Las conmemoraciones del bicentenario de la Independencia en América Latina expresan un síntoma nefasto: algunos gobiernos emprenden políticas y medidas para contralar a los medios de comunicación, por ejemplo, en Argentina, Venezuela y México.
Si los gremios periodísticos internacionales han denunciado los ataques contra la libertad de expresión mediante diversas maniobras del poder político en Argentina y Venezuela en nombre del “interés público”, el caso mexicano es menos conocido.
A través de una campaña entre la presidencia de Felipe Calderón y su principal brazo propagandístico, el monopolio privado de la comunicación denominado Televisa, se pretende establecer qué se debe y qué no se debe divulgar en las televisoras, la radio y la prensa.
El pretexto son los mensajes y las imágenes sobre la violencia producto del narcotráfico. La idea de fondo reside en que los propios medios de comunicación son los responsables de la violencia que vive el país y, por lo tanto, deben ser censurados. Como ha dicho un vocinglero oficialista: “los medios deben difundir percepciones positivas” de la realidad.
La reducción del proceso de comunicación -cuyo trasfondo es formar e informar- al mandato de generar “percepciones positivas”es un delirio autoritarista que, sin embargo, ha encontrado aliados entre quienes confunden la moral con la ética. Por ejemplo, en las principales universidades jesuitas de México se favorece la propuesta del poder presidencial y el monopolio de la televisión ya citado en torno de fincar acuerdos de censura al conjunto de los medios de
comunicación en México.
Contra los datos comprobables sobre las violaciones sistemáticas de derechos humanos en México por parte de policías y militares, contra las cifras de impunidad absoluta de los delitos, contra la carencia de garantías de las autoridades a la práctica del periodismo de investigación (64 periodistas han sido asesinado en este década, 11 fueron desparecidos), contra el imperio del crimen organizado y el fracaso de la estrategia gubernamental de combate al narcotráfico, que sólo ha insistido en construir una sociedad policiaca y para-militarizada, y contra los más de 28 mil ejecutados desde 2006, la presidencia de Felipe Calderón ha impuesto una política mediática que exige “percepciones positivas” a todo el mundo (en dicho lapso el gobierno ha gastado en propaganda en México y en el extranjero más de 700 millones de dólares).
Dicha política mediática tiene dos frentes: uno consiste en imponer a los medios de comunicación que sólo difundan las acciones gubernamentales y sus bondades; el otro implica al servicio diplomático –cuya tarea se espera ya no sirva al Estado mexicano, sino del gobierno del Partido Acción Nacional que ahora está en el poder- para demandar que la imagen internacional del país sea el dogma oficialista. Como aquel que repite en la prensa española que el problema de México se debe a la demanda de drogas en EEUU y a su venta de armas: esta hipocresía chovinista insiste en que todo mal viene de afuera y soslaya la corrupción en las instituciones públicas y privadas del país.
Un ejemplo: se suele detener a traficantes de drogas cuyo rango es menor de lo que publicita la versión oficial. Los sicarios acceden a estatutos mediáticos que carecen de la importancia referida. O bien, pandillas se ven convertidas de la noche a la mañana en“cárteles de la droga” sin serlo.
A su vez se oculta que el área de seguridad del gobierno mantiene interlocución constante con criminales a los que detiene de pronto, al grado que las aprehensiones son resultado de una cita de la policía con su interlocutor criminal, como ha revelado el abogado en EEUU del recién aprehendido Edgar Valdez Villarreal La Barbie.
Semanas atrás fue abatido Ignacio Coronel, un gran operador del narcotráfico, sobre el que había una orden de aprehensión por diversos delitos desde 1998. Durante más de diez años se mantuvo activo e intocable hasta que un día las autoridades decidieron otra cosa. El extinto vivía en un barrio adinerado de la segunda ciudad más importante del país.
Tales sucesos y muchos otros más están excluidos de la versión oficial, que se esmera en las simulaciones y los impactos mediáticos. Como otra operación más a favor de la censura en México el monopolio Televisa –que ha hecho de la desinformación una norma a lo largo del tiempo-, ha emprendido ataques personalizados contra quienes cuestionan su monopolio o sus defecciones: su idea de la doble moral es ancha y, desde luego, ajena.
Un animador televisivo y representante de artistas llamado Guillermo Ocaña fue detenido en el mes de abril anterior por lavar dinero para un narcotraficante mexicano. Como tal, ya se le había investigado a este sujeto en España desde años atrás.
Las celebraciones del Bicentenario encubren la incomodidad de los gobiernos y vocingleros ante sus críticos. La memoria pesa.
http://www.tabascohoy.com.mx/noticia.php?id_nota=194430
http://www.mexiconews.com.mx/columnas/85953.html