Los montes gallegos huelen a eucalipto y a resina. Quien haya paseado por ellos sabrá que es un olor inconfundible, apaciguador, que, en una profunda bocanada de aire, penetra fresco por las vías respiratorias aliviando al instante la pesadez del aliento y el regusto a tubo de escape que llevamos de serie los que vivimos en la ciudad. También es una mixtura en la que resulta difícil distinguir cualquier otro aroma, salvo el de la persistente humedad que todo lo envuelve la mayor parte del año. Y es que de la mano del hombre, guiado por el deseo de un beneficio económico a corto plazo, la escueta gama cromática de un par escaso de especies ha conseguido orillar los tonos de otros árboles que antaño dominaban el ondulado paisaje atlántico profusamente salpicado de huertas, prados y casas dispersas. Para encontrar robles, alcornoques o castaños, antes nos habremos hartado de ver eucaliptos.
Muchos son los que se lamentan de esa homogeneización de los bosques galaicos, de esa feroz e implacable conquista del terreno por parte de una especie racista, el eucalipto blanco (Eucalyptus globulus), originario de las antípodas (Australia y Tasmania), que no repara en esfuerzos para sacar de su entorno a los individuos que no son de su misma condición. Secando la tierra bajo sus pies o degradando el suelo que les sirve de sustento.
Pocos son, sin embargo, los que pueden explicar objetivamente la causa de ese rechazo, al margen de la obvia cuestión estética. Esos detractores tienen ahora una razón de peso que argüir cuando quieran justificar su postura frente a los defensores de ese monocultivo con destino papelero. Un consorcio de investigadores de decenas de instituciones europeas han hecho públicas recientemente las conclusiones de un estudio en el que explican por qué los bosques con mayor diversidad de especies cumplen mejor sus funciones que los más homogéneos.
Los científicos señalan que los bosques no son sólo el hábitat de miles de especies animales y vegetales, sino que también prestan numerosos e importantes servicios al ser humano entre los que destacan el almacenamiento de dióxido de carbono atmosférico, la regulación del clima, el suministro de alimentos o la producción de madera. Tampoco debe olvidarse que, para muchos, suelen suponer unos incomparables y gratuitos espacios recreativos a los que acudir para aliviar la insoportable levedad de su ser virtual y conectado. Claro que siempre habrá quien no pueda resistirse, ni siquiera en el monte, a lucir su último modelito (campero) en sus fotos subidas “en tiempo real” a Instagram. La pérdida de biodiversidad que provoca la actividad humana, descubre el estudio, puede reducir el bienestar de nuestra propia especie porque deriva en la disminución de las funciones que ofrecen los ecosistemas boscosos.
“La relación entre la diversidad del paisaje y la multifuncionalidad del bosque es siempre positiva. Cuanto mayor es la diversidad de especies en los fragmentos de un mismo hábitat, mayor es el número de funciones que cumple dicho hábitat: algunos árboles aportan buenos entornos para los pájaros, otros retienen mejor la humedad y mejoran la salud del suelo, otros aportan buena madera. El resultado de mezclarlos se traduce en que los bosques diversos nos abastecen de muchos más servicios”, explicaba el biólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Fernando Valladares, poco después de salir publicados los resultados del proyecto en el que su grupo participa activamente.
“Al repoblar con una misma especie, que con frecuencia no es autóctona [véase el eucalipto blanco o el modelito campero de Kim Kardashian, según se prefiera], se homogeneiza el bosque y resulta imposible que este siga cumpliendo muchas de sus funciones”, aclaraba el investigador y recordaba que “además de producir madera [que en muchos casos es el único objetivo que se busca con los planes de reforestación], los bosques cumplen otras muchas funciones, como regular el ciclo hidrológico, reducir la erosión o permitir que sobrevivan las especies asociadas a cada hábitat, sin olvidar su uso recreativo o su valor estético o cultural”.
En la realización del estudio los investigadores han llevado a cabo simulaciones de ecosistemas por ordenador para analizar 209 fragmentos de 16 ecosistemas forestales situados en seis países europeos, ninguno de ellos en Galicia (“para qué”, habrán pensado), comparando la relación entre las funciones medioambientales que desarrolla el bosque con la variedad de especies y la diversidad del paisaje presente en cada parcela. Todo ello les ha permitido confirmar que la pérdida local de la biodiversidad original de cada bosque afecta a una escala global, y también recomendar planes forestales que fomenten una mayor biodiversidad, que asegurará que muchos ecosistemas sean capaces de proveer todos sus servicios en un nivel moderado. Incluso actualizar el Instagram con nuestras fotos más frescas.