Jon Rafman es un artista canadiense que desde 2008 se dedica a mirar el mundo a través de Google Street View. Si descubre algo que le interesa, guarda capturas de pantalla que luego amplia, imprime y expone en un proyecto abierto llamado “The nine eyes of Google Street View”, en referencia a las nueve cámaras que cada coche fisgón alberga en su mástil. Como se podrán imaginar, hay escenas de todo tipo: banales, sórdidas, divertidas, inquietantes, entrañables, incomprensibles, trágicas. Pueden ver muchas de ellas, convenientemente etiquetadas, en la estupenda web de la Saatchi Gallery de Londres, donde la exposición se presentó el pasado año.
Rafman dice que su trabajo explora las paradojas de la percepción moderna y que encuentra fascinante el poder de las imágenes de Street View para representar el conflicto entre la necesidad del hombre de buscar significados y la indiferencia robótica de esos nueve ojos que lo convierten en extraño de sí mismo.
No puedo evitar que su proyecto me evoque otra epopeya visual inacabable —y de igual vocación sistematizadora y global—, el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg. Sin embargo, lo que para el historiador alemán fue una pulsión agotadora -le costó la cordura- por adentrarse en el corazón de sus collages visuales y entender al fin la Historia, en Rafman es la impasible y perezosa distancia del mirón que descubre en el dispositivo multiocular de Google esa máquina de visión viriliana que elimina el tiempo y el espacio a través de la simultaneidad y el anonimato.
Resulta que Google acaba de implementar Street View en Namie-machi, una pequeña población japonesa de la prefectura de Fukushima, abandonada tras la catástrofe nuclear y convertida ahora en una ciudad fantasma. Yo ya me he dado una vuelta por ella y es una excursión estupenda. Pueden empezar desde aquí.