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Mientras tantoDe mi Diario / Semana 37 / 2015

De mi Diario / Semana 37 / 2015


 

Weiß/Colonia, 6.9.

Diny se marchó a Beek, a la fiesta por el 70 cumpleaños de su hermana Thea (hay otra Thea en la familia, la mujer de Harry). Me quedo en la cama hasta las 11:11 am, porque esa es la hora más coloniense de todos y cada uno de los días.

 

Me llama Esteban para comunicarme la muerte de su madre, nuestra querida Marlies. Le doy el pésame, claro, pero sobre todo le doy las gracias por haberme llamado, en vez de tenerme que enterar en frío por la esquela que nos llegará con el correo quelonio. El entierro será el viernes, a las 2 pm, en Linz del Rhin. Llamo a Carlitos, para avisarle, iremos juntos.

 

El sistema gmail vuelve a trabajar contra mis envíos colectivos. De los cinco que he hecho hoy, hasta ahora, gran parte me ha llegado devuelta en proporciones superiores al 50%. Lo malo es que uno no sabe a quién reclamar, a quién pedir explicaciones. Lo bueno es que del Doble Envío de anoche, con mi diario, no me llegaron devueltos nada más que dos.

 

Oskar me llama a eso de las 6:30 pm, cuando me estoy preparando la cena, pregunta si puede venir a hacerme compañía un rato. Le pregunto si ha cenado ya y me dice que sí, que no tengo que preocuparme por eso, es más, cuando llega me trae milanesas envueltas en papel de estaño que han sobrado en la cena de su casa. En realidad viene a hacerme dos preguntas: a) si dije en serio que si quiere ir a Huelva a conocer a nuestra familia española, yo lo acompañaría; y b) que por qué es que todo el mundo dice que él es mi nieto favorito. A la primera le respondo que sí, que en diciembre o a principìos de enero reservaremos los pasajes, para que conozca no sólo a su familia española, sino también una Semana Santa andaluza. A la segunda le contesto que ciertas cosas no tienen explicación racional, y esa es una de ellas. Le cuento además mucha biografía de mis años de adolescente, cuando descubrí que yo no era el hijo predilecto de mi padre pero por la sencilla razón de que mi padre me trataba como a una especie de hermano muy menor.

 

Weiß/Colonia, 7.9.

Me quedo sin estafeta activa desde las 10:25 am hasta bastante pasado el mediodía; gmail me castiga, posiblemente, por los muchos emails que me llegan devueltos, es decir, me castiga por algo de lo cual no tengo yo la culpa sino el sistema. ¡Saludos a Herr Kafka!

 

Gracias al glosario de la nueva novela de Peter–Paul Zahl que empiezo a leer me entero de que en Jamaica, al billete de cien dólares jamaiquinos lo llaman Concorde, por el avión más rápido del mundo. Apenas aterriza un billete de esos en tus manos y ya salió volando para no volver. Por cierto que en la pg. 22 nos enteramos de que una de las lecturas favoritas de Aubrey Fraser, el protagonista, es El derecho a la pereza, de Paul Lafargue; pero del autor cubano, casado con Laura, la hija predilecta de Marx, parece no saber mucho pues le dice a su compañera que era «un mulato de la Martinica». Claro está que lo que también puede ser es que PPZ nos gastase una broma, no creo que hubiera esa laguna en el mapa de sus conocimientos marxistas.

 

NL es alemán converso, al Islam, casado con una bereber, a quienes queremos entrañablemente desde que fuimos vecinos durante casi diez años, ellos en el piso principal, nosotros encima de ellos, en el primer piso. Y cuando él se jubiló y se marcharon a vivir en Marruecos, de donde es ella, el contacto se ha mantenido constante y cariñoso. Hoy, N me escribe diciéndome que están pensando alquilar un piso en Colonia para pasar los veranos. Aprovecha la ocasión para decirme por qué en Marruecos los fundamentalistas islámicos no tienen ninguna chance, y es porque Marruecos nunca formó parte del Imperio Otomano, como sí le pasó a Argelia, Túnez y Libia. La verdad es que yo no conocía este dato, pero NL es historiador y lo debe saber de primera mano. En cualquier caso le respondo que «en cuanto al tema de Marruecos y su no contagio del virus fundamentalista, te doy las gracias por la explicación histórica y sociológica, pero fíjate que el asesino de Theo van Gogh y el terrorista que quiso correr amok en el Thalys de Bruselas a París, hace unos días, ambos eran marroquíes. Es decir, que el virus se cuela por todas partes».

 

Weiß/Colonia, 8.9.

Mario Adorf cumple hoy 85 años. El público internacional quizá lo recuerde por sus actuaciones en El tambor de hojalata y en Lola (la de Fassbinder), y poco más, pero en Alemania es una leyenda. Así es que la prensa le dedica el homenaje debido, y en el diario que leo desayunando me encuentro con un gazapo genial: dice el panegirista que Mario Adorf es «el hijo ilegítimo de un médico italiano casado y de su [sic] madre alemana», sin darse cuenta de que esa madre, en la lógica de la frase, es la del médico, no la de Mario. De la mesa del comedor me vengo a la compu y le envío al diario una Carta de Lector, reproduciendo la cita y preguntando después: «¿No hubiera sido más adecuado decir que fue fruto de un incesto?». Lógicamente, no la publicarán, pero espero que al menos al redactor responsable se le caiga la cara de vergüenza.

 

En La Modicana, con Diny, los tres pedimos lasaña. Le pregunto a Carlitos si leyó ayer en el diario la entrevista con Sebastião Salgado, que este fin de semana presentó en Colonia (no me enteré a tiempo y no pude acudir a verla) una exposición de sus fotos amazónicas, al aire libre y en megapantalla, junto a la catedral. Carlitos no conoce la entrevista y le cuento que en ella el periodista le pregunta a Salgado si ha tenido tiempo para visitar la ciudad, a lo que Salgado le responde que no, pero que la conoce muy bien, que cuando llegó exiliado a París vino dos años seguidos al carnaval e hizo cientos de fotos en la calle, en las tabernas El periodista se extraña: «No he visto nunca una foto suya de nuestro carnaval». «Es que no he publicado ninguna», responde sencillamente Salgado: «Entretanto tengo tantos archivos, tantas fotos, que no voy a lograr publicarlo todo». Y ya metido en el Brasil les hablo extensamente a Diny y a Carlitos de Nelson Pereira dos Santos, a quien considero el mejor director de cine brasileño, muy de lejos. Glauber Rocha, les digo, era un visionario, el ideólogo del “cinema novo”, pero las pelis buenas quien las hacía era Nelson. No me resisto a contarles en detalle ese prodigio que es Como Era Gostoso o Meu Francês, y cómo fue la filmación de otro, Memórias do Cárcere, que la conozco en detalle porque me la contó el propio Graciliano Ramos, es decir, su intérprete, Carlos Vereza, en su casa de Jacarepaguá, a las afueras de Río, por la Barra da Tijuca, en noviembre 1987.

 

Weiß/Colonia, 9.9.

Como tantas otras veces, quiero avisar a todos mis amigos hispanos en Alemania de que esta noche pasan una peli en lengua de Castilla con subtítulos en el idioma de las tribus aborígenes, será en el canal Arte, y tiene muy buena crítica, se titula Tanta agua. Pero son penas de amor perdidas, gmail.com me devuelve 99 de los 102 emails del envío colectivo. Lo repito, de tozudo que soy, y el resultado es el mismo. La recontrarremilputa que los recontrarremilparió.

 

Fui a Rodenkichen a hacer en el Banco la transferencia del anticipo trimestral a Hacienda, y al sentarme a esperar el bus en la parada se sienta a mi lado una alemana alta, delgada, de unos 50 años, que me pregunta a bocajarro: «¿Está leyendo a Karl May o quiere un Negerkuß?», a la par que abre una caja de “besos de negro”, unos dulces de pasta blanca amerengada recubierta de chocolate y que por eso los llaman así. Le contesto que ni lo uno ni lo otro, pero ella no cesa de parlanchinear, en realidad para sí sola, pero en voz alta y que me impide concentrarme en releer el libro de Mary McCarthy sobre Venecia, descubierto en la bolsa que me eché al hombro al salir de casa. Sabe Dios desde cuándo se encuentra ahí, y yo el otro día buscándolo sin encontrarlo. 

 

Tras la siesta termino de leer la segunda policial de Peter–Paul Zahl, de la que anoto esta frase, que debe ser una expresión de la sabiduría popular jamaiquina: «No importa cuán borracha esté la cucaracha, nunca debería pasear a pecho descubierto por un gallinero».

 

Me pregunta Marina si la sintonía de nuestra revista radial en Huelva, de 1954 a 1959, eran las “Danzas polovtsianas” de El príncipe Igor, de Borodin, en la versión de von Karajan o, como ella cree, en la de Markevich, y le contesto: «Sí, la versión que era la sintonía de Camino es la de Markevich, editada por La Voz de su Amo, me acuerdo del perrito y la gramola en la carátula. En cuanto a mí, desde que vi la ópera en los buenos viejos tiempos de la RDA, puesta en escena por una compañía rusa, las versiones que más amo son una que lamentablemente subieron a la red sin dar los créditos, pero se me parece mucho, en el recuerdo, a la que vi en el teatro en Berlín oriental (allá por la segunda ½ de los sesenta), y la del Bolschoi, en Moscú, año 2013. 

 

Weiß/Colonia, 10.9.

A Marcos, que me habla de Jordi Savall en un email, le cuento una anécdota muy divertida«Resulta que Colonia y Barcelona son ciudades hermanas. Y ocurre que hace unos veinte años, o más, para celebrar un aniversario redondo de la fecha del hermanamiento, la Philarmonie de la ciudad invitó a dar un concierto a Hespèrion XX, el conjunto de Jordi & Co. Y después del concierto hubo un agasajo en el Ayuntamiento de la ciudad, al que asistí como periodista y que comenzó con una palabras de bienvenida del Burgomaestre Mayor de Colonia (ciudad que fue fundada por los romanos, no te olvides de este detalle, crucial en este caso). Y el señor BM dijo que Colonia se sentía muy orgullosa «de su hermandad con Barcelona y feliz de saludar a su embajada cultural, el conjunto musical Hespèrion [aquí vaciló el señor BM, pero luego siguió muy decidido:] Hespèrion equis equis». A Jordi por poco si no le da un infarto, mientras que Montserrat puso cara de circunstancias para no echarse a reír a carcajadas».

 

Mary McCarthy le escribe a Hannah Arendt preguntándole si ha leído El tambor de hojalata, y ella le responde: «Conozco el libro de Grass pero no he logrado terminar de leerlo. [] En mi opinión la mayor parte es de segunda mano, no originario, outré, pero con un par de fragmentos buenos». En la misma carta, del 7.6.62, le comenta la reseña de Pálido fuego que MMC publicó por esos días en New Republic: «Hay algo en N[abokov] que me disgusta profundamente. Como si quisiera mostrarte constantemente cuán inteligente es. Y como si  pensara de él mismo en la categoría “más inteligente que”. Hay algo vulgar en su refinamiento y soy un poco alérgica a esa forma de vulgaridad. [] Sólo conozco un libro de él que realmente admiro y es el largo ensayo sobre Gogol». No menos categórica, y también en la misma carta: «L’Année dernière à Marienbad, la he visto y la encontré aburrida. Pero ve a verla, desde el punto de vista técnico es interesante». No se andaba con chiquitas doña Hannah. ¡Bravo!

 

Weiß/Colonia, 11.9.       

Mientras desayuno siento dos pequeños mareos y me mido la presión: los valores son 151/71, aceptables, lo que tengo son nervios a causa del viaje que nos espera a partir de la 1 pm. Así es que me tiendo en la cama, después de desayunar, y me tomo una hora de reposo. Luego, a las 12, me levanto, me afeito, me ducho, todo conscientemente a cámara lenta. Carlitos llega poco antes de la 1 y a la 1:00 pm en punto salimos camino de Linz del Rhin, de su cementerio del bosque. Carlitos lo ha buscado en Google y lo imprimió, pero se conoce que Miss Hortensia Google me quiere más que a Carlitos, porque el que yo busqué es uno distinto del que encontró él, y es además el verdadero. El cementerio nos plantea el problema del aparcamiento porque se encuentra en una zona de colinas, en un barrio de casas con jardines y calles más curvilíneas que rectilíneas, y muy estrechas. Pero al fin logramos aparcar y llegar a la capilla con pocos minutos de retraso. En la capilla no hay sitio libre para sentarse, lo vemos ya desde lejos por la veintena de personas que siguen la ceremonia desde fuera, bajo el techo del pórtico. Calculo un total de ± 100 amigos de Marlies que hemos venido a despedirla y acompañar a su familia. Hablan los hijos, dos de los nietos, y entre cada speech hay música (folclore argentino y “Der Lindenbaum” del ciclo Viaje de invierno, de Schubert), también se proyecta en una pantalla una secuencia de fotos donde podemos seguir la vida de Marlies a lo largo de sus 86 años. Por último, los hijos sacan la urna de la capilla, y nos ponemos en camino hacia la tumba, que está cerca. A Osvaldo le acercan una silla junto a la tumba, y lee, en español primero, en alemán después, su emotivo adiós a la compañera con quien estuvo casado 64 años, tuvo cuatro hijos, diez nietos (de los que sólo falta Bruno), cuatro biznietos y doce libros. Cuando se aleja de la tumba, después de haber arrojado en ella un puñado de tierra del Tigre y unos pétalos de rosa, todos los presentes vamos despediéndonos de Marlies de la misma manera, sólo yo echo dos puñados, uno por nosotros y otro por Esther (que no pudo abandonar Berlín por culpa de unos compromisos ineludibles). Le doy el pésame a Ana y después a Esteban, a quien vuelvo a agradecerle que me llamase para comunicarme la noticia; finalmente a mi querido Osvaldo, quien no me reconoce, pero a Diny sí.  Esteban, a quien se lo cuento, me dice que Osvaldo está realmente anonadado, son muchas las personas a las que no reconoce, ha sido un golpe muy duro para él. Nos invitan al refrigerio familiar, en la casa de Udo, que está cerca, pero Carlitos arguye que no puede quedarse hasta tan tarde, tenemos que devolvernos ya a Colonia. Y regresamos en este día espléndido de sol y de temperatura, por la orilla –toda llena de viñedos en flor– del ancho y majestuoso río padre donde ha venido a recalar nuestra querida Marlies, nacida tan cerca del río ancho como mar.

 

Al llegar a Colonia acudimos a la exposición de Claudia en la Moltkerei, uno de los lugares más codiciados para mostrar sus obras los artistas que las presentan en la ciudad. Esta vez se trata de un proyecto común con el Museo de Arte Contemporáneo, de Bogotá, estableciendo un puente artístico entre ambas ciudades, puente que se completará el próximo noviembre en el páramo santafereño. Nos enseña Claudia la muestra exhibida, y me entusiasma especialmente un plano de Colonia tratado visualmente en pequeño formato hasta convertirse en un grupo de árboles, y en gran formato, ocupando toda una pared, uno en el que poco a poco se imbrica un fragmento del plano de Bogotá. Antes de despedirnos le pregunto si sabe por qué la galería se llama así, y me dice que sí, que Molkerei es el lugar donde se ordeñan las vacas; y sí, le digo, pero ¿y la “t”? La “t” viene del apellido del general prusiano Moltke, así que es Moltkerei resulta ser un juego de palabras, cosa que no está mal en una calle donde el juego es más bien de números: del 28 se pasa al 8 (donde está la sala de exposiciones) dejando en la cuneta a todos los intermedios.

 

Weiß/Colonia, 12.9.

Me levanto a las 11:11 am, esta noche he dormido más de ocho horas de una vez, nada más que una interrupción para aliviar la vejiga. Tras las abluciones matutinas, desayuno leyendo el diario, trabajo un poco en la compu, sobre todo despachando emails de los que se acumulan a causa de mi creciente desidia por la escritura de cartas, ¡tan justamente yo, que he sido toda la vida un epistolómano convicto y confeso! (los archivos de mi correspondencia, si fuera famoso, harían la delicia de los saqueadores de tumbas). A las 2:10 pm llega Frank trayéndonos a don Henri, que viene tras él escondiendo a la espalda las cartas que ha sacado de nuestro buzón, abajo, junto a la puerta de la casa. Me doy cuenta y lo saludo así: «Buenos días, señor cartero». Sonríe, como agarrado en falta, y me entrega sin palabras el correo del día. Facturas de médico, y en un sobre de cartón tamaño DIN A4, El derecho a la pereza, de Paul Lafargue. Sintomático que sea ahora –en mis días de abulia y haraganería– cuando se me ocurra leerlo.

 

************FIN************

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