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Bordar y tejer no es lo mismo

 

Llevo años bordando, recientemente he comenzado a tejer. Sin embargo, mucha gente de aquí y de allá, hombres y mujeres, se han referido a mis bordados como “tejidos” cuando no lo han sido: han sido bordados. Muchos mortales incluso algunos muy estudiados desconocen la diferencia entre estas dos actividades manuales.  

 

La confusión podría deberse a que ambas labores involucran materiales y herramientas semejantes, es decir, hilos y agujas. O a su consideración como actividades “propias de mujeres” (las comillas indican tono despectivo), sin importancia, relegadas al ámbito doméstico y, por ello, ajenas a la esfera pública. Quizás la imagen que se nos vendrá a la cabeza es la de la mujer casera, que luce un par de gafas, peina canas y pasa horas sentada en una mecedora o ante un aparato de televisión. Pero, entremos en materia.

 

Bordar es adornar una tela, ensartando hilo en ella con ayuda de una aguja, con cualquier diseño imaginable. Permítanme que cite la definición de Wikipedia: “El bordado es un arte que consiste en la ornamentación por medio de hebras textiles, de una superficie flexible, generalmente una tela”. La cruceta (punto de cruz), el hardanger y el sashiko son algunos tipos de bordado.  

Foto 1: Matrioska primera, en proceso

 

 

Tejer, en cambio, consiste en producir un tejido, una tela, un suéter, una canasta, un sombrero, ya sea con finalidad utilitaria o decorativa. La Real Academia Española ofrece, entre otras, esta definición: “Entrelazar hilos, cordones, espartos, etc., para formar telas, trencillas, esteras u otras cosas semejantes”. Para ello pueden bastar un bollo de hilo y una aguja de crochet (gancho o ganchillo), si bien hay infinidad de técnicas y de herramientas. 

 


Foto 2: Posavasos tejido a crochet, con trapillo

 

 

La humanidad necesitó tejer antes que bordar, cubrirse antes que adornarse: el telar data del Neolítico, mientras que el bordado es propio de civilizaciones desarrolladas, como la babilonia. La Revolución industrial fue, en buena medida, una revolución del tejido: las telas, antes confeccionadas en el hogar para consumo familiar o comunitario, se produjeron de forma masiva, con ayuda de máquinas sofisticadas. El bordado también ha alcanzado dimensiones industriales, al mecanizarse y reproducirse por millones (pienso en las marcas o los logos que identifican camisetas y gorras); pero no deja de ser un añadido a un género básico: recordemos que para que haya bordado debe haber un tejido previo que decorar.

 

Dirijamos la mirada hacia nuestros días. Sin duda alguna, el bordado y el tejido son labores florecientes. En general, mal remuneradas, por ser consideradas una extensión del “trabajo doméstico”. Sin embargo, ocasionalmente, son elevadas a la categoría de arte y son bien pagadas. En muchas ciudades, pueblos y comunidades, tienen carácter tradicional. Es el caso del bordado otomi, en México, o las piezas elaboradas a crochet que se consiguen en los mercados de Guatemala. Pero también hay bordadoras y tejedoras que, desde sus casas o pequeños talleres, están innovando con creaciones poco convencionales. En el mundo anglosajón, incluso existe la denominación de fiber artist o textile artist, para quienes habiendo obtenido un grado académico en Artes, se dedican a producir piezas que incorporan tejidos y bordados.

 

No solo las abuelitas bordan florecitas y patitos, mientras tejen suéteres para los nietos (y qué bueno que lo sigan haciendo). Bordar y tejer pueden ser “cool” en cualquier edad y están de moda. Internet me ha permitido constatarlo. La abundancia de blogs, sitios web, revistas virtuales y foros lo evidencian. Un sinnúmero de usuarias (por excepción, usuarios hombres) de redes sociales publican sus labores en la web. Entre ellas se da un fructífero intercambio de técnicas, patrones, diseños, consejos y tutoriales. Si usted introduce el término “bordado” en Flickr obtendrá más de cien mil fotos; si lo hace con la palabra “embroidery”, los resultados se quintuplicarán.

 

Bordar y tejer no son la misma cosa. Penélope tejía, pero quizás no sabía bordar.

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