He leído en el periódico global (cada vez que pienso en él de este modo lo imagino inflado, como el pez) que el CEO de una conocida marca de vaqueros (blue jeans los llaman en Chile, o al menos así los llamaba Bolaño) afirmó en rueda de prensa que él no lavaba nunca los suyos. La cosa viene de que ahora la han tomado con que lavar la ropa no es lo que ha sido toda la vida, sino más o menos un crimen ecológico.
Todos esos litros de agua usados en las lavadoras deben ser erradicados, dicen las tendencias. Hablan de que muchas veces basta con cepillar, como los zapatos. Y de que nuevas firmas apuestan por fabricar ropa que no necesita pasar por el agua. Vaya disgusto se van a llevar algunos como les quiten las lavadoras.
Es cierto que a menudo se hace un uso indiscriminado de todas las maquinitas. Pero a lo mejor esto es ir demasiado lejos. Es algo que podría abanderar Carmen Calvo. A Carmen Calvo le pega tomarla con las lavadoras, igual que con el romanticismo. La imagino muy circunspecta observando funcionar la de su casa, recordando la genealogía electrodoméstica, para terminar dirigiéndole un condescendiente “no, bonita”, antes de pulsar el stop.
Varios estudios han indicado (según el periódico globo) que el tejido denim repele las bacterias y se desgasta en las lavadoras. Aconsejan “airearlos” e incluso “congelarlos” como medida higiénica igualmente eficaz. Y sostenible. Yo cuando oigo “sostenible” empiezo a sospechar. El mismo CEO de la conocida marca de blue jeans aseguró que, cuatro años después, seguía sin lavar sus vaqueros.
Esto me ha recordado el impactante caso de un excompañero de colegio que podría considerarse una prueba en contra en un litigio sobre la veracidad repelente del blue jean (bluyín, lo llama la RAE), y por extensión del resto del espectro textil y esta extraña propensión.
Un día, en la gloriosa época adolescente de los vaqueros y sus etiquetitas de colores, apareció en clase el protagonista con unos vaqueros nuevos majestuosos. Lavados a la piedra, para más señas, y con todos los distintivos homologados de autenticidad. El tiempo pasó y los blue jeans comenzaron a cambiar de aspecto. Su portador los llevaba invariablemente y la gente empezó a murmurar.
Cuenta la leyenda que una vez, varios años después, vieron a los blue jeans caminando solos por los pasillos. El caso es que una mañana los vi de cerca, con su permanente inquilino aún dentro, y pude comprobar que en la parte de las nalgas había crecido una especie de musgo duro y brillante, una capa sedimentaria, se diría que impermeable, con su hábitat propio (me pareció que un diminuto ser me saludaba desde allí), que había cambiado para siempre la naturaleza de los míticos blue jeans.
Podría decir que la repelencia del denim es, en realidad, adherencia, y que dicha adherencia sólo se quita con agua y jabón. Nos están diciendo por todas partes y a todas horas que lavar ya no es lo correcto. Lo peor es que no sólo se refieren a los blue jeans.