Se hace saber que muchos ciudadanos se han cansado del espectáculo.
Se reúnen y acuerdan, por ejemplo, impedir un embargo.
Otros hacen colas en los desayunos de las monjas con grandes maletas que cargan de pan duro, ropa y jabón.
Chicos jóvenes, rapados a la moda, entran en los bares a mendigar un café.
Hay otros que hacen malabares con fuego, sobre la indiferencia de sus perros.
Está el que vive en el cajero de la calle Alcalá, durmiendo bajo la marca de Botín.
Y la señora vuelta loca que va gritando, por esa misma calle, gritando para todos, hablando sola: Quien no folla te jode, vaya si no es verdad, quien no folla te jode.
¿De quién habla? ¿Patronas, alcaldes, propietarios?
La señora hace su bando improvisado, mientras en la plaza de Lavapiés otros se reúnen, se miran los bolsillos, las telarañas de la nevera, acuerdan un texto y lo pegan por las calles.
Son carteles blancos llenos de razones que debemos escuchar. Mientras tanto, van llegando otros carteles publicitarios, y se van sepultando los unos a los otros.
