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Bata, colonialismo y muerte

Desde el inicio de las discusiones para iniciar el proceso de descolonización de los territorios que formarían lo que se conoce hoy por Guinea Ecuatorial, todos los intercambios fueron viciados o mediatizados por la cuestión de si aquellos territorios geográficamente diferenciados y conocidos bajo las denominaciones de Río Muni y Fernando Poo se separarían o se mantendrían bajo una sola unidad política, que era el deseo de las autoridades españolas. El enquistamiento de la situación en torno a esta cuestión es el que propició la emergencia política de figuras marginales que, cooptados posteriormente por individuos económicamente bien situados, se constituyeron en la garantía de la unidad como bagaje único, obviando su carácter de advenedizos o claramente tránsfugos. Ni los grupos iniciales de más larga tradición y convicción en la lucha por la independencia, marginados posteriormente por las tres facciones españolas con posturas enfrentadas sobre la postura conveniente, se escaparon de la influencia del discurso separatista, compartiendo los mismos postulados con la mayoría dominante. Fue la asunción a ultranza de estos postulados unionistas la que propició la doble elección, por parte de la clase política española y también por la ingenua población guineana, de Francisco Macías, de quien ya dijimos que pesaba la condición de advenedizo, a la par que tránsfuga y cooptado. Masie Nguema Biyogo Ñengue Ndong, como quiso darse a conocer después, reveló su verdadera faz e hizo de la defensa de la unidad nacional el eje de su supervivencia política, dicho así para abreviar el discurso. Todavía resuenan en los oídos y en las paredes tras las que se cantaron, las proclamas venenosas contra los «separatistas, los colonialistas y agresores españoles». La paradoja reseñable en este asunto es que pese a su supuesta actitud anticolonial, Macías defendía las posturas unionistas de los españoles que le auparon a una posición que no merecía y para la que nunca estuvo preparado. Macías defendía pues, una postura colonial, a la que le convenía la unidad de los territorios guineanos, sin que aquello supusiera algún tipo de ventaja para los «indígenas», categorizados mayormente como menores de edad, consignado esto por leyes escritas. La escasa consideración que pesaba sobre estos individuos es la que nos hace recordar que la separación de los territorios tampoco constituía una desventaja. Es decir, era indiferente.

La postura intransigente de Macías sobre la cuestión de la unidad se mantuvo intacta y fue heredada por su sucesor, Obiang Nguema, sobre el que también pesa la condición de cooptado, pero en el seno de la familia extensa de la etnia continental de la que es originario. Recordemos que Obiang hereda la defensa de un pilar del colonialismo español que es la unión de los territorios bajo su soberanía, unidad que tampoco implicaba alguna ventaja para los indígenas, bautizados desde el 12 de octubre de 1968 como guineanos. Para Obiang, la defensa de la unidad nacional es irrenunciable, eje central de su política que justifica los gastos millonarios en armas y material bélico, dando lugar a transacciones económicas por los que se enriquecen los miembros de su familia inmediata, también la extensa. La defensa a ultranza de la unidad nacional es la única justificación del dispendio en dicho material bélico, habida cuenta de la escasa posibilidad de un enfrentamiento con los países vecinos, con los que comparten afinidad étnica en zonas limítrofes, lo que haría que cualquier enfrentamiento adquiera la categoría de guerra civil, y también por la impunidad y la reiteración con la que grupos armados apenas identificados hacen incursiones en aguas territoriales guineanas con intenciones y acciones delictivas y con éxitos frecuentes. Es decir, el equipo bélico adquirido no ejerce ninguna función disuasoria, ya no digamos de respuesta. Por otra parte, la defensa, inexistente en su caso, de la unidad nacional es el único aval político de los dos presidentes guineanos, la justificación para eternizarse en el poder, valiéndose de esta justificación para crear unidades armadas que garanticen esta supervivencia, aunque sean «vendidas» a las capas iletradas de la nación,  a todos los grupos políticos existentes y a los intelectuales como necesarias para la defensa de esta unidad, idea con la que todos confraternizan y a la que consideran irrenunciable.

Es en este contexto donde jóvenes de ambos sexos sin estudios iniciales se alistan en el ejército y son alojados, cuando es posible, en cuarteles donde se almacena el material necesario para la defensa nacional, explicitado en unidad nacional, sin ninguna incidencia positiva para la población guineana. Y es en este contexto en que en una zona de la ciudad de Bata llamada Nkuantoma existe un cuartel militar con un almacenamiento que se convirtió en una trampa que ha acabado en tragedia, lo peor que le ha sucedido al país, aparte de la dictadura de Macías. Si los militares destinados en este cuartel sabían de la existencia del polvorín pero no hicieron nada, es condenable. Si no lo sabían, lo es mucho más. En cualquiera de los casos la idea subyacente es una vieja necesidad colonial que hasta ahora no se ha demostrado que sea útil para los guineanos, defendida hasta el punto de costarles esta cantidad de vidas. Bueno, nos ha faltado por decir que se puede ser un país independiente, pero todavía colonizado.

Barcelona, 9 de marzo de 2021

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