Bernie Sanders, que se disputa con Hillary Clinton la candidatura demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, no ha tenido buenos resultados en Carolina del Sur y la ilusión que suscitó su victoria en New Hampshire, la primera cita de los caucus, puede estar aflojando. El apoyo de los jóvenes le ha hecho crecer en invierno y su poca popularidad entre la población hispana y negra (pese a su veteranía en la lucha por los derechos civiles y su participación en la Marcha Sobre Washington en 1963) puede hacer que se desinfle en la primavera, como escriben en Político. Aunque aún tenemos por delante una cita importantísima: hay que esperar a ver lo que sucede este martes, este «súper martes», cuando se celebrarán primarias demócratas en una docena de estados americanos para medir de verdad la relación de fuerzas.
Sea como sea, independientemente de cómo vayan las próximas citas para la batalla por los compromisarios, a Sanders quizás haya que agradecerle la introducción del problema de la desigualdad en el debate. Desde que saliera a la luz su candidatura, desde que se lanzara su página web, esta cuestión ha sido presentada como una prioridad, con la denuncia del estado de la cuestión con un puñado de datos respecto al tema, como éste: el 58% de los nuevos ingresos generados entre 2009 y 2014 han ido a parar al 1% más rico de la población; o como éste: el 0,1% más rico tiene tanto como el 90% de las familias americanas; o como este otro: el 1% que más rentas obtiene acapara el 22,83% de todos los ingresos antes de impuestos, la tasa más alta desde los años veinte.
Cuando analizamos la situación económica de Estados Unidos nos parece envidiable vista desde Europa. Sobre todo, su tasa de paro, que ha logrado caer por debajo del 5%. Pero también los salarios, que están aumentando a ritmos de alrededor de un 2% interanual. Ello hace que el consumo siga tirando y que el valor de las viviendas se mantenga. La situación parece, así contada, ideal. Las autoridades americanas, sobre todo vistas desde Europa, parecen haber atinado. Los datos que muestra Sanders, sin embargo, ponen de manifiesto que no es todo tan bonito. Y un estudio publicado esta semana por el Economic Innovation Group pinta una realidad incluso más fea que permite entender por qué de acuerdo con un sondeo de opinión de la Fox de principios de 2015, después de cinco años de crecimientos continuados del PIB, aún un 64% de la población pensaba que EE.UU. aún estaba en recesión.
Es cierto que se han creado puestos de trabajo en estos últimos años, que se han recuperado niveles pre-crisis, pero, de acuerdo con el informe del que hablamos, si bien entre 2010 y 2013 en los barrios más prósperos de Estados Unidos el empleo aumentó en casi un 20% y el número de empresas creció un 8,8%, sus ingresos son equivalentes al 146 por ciento de la renta mediana del país y la tasa de pobreza afecta a un 6% de la población.
En las áreas más prósperas, el crecimiento ha sido muy fuerte en los últimos años. En ellas es muy poco probable encontrarse con alguien que no se haya graduado en la escuela secundaria o con una persona que viva bajo el umbral de la pobreza o con una casa vacía. Ninguna de estas cosas es ni siquiera parte de la experiencia de los habitantes de los barrios más afortunados, según las palabras de John Lettieri, director de política y estrategia del Economic Innovation Group, que recogía The New York Times. En los «códigos postales» más ricos (el estudio llega a ese nivel de profundidad en el análisis), sólo el 6% de los adultos abandonaron el instituto y el 65% de ellos tienen empleo. Estos lugares más privilegiados cuyo perfil medio podemos ver en la tabla bajo estas líneas, se colocan, sobre todo, en el «Sun Belt», el cinturón dorado, una región de Estados Unidos que se extiende entre la costa sureste a la suroeste.
Una parte de la población americana ha vivido la recuperación, se ha beneficiado de la mejora macroeconómica. Ha sido, posiblemente, como veíamos al principio de la mano de los datos de Bernie Sanders, sobre todo los más ricos de entre los ricos. Pero no sólo ellos.
Pero también ha habido otra parte de la población americana para la que la recuperación ha sido completamente ajena porque la ha dejado de lado y al margen de ella, su situación económica ha continuado empeorando. En los vecindarios más pobres, la ocupación se redujo con fuerza (un 6,7%), dado que desaparecieron casi una de cada diez empresas. En las comunidades más empobrecidas del país, el año de construcción de las viviendas es, de media, 1959, por lo que tienen treinta años más que las viviendas medias de los barrios ricos. Además, la población de los barrios más desfavorecidos está cayendo, más de la mitad de los adultos no tienen un puesto de trabajo y cerca de un 25% no ha terminado sus estudios de Secundaria. Además, sus ingresos equivalen al 68% de la mediana del país y la tasa de pobreza ronda el 27%, según puede verse bajo estas líneas en el perfil del barrio deprimido medio:.
En total, de acuerdo con el estudio, 50,4 millones de estadounidenses viven en los barrios más deprimidos del país. La mitad de ellos se concentran en el sur, pero también en ciudades de tamaño pequeño y medio afectadas por la desindustrialización y otras enfermedades de las viejas ciudades. Las urbes más deprimidas del país, según el estudio, son Candem (Nueva Jersey), Cleveland (Ohio), Gary (Indiana) y Youngstown (Ohio). Entre las diez peores también se incluyen Flint y Detroit, las dos en Michigan. En cualquier caso, las ciudades en las que hay más personas viviendo en barrios deprimidos son las grandes, con Nueva York, Chicago, Houston, Detroit, Filadelfia, Los Ángeles, Phoenx, Memphis, San Antonio y Baltimore a la cabeza.
Las zonas más prósperas están concentradas en el oeste de EE.UU. Pero también se da la circunstancia de que en ciertas ciudades del sur y del sureste conviven la extrema riqueza con la pobreza y de ello la ciudad californiana de San Antonio es el ejemplo más palmario, puesto que es la más desigual de Estados Unidos. Los dos países en uno solo de los que hemos estado hablando se concentran en una sola ciudad.
Sólo nueve de las cien ciudades más grandes de Estados Unidos combinan elevados niveles de prosperidad con bajos niveles de desigualdad. Son Arlington, Chandler, Chesapeake, Gilbert, Irvine, Madison, Plano, Scottsdale y Virginia Beach.
La que sigue es una buena foto de la prosperidad, la depresión social y la igualdad en las ciudades estadounidenses (si pincha en la imagen, la podrá ver a mayor tamaño). En la parte superior derecha pueden verse las ciudades más prósperas y desiguales. En la parte inferior derecha, las ciudades más deprimidas y desiguales. En la parte superior izquierda, las que combinan prosperidad e igualdad. Y en la inferior izquierda, la pobreza y la desigualdad. Con sólo echar un vistazo, se comprueba que el grueso de las cien mayores ciudades de Estados Unidos se concentra en el cuadrante más pobre y desigual.
Hablando de desigualdad, conviene prestar atención a un trabajo reciente de Branko Milanovic, que destaca que si bien la que genera el mercado en Estados Unidos es elevada, es comparable a la de otros países, o incluso inferior a la que se produce en otros países. En definitiva, en Estados Unidos hay una elevada desigualdad de mercado, pero no es muy excepcional en términos comparativos con otros países desarrollados. Donde falla Estados Unidos es en las políticas redistribuidoras. Tras la intervención de las políticas públicas, EE.UU. es el peor país en términos de igualdad social.
Y es ahí donde parece que las autoridades, donde el próximo gobierno, ha de intervenir. Y por eso hablábamos de Sanders al principio.
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