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Bendita Hemeroteca (municipal)

 

A los diversos testimonios y noticias que hemos ido apuntando en este blog sobre la todavía muy desconocida actuación de los bibliotecarios y archiveros en el salvamento del patrimonio bibliográfico durante la Guerra Civil (¿Qué obras salvar en un incendio?, Bibliotecarios en guerra y A la busca del tesoro: Antonio Rodríguez-Moñino…), quiero añadir una documentación hasta ahora inédita que debo a Javier Sainz de Robles. Entre los papeles de su abuelo, Federico Carlos Sainz de Robles, se ha conservado un sobre remitido por Manuel Rosón con fecha 22 de enero de 1968 que contiene recortes de prensa y copias de documentos relativos a su labor al frente de la Hemeroteca Municipal de Madrid durante la Guerra Civil. Se los envía a Sainz de Robles –entonces director de la Hemeroteca– “con la noble aspiración de que puedan serte útiles con vistas al cincuentenario que se celebrará en la próxima primavera”, pero constituyen en realidad una reivindicación de su trabajo, dirigida además a quien podía entenderle, pues también fue represaliado tras la contienda.

 

“Creo que sabes que cayeron siete obuses en la casa nueva y en la techumbre de la vieja, en su fachada de la Plaza de la Villa”, escribe: “Nadie me agradeció nada, ni el Ayuntamiento se dignó ponerme unas líneas de felicitación por aquella labor de mono que realicé durante todo el periodo de nuestra Guerra”. Los recortes de los periódicos publicados en la España republicana muestran las medidas encaminadas a salvar el tesoro periodístico. A principios de año –declara Rosón a El Sindicalista el 11 de agosto de 1937– mandó construir veinte cajas de madera, protegidas por sacos terreros, para guardar en los sótanos lo más valioso de la colección. Y añade con orgullo: “La Hemeroteca Municipal es la única institución de cultura que funciona hoy en Madrid”. En un reportaje gráfico publicado en Blanco y Negro el 15 de julio de 1938 se ve una sala repleta: “Soldados, eruditos, trabajadores de todas clases ocupan a diario la sala de lectura, a mil metros de las trincheras, como si la guerra se desarrollara en un país lejano”, reza el pie de foto.

 

En marzo de 1937, el general Miaja había dispuesto que se remitieran a la Hemeroteca Municipal dos ejemplares de cuantas publicaciones se editaran en Madrid. En febrero de 1938, Rosón explica a La Voz que la guerra ha producido cerca de un millar de periódicos en toda España y que casi todos ellos están en la Hemeroteca, “donde siguen abundando los lectores, que no tienen miedo a los obuses”. Está elaborando un catálogo de todas estas publicaciones –quinientos títulos solo en el frente del centro–, entre ellas por ejemplo Avance, que editaba la Columna Mangada, y comenzó a lápiz, luego mecanografiado, más tarde en ciclostil y por último en una imprenta volante. “Ha llegado a editarse en papel couché, en colores, y hasta en huecograbado”, añade entusiasta.

 

“Pero lo que tal vez tiene más valor para mí –entrañable valor–”, señala Rosón en su carta a Sainz de Robles, “es la copia de la documentación relativa a la defensa que hice de determinados ‘fondos’ de la Hemeroteca para que no fueran enviados a la Exposición Internacional de Nueva York, de 1939”. Incluye copia de actas, informes y comunicaciones oficiales desde el 6 de diciembre de 1938 hasta finales de enero de 1939 en los que desaconseja la salida de los diarios más importantes, ante la insistencia cada vez mayor de las autoridades republicanas. Ya en dos ocasiones, para la exposición de París de 1937 y de Londres de 1938, asegura que “salió al paso, verbalmente” ante los alcaldes de Madrid. Pero para la de Nueva York, que habría de celebrarse en 1939, la presión fue mucho mayor. Tanto Paulino Martín, ministro de la Gobernación, como Wenceslao Roces, de Instrucción Pública, acabaron por imponer su criterio, hasta el punto de que este último nombró a un amigo suyo comunista para que le “atosigara” en la preparación del envío, aunque el desenlace del conflicto abortó la operación. Roces –lo vimos en uno de los post anteriores– había protagonizado uno de los sucesos más luctuosos de la guerra en el terreno patrimonial, al incautarse a punta de pistola de buena parte del monetario del Museo Arqueológico, que terminó en México.

 

Pocos meses después de recibir la carta, Sainz de Robles hizo público su contenido en un artículo publicado en la revista del Ayuntamiento de Madrid (Villa de Madrid, nº 24, 1968). En aquel contexto político, no menciona los reproches hacia las autoridades que el remitente le expresa, pero afirma: “Cuanto me escribe Manuel Rosón es toda la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad, según he podido comprobar con documentos irrebatibles”. Sainz de Robles acababa de suceder en la dirección de la Hemeroteca a Eulogio Varela Hervás, que lo fue desde 1943, cuando reabrió sus puertas después de la guerra. Rosón fue represaliado y depurado como funcionario municipal y sobrevivió en la prensa deportiva (escribió una Historia desapasionada del ‘Athletic’ por un apasionado del ‘Madrid’, 1948). A Sainz de Robles le indica en la carta que es autor de dos artículos en los que se defiende la labor de los funcionarios en el Madrid republicano y que tuvo que firmar con seudónimo.

 

Uno de ellos (Informaciones, 31 de diciembre de 1942; lo firma como Edgardo Ayuso: el nombre de su hijo y su segundo apellido) es un homenaje a Antonio Asenjo.  A Asenjo, director de la Hemeroteca, el estallido de la guerra le sorprendió en Salamanca. Ya mayor para tomar las armas, se dedicó a recoger todas las publicaciones de la zona nacional y logró algún tiempo después establecer una hemeroteca en Burgos. Manuel Rosón, secretario de la Hemeroteca en 1936, rememoró en un artículo, tras la muerte de Franco (Villa de Madrid, nº 57, 1977), el regreso de su director el 29 de marzo de 1939: “Y cuando vuelve a sentarse ante su mesa de trabajo, cuando, cerrados los ojos, intenta reanudar el contacto con el pasado, dos gruesas lágrimas surcan lentamente su rostro noble, aureolado por la serenidad de una ejecutoria ejemplar. Salimos de puntillas para que siga llorando”. Menos de un año después, en febrero de 1940, Asenjo falleció en Madrid.

 

La Hemeroteca Municipal de Madrid es un milagro de la triste y pobre cultura bibliotecaria española. Inaugurada en 1918 por iniciativa de un grupo de periodistas con el respaldo del Ayuntamiento, constituyó una de las primeras instituciones del mundo dedicadas a la salvaguarda y recolección de los periódicos y las publicaciones periódicas, materiales que en muchas ocasiones se desechaban por las grandes bibliotecas (la Biblioteca Nacional no abrió una sala de revistas hasta 1933 y la Hemeroteca Nacional data de 1943). Ricardo Fuente fue su primer director y pronto aumentó los fondos, con compras y donaciones, hasta lograr raros y únicos ejemplares de la prensa española e hispanoamericana desde el siglo XVII. Gracias a un golpe audaz, la hemeroteca madrileña se hizo con una colección completa de uno de los mejores y más antiguos periódicos de Europa, el Diario de Barcelona (1792-1994).

 

Desde que Asenjo, su segundo director, se hizo cargo de la dirección en 1925, secundado siempre por su fiel secretario y colaborador –otro de los fundadores–, Manuel Rosón, la colección aumentó hasta los 9.500 títulos y más de 60.000 volúmenes que se custodiaban antes de la guerra. La labor de ambos, uno en cada bando, cuando después de la contienda se reunieron los fondos recogidos, hizo posible constituir la que Hugh Thomas ha considerado como la mejor colección existente de prensa y publicaciones periódicas de la Guerra Civil y una fuente imprescindible. Rosón, que falleció en 1985, obtuvo en 1980 la medalla de plata de la Villa de Madrid otorgada por el alcalde Enrique Tierno Galván.

 

 

 

Antonio Asenjo (izquieda) y Manuel Rosón, en la Hemeroteca Municipal de Madrid.

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