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Mientras tantoCrónica de una visita a la Bienal de Venecia I

Crónica de una visita a la Bienal de Venecia I


 

Cuando un perro cualquiera (yo no soy un perro cualquiera, pero es una forma de hablar que viene bien en este caso) quiere librarse del resto de gallinas madrileñas y se planta en otra ciudad y va y se encuentra con ellas, es que algo pasa, ¿no? ¿Qué hacen las gallinas allá donde voy? ¿Me están siguiendo? Pues sí, allí estaban Vera Yobardé y Turuleta en medio de ardiente actividad teatral veneciana. Y fue lo primero que me encontré. Salgo del tren, ¿y qué veo? Un montón de gente cantando el Cumpleaños  feliz a Vera. ¡Por favor! ¡Celebrar un cumpleaños en el siglo XXI! ¡Qué anticuados! «¿Me estáis siguiendo?», les pregunté. Pero me ignoraron, como hacen habitualmente.

 

Debo decir que al verlas me dieron ganas de volverme de nuevo a mi tren, pero menos mal que no lo hice, porque finalmente, y a pesar de estas gallináceas, me lo pasé fenomenal escuchando cosas y fisgando por aquí y por allá con mi olfato perruno.

 

Bienal

Todo preparado para el comienzo de La clôture de l’amour

 

En primer lugar me enteré de que la Bienal de Teatro no tiene nada de bienal, porque el año pasado hubo y este también, pero el nombre queda muy atractivo: Bienal. Suena bien. Dentro de ella hay diferentes actividades, como talleres con peces gordos (lo de gordo no va por quien estáis pensando, es una forma de hablar que viene bien en este caso, y además en los canales de Venecia algún pez hay), encuentros en que el pez gordo habla mucho y los espectadores preguntan poco (porque el tiempo se termina, no porque no tengan preguntas que hacer), muestras de talleres y de compañías en residencia y espectáculos teatrales. Estos suelen ser lo penúltimo del día, en un teatro allá casi al final de una curiosa zona curiosa llamada Arsenale. Como el teatro estaba lejos de la puerta de entrada, había un cochecito que recogía a los más rezagados o a los que no podían caminar mucho. A mí, por supuesto, ni una sola vez me recogió el cochecito… Es lo que tiene la apariencia de perro. En fin… Os mostraré lo más fotografiado del Arsenale (no es que el objeto a retratar fuera especialmente bello, pero  ya se sabe la debilidad de la gente por las puestas de sol, les pone a todos tiernos… si necesitas pedirle un aumento a tu jefe, llévatelo a ver una puesta de sol…) Realmente no le hice la foto en el momento de la puesta de sol, sino un rato antes, al contrario que los demás… pero os podréis imaginar el sol dentro del cubo, y quizá os pongáis tiernos al imaginarlo…

 

puesta de sol

Lo más fotografiado de la Bienal de Teatro

 

He dicho que lo penúltimo eran las funciones, porque lo último era lo de siempre, la caña de después, que para eso vamos al teatro, ¿no? Pues en la caña de después, que algunos ampliaban con una opípara cena, y otros con un simpar bocadillo casero y una zanahoria, se formaban los famosos lobbies. Es decir, el lobby italiano y el lobby español. Y pocas veces, es una pena, pero así lo he vivido, pocas veces se mezclaban. La Biennale es un evento internacional, pero he podido comprobar que un gran porcentaje de asistentes es italiano, por la cercanía, por… no sé, no investigué más, porque me dieron un cerveza y no pude. No pude investigar más, quiero decir. «No le des alcohol a tu perro», oí una vez en un parque hace años.

 

Bienal

Gente caminando a las cañas de después

 

Por las mañanas, los alumnos iban a los talleres con los peces gordos. Todos los talleres estaban englobados bajo el sugerente nombre de Biennale College. Me colé en algunos -es un secreto, no lo sabe nadie- y pude comprobar cómo había unos alumnos más contentos que otros. Aunque en general estaban todos contentos. Había talleres de dramaturgia, en que parece ser que no escribieron mucho (menos en uno en que sí escribieron mucho), con peces gordos como Martin Crimp, Simon Stephens, Mark Ravenhill, Eva-Maria Voigtländer… Otros talleres eran más activos, quiero decir, que los alumnos se movían y hacían cosas aparte de estar sentados hablando, como el de Anne Bogart, Willem Dafoe, Declan Donnellan, Stefan Kaegi, Jan Klata, Oskaras Koršunovas, Christiane Jatahy, Pascal Rambert… Había un total de 17 talleres. En uno de ellos, los alumnos se dedicaban a entrevistar a los peces gordos y a los otros alumnos, para luego preparar pequeños vídeos intercalando estas entrevistas con otras imágenes del taller. Aquí uno de los vídeos, del taller de Roger Bernat:

 

 

 

Y había un taller de circo también, con la compañía Baro d’Evel Cirk, que estaba situado un poco lejos de las islas, pero fue una aventura emocionante llegar a la carpa tras coger varios tipos de transporte… Y al comenzar el espectáculo, un caballo solo en escena… Emocionante. La carpa estaba allí al fondo:

 

circo

La lejana carpa del espectáculo Bestias

 

He de admitir que esas gallináceas que tan poco se prodigan últimamente por este blog, Vera y Turuleta, desaparecieron a los pocos días, y me dejaron libertad para anónimamente recorrer la Bienal… Así pude investigar un poco en el lobby español y conocer a unos cuantos, como a la siempre sonriente y dispuesta señorita Santacecilia, que trabajaba en la Bienal y solucionaba exitosamente todos los problemas que se le iban presentando… También a la divertida señorita Cirera, que no dudaba en preguntar a los gondoleros si acaso se encontraba perdida por la isla, y al señor Provencio, viajero infatigable, al joven Fernández, que está dirigiendo una película y todo, y a la viajera Señorita Navarro, a la que le encanta el circo, a la joven señorita Díaz, que quiere dirigir teatro, a la señorita África, a la que le gustan mucho los helados pero inexplicablemente no se comió ninguno en Venecia, al señor Urgel, que se tuvo que marchar antes de tiempo de la isla, a la señorita Prado, que tiene una compañía de teatro en Madrid, al señor Morales, al que conocía de vista de los teatros, al igual que a Lennie, Elejalde, Escolar, etc… (Por cierto, me enteré de muchos cotilleos de españoles, pero este no es el blog apropiado, así que os quedáis sin saberlos…)

 

Conocí también a dos catalanes, la señorita Campos y el señor Torras, que no podían creerse que yo fuera un perro. «Pues que os den morcilla», les dije, porque está muy claro que soy un perro, ¿no? El señor Torras me dijo que iba a venir a Madrid con su espectáculo Rhumia, al Circo Price, allí donde mis amigas la señorita Folguera y la señorita Pons…Pues se va a enterar, porque lo que él no sabe es que este perro no se pierde una en el Price, así que me pienso plantar en su estreno y pasarme toda la función ladrando, a ver si es verdad que soy un perro o no… Bueno, es cierto, luego, para compensar el no haberse creído mi condición, el señor Torras decidió dibujarme un retrato a lápiz, que no sé si poner aquí por vergüenza, pero en él me mostraba como perro…

 

Dentro del sector italiano conocí al arquitecto e iluminador (¡toma ya!) señor Corsini, a la señorita Falché, letrista de canciones aunque no me cantó nada (y ha prometido enviarme algo y aún no lo ha hecho), y también a la señorita Pieri, que hablaba miles de idiomas y que reconoció mi voz del tren de ida a Venezia (admito que a veces ladro muy alto y como en el tren de ida me encontré a los españoles Prado y Benito…) Y también a un montón de dramaturgos italianos, como el señor Pisano, de Nápoles, que pronto cumplirá 30 años y lo celebrará en Madrid (podría haber elegido el Caribe o Tailandia, pero ha elegido Madrid, eso es un punto a favor de nuestra torturada ciudad, y un par de puntos a favor del señor Pisano), los señores Bianchi, Garozzo, Tambasco, Festa, Borghesi, Alessandro, Pederzini, Marangoni, Napoletano, Scotti, Morana, las señoritas Arrigoni, Balucani, Berardelli, Barile, Ruggeri, Donzelli, Tanzi, Camurri…

 

Pero esto no es todo, continuará…

 

@nico_guau


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