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Mientras tantoBuen puerto

Buen puerto


 

Renglones de luz en la hierba del Retiro

 

En medio de la oscuridad estaba buscando

en medio de la noche estaba perdido

y entonces lo vi

que “el bosque tropical y ecuatorial se extendía en otros tiempos sobre una superficie mucho más vasta”

y que el tamaño de los pigmeos “debe mucho a la gran humedad y a la ausencia casi total de luminosidad en el bosque”.

En medio de la noche

de la insignificancia de estas cuitas

que nos llevan de un extremo a otro del ring

como boxeadores noqueados y sin propósito,

no desde luego como Simone Weil

y su deseo de “perder no sólo toda voluntad, sino todo ser propio”.

Para ella buen puerto era “la cruz”

y si no se le diera merecerlo

participar en ella

“al menos, en la del buen ladrón”.

¿Cuál es el nuestro?

Lo que ella no quería desde luego

era huir.

¿Y nosotros?

¿Qué es lo que queremos?

El día traza sus renglones

haces de una persiana

a la que asomarse:

la caligrafía primorosa

con la que rellenábamos

el primer cuaderno.

No me reconozco.

¿Es verdad?

Porque igual pecado es

sino mayor

esa vanidad del menosprecio

que consiste

en enturbiar el mundo

para que los ojos se sientan más cómodos en un mar de fango.

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