Ahora que los días van pasando y las experiencias se van asentando, me doy cuenta de hasta qué punto el viaje al departamento del Huila, en el corazón de Colombia, me dejó una huella como pocos lugares. Nos bañamos en el río Magdalena, la principal arteria fluvial del país, que lo atraviesa de sur a norte; conocimos a gentes sencillas, generosas y sabias. El Huila, y en especial el pueblito de La Jagua, se nos quedó grabado en el corazón.
La Jagua es uno de esos lugares en que uno siente como si se parase el tiempo. Apenas un día pasamos allí, pero un día en La Jagua vale por una semana. Porque da tiempo a todo. Porque la inmensa belleza del Magdalena convierte un instante en una eternidad en el recuerdo.
En La Jagua comprendí lo que ya había intuido en Neiva de la mano del profesor Miller Dussán: que os opitas -o huilenses- se tienen bien merecida la fama de hospitalarios. Allí nos enseñaron que el agua y la vida no tienen precio en dólares. Que unos huevos fritos con arroz y plátano pueden ser un manjar más exquisito que cualquier plato de nouvelle cuisine. Y allí tuvimos la inmensa suerte de dar con Zoila, mujer guerrera donde las haya, que lucha obstinadamente, como un David contra Goliat, por defender el río y la vida en una de las regiones más hermosas de cuantas he conocido en Colombia.
A buen seguro, os hablaré más de La Jagua; de la resistencia de los vecinos del pueblo frente a Emgesa, la filial colombiana de Enel Endesa. Mientras tanto, a modo de pequeña introducción, os dejo este pequeño video que ha elaborado Jheisson y que da una idea de la situación a la que se encuentran los vecinos de La Jagua, Gigante, El Hobo y otros municipios de la región. Lo miro, y sólo puedo pensar en volver…
* Video: Fotos y montaje de Jheisson A. López. Música: «Alma del Huila», de Luis Alberto Osorio.
