner el grito en el cielo), o “Torra dobla el pulso al Gobierno” (echar un pulso o doblar el brazo). Por ahí merodea el eco de un lenguaje popular mal aprendido y desperdiciado (y otras veces de vanos intentos de aprender inglés); al querer echar mano de él… no viene.