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Buscando a Dios, desesperadamente (1)

Au ciel est la maison du Père (Mi bemol)

1. Au ciel est la maison du Père,

Eticelante de beauté.

Tout en elle est gloire et lumiere

Ineffable felicité.

2. Dans nos fatigues sur la terre,

Dans nos combats et nos douleurs

C’est toi, douce maison du Père,

Le cherchant nos yeux et nos coeurs.

 

 

Marx pensaba que la revolución en Europa se daría en los países más avanzados industrialmente y con una clase obrera más desarrollada, sin embargo ésta se produjo en el país más atrasado, Rusia, casi feudal. Y estuvo cerca en el otro extremo del continente, España, pero en un nivel casi parecido de desarrollo.

Por lo mismo cabría pensar que en países donde la miseria alcanza estas proporciones los hombres dejarían de creer en Dios pensando en cómo ha podido hacerles algo así. Sin embargo, como a Marx, a mí tampoco la lógica me hace caso.

¿Cómo se puede creer en Dios, el menos en un Dios bondad, omnipotente, si es capaz de hacerles la vida tan imposible a esta pobre gente?

Puede que es que a ellos les haya tocado pagar la factura del pecado original, IVA incluido, pero no entiendo muy bien el porqué.
Aquí todo el mundo cree en Dios y se sorprenden y se escandalizan cuando les dices que no crees en ningún Dios. Es curioso cómo los cristianos insisten en preguntar y como último recurso te preguntan si ni siquiera eres musulmán. Para ellos es mejor o más lógico creer en un Dios, aunque sea de la competencia más encarnizada, que no creer en algún Dios.

 

Esta es la Catedral Católica de Ouahigouya, el edificio más ‘importante’ de mi pueblo. ¿El estilo arquitectónico? ni idea. El derroche, innecesario.

 

Aquí se cree con fuerza, de una manera muy militante, los cristianos, ya sean católicos o protestantes, son más integristas, por así decirlo. Los musulmanes, al ser mayoría, son más relajados en sus costumbres y prácticas religiosas, al menos en las ciudades. Fuman, beben alcohol, y comen cerdo (a sabiendas). En las aldeas no, pero sobre todo porque no tienen esa posibilidad. Me refiero a comer y beber, de fumar ni hablamos.

 

Una procesión católica a primera hora de la mañana. En domingo, eso sí

 

He visto procesiones en la calle siguiendo una gran cruz y he asistido a los servicios religiosos de la Asamblea de Dios, una Iglesia protestante.
Conocí a una chica que canta en la coral de esa iglesia y me invitó a oírla cantar un domingo. Puede que no fuera así y que me invitara yo mismo con la aviesa intención de hacerme el simpático, me refiero al más simpático todavía.
Así que allí me planté a las 8 de la mañana dispuesto a quedarme discretamente colocado en el fondo de la iglesia para ver cómo era todo aquello y cómo cantaba mi amiga.

Sobre la carretera que lleva a Seguenenga se encuentra una amplia parcela vallada con las siglas AD formadas con ladrillos y dentro una nave grande como de 20 metros de ancho por 30 de largo, con tejado de uralita a dos aguas en las que se celebran los oficios. Al fondo hay una especie de escenario más elevado que cubre todo el ancho dejando a los dos extremos unas pequeñas dependencias con sendas puertas.
Sobre el escenario un atril con micrófono y al fondo una serie de sillas y sillones donde se sentaban unas 8 personas. A la derecha, la banda: batería completa, teclados y mesa de control y guitarra eléctrica.
En la nave tres grandes filas de bancos de hierro, con asiento corrido de madera, dejando 2 pasillos centrales y 2 laterales. Las mujeres en la fila de bancos central y los hombres en el de la izquierda. La fila de bancos de la derecha estaba casi vacía, pegaba fuerte el sol que entraba por las ventanas.

Pensaba pasar desapercibido y entré por la puerta más alejada del ‘altar’ y me senté en los bancos pegados a la pared del fondo, pero en vano. Una persona con una banda cruzada sobre el pecho que ponía ‘acueil’ (agogida) me ordenó levantarme y completar la fila libre más cercana al escenario. Iglesia con acomodadores; lo más, pero no hay que dar propina. Al menos al entrar.
Así que ahí estaba yo, en medio de la Asamblea de Dios, sin posibilidad de escapatoria si las cosas se ponían feas o, al menos, pesadas. Mi estrategia de colocarme en la última fila, cerca de la puerta por si había que salir corriendo, había sido desbaratada. Los caminos del Señor son inescrutables.

Y empezó el Servicio, como lo llama mi amiga. Aunque ella llama Servicio a casi todo, el trabajo también es Servicio. Sin embargo al Servicio lo llama Toilettes.
Había un predicador o director del servicio que iba introduciendo a diferentes participantes. Habló un poco y a continuación empezó a sonar la música, rítmica, cadenciosa, de himnos religiosos (o como uno se espera que sean éstos) y anunció el salmo que había que cantar. Todo el mundo cogió su libro de salmos y, dirigidos por su voz que se imponía por la megafonía, cantaba al unísono. No recuerdo si era el himno que he pegado al principio o lo cantaron en algún otro momento, le pedí después a mi amiga que me enseñara en su libro de cantos los que se habían cantado y me pareció la letra de éste muy indicada (no lo he copiado entero).
Pero se me puso la carne de gallina.
No sé exactamente cuántos éramos, pero calculé más de 300 personas y resulta impresionante poco después de las 8 de la mañana, con el sol deslumbrando ya como si fuera la presencia misma de Dios, pero con un calor como estuviéramos en el infierno, oír a tantas almas sentir al mismo tiempo.

 

Son miembros de una de las corales de la AD, pero cantando en una boda. No me atreví a hacer fotos en el ‘servicio’

 

Supongo que es por eso que los partidos, las sectas, o cualquier agrupación aprovechan las concentraciones de sus partidarios: no necesitas pensar, sólo sentir que formas parte de un cuerpo mayor, más fuerte, que te protege, que te dirige, que te dice lo que tienes que hacer lo que está bien y lo que está mal, que te evita la responsabilidad de pensar por ti mismo, de tomar decisiones…
Y se siente uno bien, y más en un cuerpo bueno que sólo hablan de Dios y de nuestra casa en los cielos. Y escuchas esas voces inocentes pidiéndole al buen Dios que nos acoja en su seno, que cuesta evitar apuntarse.
Me estremecí con esas voces y se me resbalaban las lágrimas de los ojos, aunque nadie podía darse cuenta porque enseguida se mezclaban con el sudor de mi cabeza.

La secuencia del servicio fue mezclando intervenciones de los diferentes predicadores que estaban en el escenario con intervenciones corales de toda la asamblea o de grupos aislados que iban siendo presentados: mujeres cantando en francés, mujeres cantando en mooré, niños, una parte de la coral, finalmente la coral entera… Pero se levantaban de sus asientos y comenzaban a cantar mirando hacia el escenario, de espaldas a la gente, como cantando para los predicadores, para los representantes en la tierra de Dios.

 

Mi hijo delante de la mezquita de Naguissiguima, creo. Hay una festividad importante del Islam que se celebra allí todos los años y congrega a miles de musulmanes venidos de todo el África del Oeste, no hay manera de acercarse kilómetros antes de la aldea

 

Porque, al final, en todas las religiones siempre acaban siendo lo mismo: los creyentes están más pendientes de los sacerdotes, de los imanes o ministros de Dios, que del Dios mismo. Y acaban teniendo oídos sólo para la palabra de éstos que para la supuesta palabra de Dios (que es muy difícil llegar a escucharle, mientras que a los otros no hay manera de no oírlos). Incluso acaban por hacer oídos sordos a la voz de su propio corazón.
Quizás por eso soy ateo, porque no quiero dejar de escuchar nunca lo que me dicta mi corazón, aunque sea mortal y nada divino.

Con Dios

28-06-09

 

GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS


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