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Bloguero rico, bloguero pobre

Donde se cuenta cómo la evolución social, las modas y el azar, determinan triunfos y derrotas laborales tan sorprendentes como imposibles de predecir

El éxito del bloguero homito Bob Pop, versión entre twitera y progresista de esos mitos que fueron Boris Izaguirre y especialmente Jaime Bayly (el mejor escritor de los tres), me ha recordado a su particular coetáneo y némesis Rafael Fernández “Ezcritor”.

Los dos comenzaron en esos felices y afluentes tiempos de la blogosfera, aquella que hizo célebre a Nacho Escolar, y tenían perfiles tan opuestos como complementarios: el primero como comentador más juguetón que ácido sobre televisión; el segundo como Henry Miller de Lavapiés de los últimos años burbujescos. Esos dos discursos, más o menos, tenían un público asegurado ya sea por la envidiable afición televisiva del gay medio o por esta adicción inmanente que tenemos los heteros de leer desgracias sentimentales ajenas.

El joven Bob Pop: «Quiero ser Capote o nada»

En este 2021, donde ya es casi imposible leer a intensos cisgénero con la moral corta y los huevos largos, han visto la consagración vía Terrat de Bob Pop como homo-nerd. Su otra cara de la moneda, el bueno de Ezcritor, sobrevive más mal que bien a sucesivas rupturas sentimentales, a un abuso de metáforas sobre faros y penes, y gracias a un público reducido entre forocochero y bukowskiano que compra sus aventuras escrotiles por las Españas.

Nunca he pensado que ninguno de los dos valiera mucho como escritor, perdonen la deferencia (por un momento “el Focoforo” me poseyó), pero sí creo que la sociedad ha jugado mucho en contra de cualquier reconocimiento al segundo. En ese sentido, de haber seguido la moda de la autoconfesión sexual que encantaba a todos los de mi condición (¡y escasa fortuna!), es probable que ahora Ezcritor tuviera un programa en Mediaset como Howard Stern con acento canario. Incluso, en los inicios de 20 minutos Rafa, “un pesao” como lo definió otro intenso, tenía mucho más éxito que cualquiera de sus competidores: el dúo sexo y gotelé, ese nadir de mirar al techo luego de un orgasmo, une a todos los españoles en el hipertexto.

«Ezcritor» entrando a Tinder

No pudo ser, que dicen esos literatos frustrados que son los periodistas deportivos. Ezcritor seguirá de discordia en discordia sentimental hasta su triunfo final como maldito -Panero cisgénero-, mientras que Bob Pop en su muy estudiado papel de gay progre verá en su reconocimiento social -tan lejano al odio que provocaba Capote- un evidente fracaso literario. Los dos, quizá, se cruzarán alguna vez en el metro de Madrid y entrelazarán sus miradas: “If looks could kill it would have been us instead of him”

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