Tras borrar la última antecrítica
motivado por un malentendido,
voy hoy al teatro
(poco importa la obra)
a ver a unos amigos,
a un espacio por muchos conocido.
Antes de entrar sopeso
un tema del que hablar en una entrada
para el blog adecuada.
Antes de la función,
lo propio y necesario en este caso:
conseguir una entrada
(de pago o de las otras,
hoy ha sido de pago)
y acudir a un lugar
que en caso de no hallar en un teatro
incómoda función vieran algunos:
el baño o el aseo.
Lo que empezó así, puede bien seguir en prosa; al hablar de un tema tan bajo pero tan necesario, la inspiración poética ha escapado, justo al sonar el ruido de la cisterna (que por cierto, en estos baños en cuestión está escondida).
Ya sea en el sótano o a ras del patio de butacas, ya sea una larga fila de urinarios o reservados o uno solo y unisex, en cada teatro suele haber baños. El pasillo que lleva al de hoy está pintado de azul oscuro, y se deben bajar unos 10 o 12 peldaños para llegar a un punto en que se separan nuestros caminos, querida (en realidad voy solo, pero me tentaba escribir esto): los caballeros deben girar a la derecha y las damas a la izquierda. Las damas no se escapan de necesitar un baño en el teatro, ni siquiera en un teatro de postín como el que visito hoy. Pero para ejercer mi derecho a misterio, no voy a decir aún de qué teatro se trata, tan solo daré pistas y mostraré, si pudiere, alguna fotografía.
En este blog hablamos de todo eso que forma parte del teatro y que es importante para el buen funcionamiento de esta actividad teatral a la que tanto debemos (otra frase que siempre quise escribir, y en esta época de premios me ha venido a la mente… ) Conclusión: algo tan importante y que nadie hable de ello, no está nada bien. La cuestión de los baños no será la actividad principal de El Gallinero, pero sí de vez en cuando se puede hacer una buena descripción de un teatro a partir de sus baños… Bien, después de todo esto, si alguien tiene argumentos para rebatir esta afirmación, rogamos que los esgrima:
Los baños son una parte muy importante del teatro.
Es más, incluso podríamos afirmar esto otro:
Los baños de un teatro tienen la misma importancia que la visibilidad de las taquillas o que la promoción en prensa de un espectáculo.
Me surgen también unas preguntas mientras voy de la taquilla hacia la puerta de entrada:
¿Sobreviviría un teatro sin baños?.
¿El público acudiría en masa a un teatro sin baños o solamente irían los más atrevidos?.
¿Ha cerrado algún teatro alguna vez debido a la mala-ubicación/inexistencia/poca-idoneidad de sus baños?.
La señorita, antes de permitirme pasar, me mira la entrada; después me señala una puerta. Yo, como es habitual, no me dirijo hacia esa puerta, sino que acudo al baño. Hacia la derecha, ese pasillo azul oscuro me reclama. Bajo la escalera, giro a la derecha de nuevo, entro en un reservado… No explicaré lo que hago allí dentro, no es relevante para el tema a tratar… En este teatro, cuando uno se dispone a activar la cisterna, tarda un rato en encontrar el modo (claro está que hablo del baño de caballeros, que es el que suelo frecuentar). Si uno ya es reincidente, sabe perfectamente el truco, pero si no, bueno… Pues sí, allí, tras la tapa, y a una altura más baja que las rodillas, se encuentra el mando. No se trata de tirar de ningún cordón que sobresale del techo, y tampoco de buscar junto a la cisterna, porque ésta no está visible; se trata de un mando alargado que queda escondido al levantar la tapa.
Aquí iría la foto pertinente, pero me he encontrado sin cámara, así que dejo sólamente, para dar una pista más, un detalledel teatro (ya he dejado otros dos más arriba), a modo de concurso televisivo*:
Mañana voy a ir al mismo teatro, por cuestiones fraternales, y prometo terminar esta crónica que caprichosamente se me ha quedado inconclusa.
@nico_guau
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