Monólogo de un policía a otro en el coche patrulla, interceptado con un walkie talkie infantil:
“Mi sobrina, que está loca. Que en la vida me ha preguntado nada, y desde que sabe que fui al teatro ese, está que no caga conmigo…
Pues me dice que si me gustó lo otro, que me va a gustar esto. Que tiene mucho que ver una cosa con otra, porque son dos actores en una habitación, con una cama… Se habrá creído la cría que a mí solo me gusta ver a la gente en la cama, yo qué sé… Qué coño, ¡me ha calao!
Bueno, el caso es que esto es en un hotel, una habitación de hotel, donde se encuentran un tipo y una tipa, que en realidad no debían encontrarse. Les toca compartir habitación, ¿sabes? Que ya quisiera yo que me tocara compartir cama con una tía, así porque sí… Él está esperando una llamada, y por lo visto empieza a subir ahí la tensión. Porque no se entienden entre ellos, desconfían a muerte y se van sacando poco a poco los misterios. Pero poniendo buena cara, como si no pasara nada…
No sé, es que mi sobrina es muy poeta, también, y se emociona contándote estas cosas. Que el hotel es como un lugar especial para los dos, que se esconden ahí como en un refugio, ¿no? Entonces se dan cuenta de que están luchando el uno contra el otro, que todo lo demás da igual, porque se la juegan ahí, partiéndose la jeta el uno delante del otro. Y se la juegan los dos, cada uno con lo suyo… Por eso, están todo el rato como acercándose y alejándose, sin saber muy bien cómo salir de allí.
Y acaba siendo una cuestión ya personal, como si todo ocurriera por una razón… No sé, me ha dejado con la intriga ahí metida. Dice que los actores son de lo mejor que ha visto últimamente, que ella ve mucho teatro y tal…
Bueno, ¿te vienes o qué? A ver, que yo no iría, pero es que me está pinchando la cría esta cabrona para que vaya a verlo. Yo ya le he dicho lo que pienso del teatro, ¿eh?, pero la tía dice que es que me pilla de camino… Y encima tiene razón. Que según vuelvo una tarde a casa, puedo pasarme… Porque está ahí, cruzando Pirámides, al lado de Marqués de Vadillo, en el barrio de Manolo, donde fuimos aquella noche de cervezas… ¡Venga, hostia, vamos mañana, que te invito!»
Y no pude escuchar más, al walkie talkie se le acabó la batería. Pero busqué por internet… Hablaba de esto.
Vera Yobardé