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Mientras tantoBulgaria eligió un huevo Kinder

Bulgaria eligió un huevo Kinder


En las pasadas elecciones legislativas del 4 de abril en Bulgaria, todo el mundo esperaba que el GERB, el partido gobernante durante casi toda la última década, fuera claro vencedor. Y, aunque fue el partido más votado, el partido de Boyko Borisov perdió alrededor de una cuarta parte de sus votos con respecto a las últimas elecciones de 2017. Para mucha gente, la salida de partidos nacionalistas y la entrada de nuevas formaciones ha supuesto un cambio significativo. No obstante, el hecho de que (una vez más) casi la mitad del electorado no haya ejercido su derecho al voto, deja en evidencia la falta de alternativas reales más allá de pequeños cambios estéticos y unas ideas exóticas sobre la arquitectura institucional.

El partido «Existe tal pueblo», recién formado y liderado por el popular presentador de televisión Slavi Trifonov, sorprendentemente se convirtió en la segunda fuerza más votada, mientras que el Partido Socialista Búlgaro cayó (una vez más) a poco más del 15% en comparación con el casi 28% que obtuvo hace cuatro años. Además del Movimiento por los Derechos y Libertades (partido de las minorías y antigua bisagra oficial del país), que recibió su resultado estándar, dos partidos también formados recientemente obtuvieron escaños en la Asamblea Nacional: «Bulgaria Democrática», una coalición de conservadores, liberales, más Los Verdes, que en los últimos años ha sido el mayor exponente de las protestas contra la incompetencia y la indecencia del gobierno de Borisov, y “¡Levántate! Fuera mafia”, una coalición dirigida por la ex defensora del pueblo Maya Manolova.

 

 

Vistos los resultados, no cabe duda de que, en las sociedades donde la política está generalmente ausente, el capital simbólico se convierte en el recurso de poder más importante. La falta de unа confrontación ideológica sobre qué principios deberían organizar la vida común, por regla general, da paso a otro tipo de competiciones por el poder.

Durante décadas, en Bulgaria no han estado compitiendo políticas, ni ideas alternativas para la gestión de los servicios y recursos públicos, ni intereses sociales diferentes, sino, sobre todo, personalismos y simbolismos.

Desde el discurso de Simeón de Bulgaria en el césped frente al Palacio Vrana hace exactamente 20 años, pasando por el retrato mediático de Boyko Borissov construido paso a paso, hasta el ascenso de personas como el nacionalista radical y xenófobo Volen Siderov y el periodista Nikolai Barekov, todos los resultados electorales importantes no solo ha pasado por la televisión, sino que se ha creado en gran medida dentro de ella.

El partido populista “Existe tal pueblo” es un caso paradigmático en este género. El partido fundado por Slavi Trifonov, el presentador de televisión más famoso en los últimos 20 años y líder de uno de los grupos musicales más populares, no sólo es un proyecto político originado en la televisión, sino es también un fenómeno completamente virtual e imaginativo en un sentido político.

A diferencia de otras formaciones, “Existe tal pueblo” no tuvo una campaña fuera de su propio canal televisivo, no entró en debate con ninguno de los otros candidatos, no apareció en ningún otro medio, no explicó su programa, que ya era muy general y nada alternativo, y tampoco entabló un diálogo sustancial con los ciudadanos.

A primera vista, nada nuevo bajo el sol. Durante al menos dos décadas, los mensajes de los candidatos a puestos electivos en Bulgaria han sido principalmente morales y estéticos (y últimamente tecnológicos), y sus programas raras veces presentan diferencias significativas. Además, proyectos como «Existe tal pueblo» no son en absoluto una invención búlgara.

Claro ejemplo de ello son el comediante Beppe Grillo en Italia, el actor Volodymyr Zelensky en Ucrania, el músico Pavel Kukiz en Polonia y, quizás, el más destacado, el showman y asiduo a las redes sociales, Donald Trump en los EE. UU. Todos ellos obtuvieron buenos resultados apostando por las emociones, las imágenes y los símbolos sin ofrecer ideas esencialmente alternativas para las políticas públicas.

Esta tendencia global se debe en gran medida a la disminución en las últimas décadas del papel de los gobiernos nacionales en los sectores principales de la vida cotidiana de los ciudadanos. Las inversiones públicas serias, los servicios públicos ampliamente disponibles y la protección de los intereses de los trabajadores hace tiempo que dejaron de ser las prioridades. Los partidos y gobiernos se han convertido en su mayoría en competidores «receptores» de inversiones internacionales.

Dada la impotencia de una gran parte de los políticos para ofrecer algo más que impuestos corporativos más bajos y una administración más eficiente, la única «alternativa al statu quo» ha sido la estrategia de no hablar en absoluto del statu quo. La conversación sobre la economía y el papel de la ciudadanía en su gestión fue sustituida por discuciones sobre la estética, «moral», «corrupción», «incompetencia», «populismo», «fake news«, “invasión cultural” y otras “amenazas a la identidad“. La conversación sobre política fue reemplazada por un espectáculo apolítico y sonados conflictos entre «personalidades».

Volviendo al partido “Existe tal pueblo”, la formación de Slavi Trifonov encaja en estas tendencias de una manera especial. Este partido espectáculo combinó simbólicamente la retórica tecnocrática de la coalición “Bulgaria democrática”, la semiótica patriótica de los nacionalistas, el liderazgo y la imagen viril de Borisov, y el compromiso con el «hombre común» con el que Maya Manolova desfilaba como defensora del pueblo.

«Existe tal pueblo», sin embargo, no sólo tomó “lo mejor» de todos, sino que también ofreció a los votantes lo que el filósofo esloveno Slavoj Žižek llamó un «nuevo opio del pueblo»: el pueblo mismo. Slavi Trifonov logró convertir el sentimiento festivo de sus conciertos cohesión, fuerza, emoción y objetivo común en afecto y acción políticos. La imposibilidad de un programa político alternativo ha sido compensada con la única acción electoral posible imaginable: confundir las cuentas de la élite, enfurecer al establishment.

Pero esto es opiáceo, no empoderamiento. El programa económico de «Existe tal pueblo» coincide perfectamente con el de GERB, y la propuesta de un sistema electoral mayoritario incluso cimentaría a Borisov (o cualquier otro «statu quo») en el poder. Nada de esto le dará al pueblo más control sobre su destino.

La «alternativa» política aquí es como un huevo de chocolate: un recuerdo nostálgico de la infancia, un paquete brillante, una dulzura corta y una ráfaga de energía dentro de un contexto y un fondo de hambre ideológica y deprimente impotencia. En este estado de nuestro imaginario político, cualquier contenido partidista que se conozca de antemano privaría a los votantes del disfrute electoral. De hecho, el placer nunca estuvo en el juguete en sí, sino en su anhelo.

 

Bozhidar Kolov es doctorando en Estudios Rusos en la Universidad de Oslo y estudiante de máster en Religión, Política y Democracia en la Escuela de Teología de Estocolmo. Sus intereses radican principalmente en la interacción entre religión y política, así como en la teoría política psicoanalítica.

 

 

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