El periodismo en papel no ha terminado de morir todavía, pero ya está resucitando. Los grandes grupos de comunicación parecen querer destruirlo por lo que ya hemos dicho otras veces: la materia prima es cara y los gastos de distribución, enormes. Acabar con los medios impresos reduce los gastos corrientes y, con ello, el margen de beneficio puede dispararse. Pero en esta ecuación pretendidamente idílica también hay que tener en cuenta que asesinar el papel implica reducir ingresos. Porque, hoy por hoy, las inserciones publicitarias en los medios impresos son infinitamente más caras que en internet. Además, la prensa en papel ha demostrado que puede ser rentable. Así ha sido históricamente. Ahora no lo es por la crisis económica, que ha hundido el consumo, sobre todo de los artículos más prescindibles y, desgraciadamente, los periódicos y las revistas se encuentran entre ellos. Pero, pese a la terrible crisis, aún hay alguna prensa, sobre todo la regional o determinadas revistas, con la que se sigue ganando dinero. En cambio, con los medios en internet en su conjunto, nunca ha sido posible.
Las empresas no son tontas, saben todo esto y muchas ya dan prácticamente por perdido el negocio informativo no sólo en papel, sino también en la red. Por eso regalan una información a la que cada vez se da menos importancia, la imprescindible para rellenar, y utilizan el canal, internet, para vender otros productos y servicios que nada tienen que ver con el periodismo.
En este contexto, la pista de la vuelta del papel nos la da que, puntualmente, se vea alguna gran apuesta por las publicaciones impresas. Pero estos nuevos productos, por lo general, atufan a objetivos comerciales. Porque, creemos, salen únicamente para convertirse en soportes publicitarios. No sólo en las páginas que explícitamente son publicidad, sino también en las de reportajes. Este nuevo género periodístico, el publi-reportaje que pilla indefenso al pobre lector, amenaza con consolidarse.
Suponemos que estas cuestiones comerciales han influido en la decisión de «Newsweek» de volver a salir en papel justo un año después de cerrar esa edición. Conservamos la esperanza en que no se va a convertir en un mero soporte publicitario, en que no va a venderse barato, en que va a seguir contando buenas historias. Pero no somos del todo ingenuos y creemos que, para bien o para mal, ahora buscará con mucho más ahinco ser rentable, lo que tiene riesgos. Pero en internet habrá visto que, ni aun corriéndolos, había podido serlo.
Las apuestas en papel de nativos digitales
En España, además de movimientos como los que antes relatábamos, estamos viendo otros que nos hacen tener un poco más de esperanza en que el papel como soporte de buena información tiene futuro. Estamos asistiendo, es cierto, a una verdadera eclosión de medios en internet. Pero prácticamente todos ellos tienen apuestas impresas. Infolibre tiene su mensual Tintalibre. eldiario.es ayuda a la venta y distribución de los monográficos del colectivo Qué hacemos. Jotdown también se edita en papel.
Por el carácter de todas las publicaciones impresas de todos estos medios nos da la sensación de que no sólo la publicidad, sino también la reflexión y el análisis continúan teniendo mejor encaje en el papel que en internet.
Y, además, hay algunos medios tan rabiosamente jóvenes, como Mongolia, que nacieron directamente en papel. O La Marea, la cooperativa que se gestó sobre las cenizas del extinto Público, cuya oferta editorial está aumentando. O La Maleta de Portbou, una publicación que nos cautiva y cuyo alma mater es Josep Ramoneda.
La I+D+i en el periodismo
Nos gusta que las empresas, las nuevas y las viejas, sigan creyendo en la prensa impresa como negocio rentable. Nos encantaría que calara todavía más esa idea. Y la de que invirtiendo en periodistas se podrían hacer mejores productos y que ello redundaría en favor de la rentabilidad, aunque no en el cortísimo plazo, claro. El periodismo también necesita invertir en I+D+i, en nuestro particular I+D+i, es decir, en periodistas que tengan tiempo para investigar y escribir buenas historias.
Pero esa inversión en innovación a que están obligados los medios también tiene que pasar por adaptar las publicaciones a los nuevos soportes, a las tabletas, fundamentalmente. Las empresas periodísticas están perdiendo ese tren, me temo. Y los periodistas, la oportunidad de desarrollar nuevas narrativas, nuevas maneras de contar, que permitan que el lector no sea un sujeto pasivo, sino que participe activamente en el relato. Hay excepciones, como la revista Don.
Las apuestas por el papel también se deben a que el periodismo impreso no sólo es más rentable, sino que también tiene más influencia en la sociedad. Sí, todavía hoy. Por eso la publicidad es más cara. Por eso los grandes columnistas aún escriben para el papel. La prensa escrita aún provoca dimisiones. Incluso en España. La información por internet lo tendrá más difícil para provocar movimientos similares, nos tememos. Aunque esto, lo sé, es muy discutible, sobre todo teniendo en cuenta que los últimos movimientos sociales se alimentan fundamentalmente de lo que ocurre en la red.
Coartada pro-publicidad
En este blog hablamos muy mal de la publicidad siempre, es cierto. Y, ahora, de repente, defendemos el modelo de la prensa de siempre, financiada con ella. Ésta es una gran contradicción que trataremos de resolver. La inversión en buena información hará posible la creación de medios tan fuertes, tan leídos, tan influyentes, que será imposible que una empresa renuncie a publicitarse en ellos, aunque a veces se la cuestione o se denuncien sus prácticas. Ésa sería la verdadera independencia.
Así, además, tendríamos argumentos los periodistas cuando nos digan que la publicidad es la que nos da de comer. Podríamos responder: «De ninguna manera. Hay publicidad porque éste es un medio en el que se publican tan buenas historias y es tan leído que las empresas están dispuestas a pagar fortunas por anunciarse en sus páginas aunque a veces nos metamos con ellas».
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