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Mientras tantoCuba + U.R.S.S. = Soy Cuba

Cuba + U.R.S.S. = Soy Cuba


 

 

Una de las huellas artísticas más valiosas que dejó la presencia soviética en la Cuba revolucionaria, no fue la de la construcción de su retórica y ostentosa Embajada en Miramar; ni la exportación de obras de autores y dramaturgos rusos a los escenarios de La Habana; sino la elaboración titánica y a la vez fantasmal del proyecto cinematográfico más grande jamás rodado: Soy Cuba (Я Куба, Ya Kuba), la primera coproducción cubano soviética que habría de glorificar a la joven revolución cubana, en un fresco cinético que se convertiría en la Capilla Sixtina del cine revolucionario. Para realizarla, se designó al director más consistente y mimado por la crítica internacional del momento: Mijhail Kalatózov, cuya película Cuando pasan las cigüeñas (Letyat zhuravlí, 1957) fue considerada una obra maestra desde su estreno; algo que el Festival de Cannes vino a ratificar, al otorgarle la Palma de Oro en 1958.

 

Tras la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos en 1961, el gobierno cubano se volvió hacia la U.R.S.S., buscando un aliado que pudiera imponer respeto a la amenazante vecina superpotencia. Por su parte, los rusos tenían puestos los ojos en Sudamérica, como un conjunto de “repúblicas bananeras”, propicias para la exportación del comunismo soviético. En plena guerra fría, una alianza con la Cuba de Fidel Castro significaba para la lejana y antigua Rusia, lograr una especie de cabeza de puente en el Caribe, tanto para dirigir sus misiles contra posiciones estratégicas estadounidenses, como para desembarcar y distribuir el modelo de los soviets por los diferentes países sudamericanos. 

 

A finales de ese mismo año 1961 arribó a La Habana el equipo ruso de la película, encabezado por Kalatózov, un director nacido en Georgia en 1903, que además de dirigir sus propias películas, había alcanzado importantes cargos políticos en la cinematografía oficial soviética. Le acompañaban su director de fotografía habitual, Serguéi Urusevsky y su esposa Belka Frizmann (quien, a la par, ejercía como ayudante de dirección de Kalatózov) junto a Evgeny Yevtushenko, primer poeta de la URSS por esas fechas, que escribiría el guión junto al cubano Enrique Pineda Barnet.

 

A la pléyade de genios soviéticos no les negaban nada los cubanos del ICAIC (Instº Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), de tal forma que el rodaje de la película se prolongó durante más de un año, por motivos tales como la espera de la llegada de las masas de nubes adecuadas, que satisficieran el refinado criterio estético de Urusevsky. Sin embargo, a pesar de la abundancia de medios con que contó Soy Cuba, “la película fue recibida fríamente por el público. En La Habana fue criticada por mostrar el lado más estereotipado de los cubanos, y en Moscú fue considerada Naïf y no lo suficientemente revolucionaria [1]”.

 

Uno de los factores que más sorprende de la preparación de este rodaje, lo rememora Enrique Pineda Barnet (actor y dramaturgo cubano, coautor del guión de Soy Cuba, junto a Yevtushenko) en El mamut siberiano (interesante documental brasileño dirigido por Vicente Ferraz en 2005, sobre la aventura humana que supuso el rodaje de esta película) al relatar cómo el director Kalatózov jamás se bajaba del coche en el que lo trasladaban por La Habana; prefería observarlo todo desde el otro lado de los cristales del lujoso Cadillac que le habían adjudicado las autoridades locales. Esta ausencia de experiencia cubana del director ruso, pudo ser una de las causas de la falta de veracidad de su película.

 

Cuando el equipo ruso llevaba casi un año en Cuba preparando el guión y rodaje de la película, les sorprendió la «Crisis de los misiles» en plena isla. Al quijotesco y filantrópico Kalatózov le afectaron  mucho estos hechos, tanto como para manifestar públicamente que ya no iba a rodar solo un film poético, ni un poema épico fundacional de la revolución cubana, sino un gran manifiesto contra la agresión norteamericana. Para ello resolvió que el tiempo histórico de la película debía centrarse en la Cuba anterior a la revolución. De esta forma se mostraría la injusticia social y el obsceno poderío norteamericano, que se comportaba en Cuba como si de un nuevo estado de la unión se tratase, adquirido lentamente a golpe de chequera. De ahí que las glamurosas imágenes rodadas en hoteles de lujo, casinos y salas de fiesta que frecuentaban los yanquis en La Habana, entren en conflicto con el retrato de la miseria de los bohíos donde se hacinaba gran parte del pueblo cubano, obligado a sobrevivir por medio de la prostitución y el trapicheo; o con las panorámicas del duro trabajo en el campo, y las presiones que sufrían los guajiros para vender sus tierras al invasor del norte.

 

 

Estructura y enlaces


Yo soy Cuba se articuló en torno a cuatro fábulas argumentales, ausentes de cualquier atisbo sicológico, que servían para soportar tanto la denuncia histórica de unos hechos flagrantes, como elevar la lucha esperanzada y alegre de un pueblo, cansado de tanto sufrimiento; con lo cual la película se situó genéricamente en una tierra de nadie, entre el documental y el drama.

 

1.“La primera historia muestra las masas cubanas indigentes puestas en contraste con el esplendor en los casinos para estadounidenses y la prostitución en La Habana”.

http://www.youtube.com/watch?v=eOLVm_9UcRw

 

2.“La historia siguiente narra la quema de un campo de caña de azúcar cuando el campesino descubre que va a perder su tierra en favor de la United Fruit Company

http://www.youtube.com/watch?v=NugMoxuWhaI

 

3.“La tercera historia describe la represión de estudiantes rebeldes en la Universidad de La Habana (que ofrece uno de los planos más largos de la cámara)”.

http://www.youtube.com/watch?v=oMSQG7-l0mA

http://www.youtube.com/watch?v=sYFXv6bDIY8

 

4.“La parte final muestra a granjeros que ayudan a los rebeldes en la Sierra Maestra, conduciendo en última instancia a la marcha triunfal en La Habana para proclamar el triunfo de la Revolución[2].”

http://www.youtube.com/watch?list=PLDA0238505411D7DA&v=CJE7FPZ6QdY

 

La música de la película fue compuesta por el maestro cubano Carlos Fariñas; incluida la pieza Canción triste, que se ha convertido en un clásico del repertorio para guitarra.

http://www.youtube.com/watch?v=BDwFc0BgKtY

http://www.youtube.com/watch?v=fYuHSY9iSw4

 

El vestuario fue diseñado por el cotizado pintor habanero René Portocarrero, perteneciente al grupo Orígenes. El afrocubanismo expresionista de su estilo y sus temas, queda plasmado en el original y erótico desfile de máscaras en el cabaret nocturno.

http://www.youtube.com/watch?v=qUINE6CrrDc&index=10&list=PLDA0238505411D7DA

 

 

La cámara como protagonista


Pero si algo caracteriza a la película del tándem Kalatózov-Urusievski es el exhibicionismo de una cámara omnisciente, que parece circular por el filme con absoluta e impresionante libertad, consiguiendo planos secuencia racionalmente imposibles para una cámara cinematográfica. La planificación de estas larguísimas y bellísimas secuencias debió realizarse con la misma precisión ingenieril que debe aplicarse en el alzamiento de la estructura de un rascacielos. La cámara se situó en un pequeño funicular que circulaba por un hilo de acero tendido y tensado a lo largo de la trayectoria que debía recorrer para rodar la acrobática secuencia. Una línea de operarios iba desplazando la cámara a mano, para recoger -desde perspectivas imprevisibles- los movimientos de masas y figurantes, que Kalatózov y su equipo habían orquestado. La coordinación y armonización de todos estos esfuerzos técnicos del rodaje constituía en sí misma toda una sinfonía humana, de la que emergían las imágenes más bellas e impactantes que nunca se hubieran visto sobre una pantalla cinematográfica.

 

En cierto modo, existen grandes paralelismos entre el rodaje de Yo soy Cuba y Olimpia de Leni Riefenstahl , la directora alemana a la que Hitler le encargó el rodaje de la película oficial de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Y no sólo por la belleza estética alcanzada en ambas, sino por la misma invención de recursos técnicos que lograron. Si Riefenstahl utilizó el primer globo aerostático para situar en él una cámara, que permitiese obtener planos cenitales del estadio; Kalatozov consiguió las primeras cámaras subacuáticas con periscopio, que le permitían rodar en continuidad tanto por encima, como por debajo del ras de las aguas. La libertad económica con que trabajaron ambos cineastas, permitió la incorporación de todos estos avances al lenguaje fílmico, pero sus películas (a pesar de su belleza formal) fueron condenadas al olvido y el ostracismo, porque habían sido creadas bajo la perspectiva propagandística de regímenes totalitarios.

 

Soy Cuba se rodó en blanco y negro, pero con una película de altísima sensibilidad lumínica, que había sido desarrollada en laboratorios militares soviéticos, para filmar y fotografiar la cara oculta de la luna. El precio de estos rollos de película era muy superior al de los convencionales para rodajes en blanco y negro. Si además tenemos en cuenta que, tras el montaje final, la película alcanzó los 141 minutos, podemos hacernos una idea de cómo se disparó el presupuesto inicial de tan delirante y mesiánico proyecto. “Catorce meses de rodaje ya era un disparate”, afirma Alfredo Guevara (Director del ICAIC, por esas fechas) en el documental brasileño El mamut siberiano. Los enlaces de internet que adjuntamos, lamentablemente no se corresponden con la calidad visual de los originales, e impiden apreciar la sorprendente textura  expresionista de un filme en blanco y negro con tantísimos matices cromáticos, que a veces llegan a mostrar completamente negros los luminosos cielos caribeños.

 

Para completar el panorama de deliciosas paradojas (y nunca razones) del verdadero fluir del arte, la recuperación de Soy Cuba se debió a directores y empresarios estadounidenses. Cineastas de tanto fuste como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola quedaron rendidos ante los prodigios de una cámara aparentemente autónoma e inteligente, como la que rodó Soy Cuba; y no dudaron en apadrinar el relanzamiento de la película de Kalatózov, que realizó la productora norteamericana Milestone Films de Nueva York, en 1994. He ahí la paradoja: el mito cinematográfico anti yanqui, por excelencia, fue rescatado y desempolvada de algún almacén de la KGB soviética, o del ICAIC cubano, donde dormía su sueño de olvido, por empresas estadounidenses que la devolvieron en todo su esplendor a las nuevas generaciones de espectadores.    

 

En realidad, el valor artístico de esta obra maestra cinematográfica radica más en la impotencia de lo que no se logró, que en la belleza incuestionable de sus poderosas imágenes. Podría afirmarse (en base a los datos que aporta El mamut siberiano) que el verdadero director de la misma terminó siendo Urusievski, el director de fotografía, a cuyas tiránicas exigencias se doblegó todo el equipo, incluido Kalatózov. Por otra parte, Soy Cuba evidencia cómo la obra de arte nace siempre como algo inesperado, a pesar de sí misma;  y, a la par, demuestra cómo ningún político puede determinar, desde su despacho, la promulgación de una gran obra artística. No fue la ejecución de un plan de rodaje, sino la suma de todas sus contradicciones, las que terminaron dando forma a esta obra maestra cinematográfica, paradójicamente olvidada.

 

El mamut siberiano, documental sobre el rodaje de Soy Cuba

http://www.youtube.com/watch?v=dFIxLesq7IU

 

 

 


[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Soy_Cuba

[2] Los cuatro bloques numerados, y entre comillas, están extraídos de la página de Wikipedia sobre Soy Cuba.

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