Si nos fijamos en lo que ha sucedido en recientemente en Francia y hace algo más de tiempo en el Reino Unido, donde los partidos socialdemócratas se han renovado por la izquierda y con caras de ‘outsiders’, podemos pensar que Pedro Sánchez puede tener todas las de ganar en las primarias. Y ello, sin ser ni muy marcadamente de izquierdas, ni tampoco puramente un ‘outsider’ o, por lo menos, bastante menos que Hamon, que fue ministro, pero nunca secretario general de su partido ni candidato a la presidencia.
Pedro Sánchez, sin ser muy de izquierdas, sí ha adoptado, o adoptó, tardíamente, una estrategia izquierdista dentro de lo que puede dar de margen el PSOE. Decimos que adoptó esa estrategia, o esa pose, o ese discurso, porque acordémonos de las primarias que ganó, quién le apadrinó, qué apoyos fue con los que contó y con quién competía (no hablamos de Eduardo Madina, sino del candidato de Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias, ese sí con perfil ideológico más izquierdista). La estrategia de Sánchez, sobre todo con vistas a las segundas elecciones, y más especialmente en sus últimos meses, que constituyeron casi una pre-campaña ante unos probables terceros comicios que se evitaron, consistió en distanciarse de la derecha y de Mariano Rajoy con un estilo hasta bronco para que Podemos no le comiera terreno asimilando al PSOE con el PP con esa etiqueta pre-tuitera PPSOE, no ya con retórica y propaganda con mayor o menor contenido veraz, sino con hechos consumados. Pedro Sánchez planteaba una enmienda a la totalidad a la estrategia de Pablo Iglesias, que pretendía hacer creer que votar PSOE es votar PP, mientras que votar Podemos era, sin duda ninguna, votar, no sabemos si izquierdas, pero sí al menos cambio. La gestora que se ha hecho cargo del PSOE y todos los socialistas que le dan el parabién le han dado la razón a Podemos, pero no Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez tampoco es exactamente un ‘outsider’, porque hace menos de seis meses era secretario general del PSOE y candidato a la presidencia del Gobierno. Pero el aparato del partido lo echó y ahora se nos aparece a la manera corbyniana, como un candidato de la militancia más de base, anti-establishment casi. Todo esto hace pensar si lo que ha ocurrido en los últimos meses, especialmente desde que se empecinó en el “no” a dejar gobernar al PP que había prometido en campaña y que había decidido el partido, o al menos a partir de que dejó el cargo, el escaño, y concedió la entrevista a Jordi Évole en que destapó las presiones que sufrió, no obedece a una estrategia muy bien diseñada y muy acorde con el sentir popular casi a nivel global que da su bendición a quien parte aparentemente de la nada y con casi todo en contra.
Pensemos que Pedro Sánchez gana las primarias. Pensemos en que un PSOE bajo su mandato vuelve al “no es no”, dado que no podría mantener esta paz con el Partido Popular, puesto que aspira a liderar a los socialistas justo para lo contrario. Pensemos en un bloqueo al Gobierno del PP y en la posibilidad de unas elecciones anticipadas en un año, por ejemplo, si es que no pueden salir adelante los presupuestos. Y eso, con un Podemos que ha perdido su empuje, dividido, quizás escindido, debilitado, más escorado a la izquierda si Pablo Iglesias se impone, o más intercambiable con el Partido Socialista si es Íñigo Errejón quien gana la partida. ¿Es posible pensar en un PSOE reconstruido y más potente con Pedro Sánchez?, ¿se atreverá finalmente Susana Díaz a competir con Pedro Sánchez, siendo ella la representante número uno del establishment socialista?, ¿se conformará Díaz con el parapeto que ha colocado con Patxi López?
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