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Buenos días abrileños

 

Todas las palabras juntas callaban sabiamente en el silencio previo cuando la menor y más borrical del índice se pronunció al despertar los buenos días abrileños: El alma es, en verdad, como un asno tozudo que busca las tiernas flores entre las peñas. Ejemplar portaestandarte y grave arengadora de la milicia celestial, la mano de Dios monta guardia en la almenara de su mundo posible. Ya son puro estado de vigilia ambos ojos brujos del ave pájaro cabra, pleonasmo de toda redundancia: No existe más sintaxis que el orden de las tropas en el campo de batalla, tropas tan humanas, rendidas a la seducción de romper filas para que el aire corra, ángel de amor, y se respire mejor… Los grandes guerreros son los grandes amantes. Mucho aprecia la mano de Dios una simple oración atributiva, y así, juvenil divinidad, cara de pascuas, impasible estratega, la mano de Dios ordena que el primer movimiento sea el desarme: Las piedras en flores, las flores en pan, y el pan en vida.

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