De acuerdo con la editorial Condé Nast, con la misma credibilidad que mi madre y sus amigas hablando de política en Oriente Medio, Beirut se sitúa entre las 25 mejores ciudades del mundo, ocupando, concretamente, el puesto número 20 por delante de París en el 22 –descojonante-, o de Barcelona en el 24.
¿Las 25 mejores ciudades en el mundo para qué me pregunto?, ¿para ser secuestrado en un todoterreno lleno de garrulos, para electrocutarte en la calle con un cable de alta tensión cualquier noche de lluvia…? ¿Se tratará de un ranking en niveles de desastre, contrabando de drogas, de armas, buscarán la ciudad con más cabras y burros muertos al azar por lanzamiento de cohetes en la frontera…?
Me dispongo, una vez respirado hondo, a leer las mismas paridas de siempre sobre esta bendita ciudad. Asegura la revista que la capital libanesa tiene mucho que ofrecer al “viajero aventurero”, un retrato en el que encajan a las mil maravillas la mayoría de los visitantes que se dejan caer por Fenicia: gordos puteros del Golfo Pérsico y la recua de yeguas de las que tiran con las pezuñas perfectamente delineadas y coloreadas. Entre las novedosas experiencias con las que Beirut pretende impresionar al turista se menciona “una exótica cocina y cocktails”, como si ahora uno fuera a chuparse un doble vuelo con escala internacional para pimplarse una piña colada, sin olvidar, por supuesto, “los clubs más exclusivos del mundo”. Toda una declaración de principios que solo hace plantearse si estos paletos habrán estado alguna vez en Ibiza, en Berlín, en Moscú…
Más que harta estoy de esos topicazos repetidos hasta la saciedad. No señores, el trabajo no dignifica, dignifica follarse al jardinero mientras tu marido está en el curro, dignifica cambiar la alfombra persa del salón cada dos años por que ya no sabes de que más operarte y, sobre todo, dignifica levantarse a las 12 de la mañana porque a quien madruga Dios no lo ayuda teniendo más horas al día para joderlo.
Las discotecas de Beirut… Vistas al Mediterráneo y a las tetas de muchas de las selectas invitadas, nada que pueda superar a las “Oiled Sluts” del youporn una tarde de aburrimiento. A las dos de la mañana a prácticamente todos los asistentes se les ha acabado la batería del móvil de tanta foto chorra que han hecho solo aptas para englobar un día una retrospectiva llamada “Imbéciles. Portraits du Liban”. A las tres, el garito está completamente vacío porque al día siguiente hay que levantarse para ir a misa, cazar pajaritos en la Bekaa u ordenar a la esclava etíope que se esmere con el trapo o bien salte por la ventana. El jefe, ni regalando a cambio visados varios, consigue que le hagan una felación. Lo dicho: una noche mediocre.
Lo mejor viene, sin duda, cuando el redactor, puesto de psicotrópicos hasta las cejas, se crece y afirma que el “tapiz de las distintas religiones suministra un festín para la mente de los intelectuales”. Too much… Me apuesto cien pavos a que es más fácil encontrar a Hassan Nasrallah antes que a un intelectual en el Líbano. La realidad del país, queridos niños, es que en el fondo Christelle, la cristiana de la minifalda, y Zeinab, la chií con su hijab, se detestan, y piensan además que sus respectivos papás deberían haber liquidado a más peña en la guerra civil. Que para eso están las guerras.
Pero a pesar de los pesares animo a todo el mundo a venir y disfrutar del incomparable Beirut: esos coches a punto de explosionar entre riadas de miles de refugiados sirios, las bandas armadas en vespino, terrorismo rima con turismo, una total ausencia de gobierno, 18 sectas religiosas deseando pasarse a cuchillo unas a las otras, las estrellas de la guerra civil dirigiendo a día de hoy el cotarro, chanchullos a mansalva, palestinos hacinados, matones, cruces everywhere, sillas de plástico… todo en una imparable centrifugadora que nunca deja de funcionar lavando eternamente mierda.