(Leer la primera parte aquí y la segunda parte aquí.)
Primer pasillo eterno que dentro de Arsenale había que recorrer, bajo el sol achicharrante veneciano
En cuanto a los espectáculos, hubo diversidad de opiniones. A mí me gustó mucho La gaviota en versión lituana, que ya había visto en Madrid, pero hubo gente a la que no le gustó tanto y se enfadó conmigo, como si yo, un simple perro (lo de simple es una forma de hablar que viene bien en este caso) fuera responsable del montaje… (Vinieron en el intermedio a ladrarme unas cosas… Uf.) Descubrí que el problema de sonido que hubo en Madrid en esta Gaviota, y que no acabamos de saber si era parte de la propuesta del director, o si era un fallo, aquí no estaba, con lo cual, quizá resolvimos también un misterio…
Hubo otro montaje que dividió al público, el de Jan Klata, que hizo una versión del Rey Lear en el Vaticano, con un Rey Lear sin Rey ni Lear… Vi verdaderas peleas al finalizar el espectáculo, entre defensores y detractores, se tiraban de los pelos, volaban las bofetadas… pero no diré más… Al salir nos enteramos de que en esa obra que no habíamos entendido faltaba un actor, el que hacía de Rey Lear, que había fallecido meses antes, y habían decidido sustituirle por su voz grabada, dejando el trono del rey vacío en escena, y proyectando de vez en cuando su cara.
Lear virtual
La clôture de l’amour de Pascal Rambert no fue inolvidable, pero sí que lo fue el juicio a Hamlet por haber matado a su futuro suegro, Please, continue (Hamlet), de Roger Bernat y Yan Duyvendak. Un actor y dos actrices interpretaban a Hamlet, Ofelia, y Gertrudis, y el resto, abogado defensor, fiscal, forense, juez y psiquiatra, se dedicaban a esa profesión en la vida real… Habían estudiado el dossier del caso sobre el asesinato de Polonio y estaban trabajando como si de un juicio real se tratara. Justo antes del intermedio seleccionaron un jurado popular de entre el público, que iba a una sala a reflexionar. El resto del público en el intermedio, en la puerta del baño o en la calle fumando, defendía a Hamlet o le acusaba de cosas muy feas… Y tras el intermedio, el veredicto del jurado italiano: un montón de años de prisión… Pobre Hamlet. Aquella fue la función en que más años de cárcel le habían caído, los italianos no habían tenido compasión ninguna…
Todo preparado para juzgar a Hamlet
La inmensa Angélica Lidell («es una rockera», como decía el señor Henríquez) causó sensación con una nueva entrega de su obsesión por los animales en escena. Se pudo ver una muestra del nuevo proyecto que estaba trabajando en la Bienal en residencia, y muchos espectadores se pusieron en su contra (debo decir que con pocos argumentos… esto que confesaré ahora a lo mejor es una maldad, pero creo que más bien se pusieron en contra por darle la razón a alguna persona que por allí había y con la que pensaban que era mejor llevarse bien… dar la razón al «poderoso» es un buen intento de medrar… eso es así en todos los festivales de teatro del mundo… bueno, no es que los conozca todos, pero lo imagino, que imaginación tengo mucha).
Otro Open Doors (que éste era el nombre genérico para las muestras de talleres y de compañías en residencia) fue el de la compañía de Toni Servillo, quien casi consiguió desintegrar nuestras acaloradas neuronas con un fragmento de una obra en que mandaba a los demás actores fuera del escenario y se quedaba solo, leyendo su texto. Esta muestra sirvió para confirmar que no me iba a dar ningún reparo hacer lo que acabo de hacer esta mañana: tirar por la ventana el DVD de La gran belleza que alguien me había regalado. Se me quitaron las ganas de ver a este señor durante unos cuantos años…
Una actividad de la que no he hablado, eran los encuentros (Incontri) con todos los peces gordos, en un teatro pequeño, también en Arsenale. El entrevistador, el señor Porcheddu, les preguntaba y ellos respondían (algunos respondían mucho, como el de la foto). También el público hacía preguntas si daba tiempo (si el entrevistado no respondía mucho, pero el de la foto respondió mucho). Muestro la imagen de lo que se podía ver en los encuentros, unas cabezas y allá al fondo el entrevistador y el entrevistado (alguno habrá adivinado que se trata de Servillo, pero como no le quiero ver durante unos cuantos años, y es mi foto, he hecho una pequeña intervención a la misma):
Esta gran cabeza se me puso siempre delante, en cada encuentro, qué mala suerte tuve…
Ah, ¡importantísimo! ¡Importantísimo! ¡Casi se me olvida! ¡Conocí a dos perros! Uno de ellos, francés, era uno de los actores del espectáculo de Romeo Castellucci, y se paseaba por el escenario con un altavoz colgado del cuello, en el que oíamos palabras y a veces maullidos… No pude hablar mucho con él, ladraba en un francés muy raro, pero con quien creo que sí se comunicó fue con su compatriota de apellido difícil, el señor Bleunven. Aunque el mejor perro no era ese, ¡era un perro italiano! ¡Un perro como yo! Un perro dramaturgo! Ahora ese perro italiano dramaturgo es amigo mío. Es el señor Cane, un nombre tan poco original como mi nombre perruno («cane» es perro en italiano)… Era algo difícil hablar con él, porque decía que no sabía nada de español, y trataba de hablarme en inglés, y yo odio el inglés un poco, y prefería que me hablara en italiano… (No sé si leerá esto y me entenderá, porque como no sabe nada de español, pero vamos, mira que no saber nada de español, siendo italiano, y además, perro dramaturgo…) Al señor Cane quizá le invitemos a escribir algo aquí, éste es un blog abierto a perros… No sé en qué idioma escribirá, pero tal vez le invitemos, lo hablaré con el resto de gallinas.
Esta era una zona importante de Arsenale, porque a la espalda está el bar de la caña del después, y allá al fondo, luego a la izquierda y luego a la derecha, el teatro grande.
En definitiva, y a pesar de haberme topado con Vera y Turuleta nada más salir del tren en la estación de Venecia, no me arrepiento de haber estado fisgando por la Bienal, ni de haberme deshidratado caminando por las calles para llegar desde un sitio a otro y así cubrirlo todo para El Gallinero, ni de haber escuchado al señor Rigola decir a unos jóvenes «¡esta juventud, que no va a los bares!» y acto seguido haberle visto yéndose al bar… Ni me arrepiento de haber dormido poco para observar lo que se cuece en los bares tras las funciones, ni de haber… No, eso no lo digo, que soy un perro discreto y no es el lugar. Tampoco diré a lo que invitaba el señor Rigola a hacer en la charla inaugural de cada taller, porque soy un perro discretísimo.
Y para despedirme, quiero felicitar a la señorita Santacecilia y al señor Rigola por haber creado un lugar de encuentro teatral internacional durante unos cuantos años en la Bienal de Venecia y haber hecho sentir tan a gusto a tanto teatrero dispar que ha acudido allí estos veranos, por haber creado la familia B16, y la B15, y la B… Y ojalá consiga algo similar el señor Rigola en su nuevo puesto en los Teatros del Canal… Ojalá consiga hacer de cada visita a ese glacial e inhóspito mamotreto que son los Teatros del Canal una experiencia inolvidable, como ha conseguido con la Bienal de Teatro de Venecia.
El señor Kaegi, el señor Porcheddu y el señor Stephens
¡Ah! ¡Y adelante la señorita Santacecilia con su festival Idem del mes que viene en La Casa Encendida!
@nico_guau