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Buscando el equilibrio

ELG | MJ

Intento acompasar un ritmo respiratorio que no me pertenece.
Inspiro consciencia,
expiro preocupación.
Inspiro confianza,
expiro abrumación.
Inspiro alguna de esas drogas alucinógenas,
expiro una realidad que supera con creces la ficción.
Inspiro un nuevo idioma, un nuevo baile…
expiro la rigidez del cableado mental previamente instaurado.

Inspiro necesidades que parecen básicas,
expiro la duda de si las necesidades espirituales y creativas no serán también fundamentales.
Inspiro inteligencias múltiples,
expiro manipulación.
Elijo (¿intento?) ejercitar la lógica antes que el placer. O eso creo… al menos en este momento.
Inspiro apoyo y comunidad,
expiro privilegios y comodidad.

Ya…

Inspiro la muerte,
expiro matanzas.
Rezo por más muertes naturales, más muertes naturales, muertes naturales…
No sentir empatía… ¿también nos hace culpables?
Cuando murió la abuela no lloré, como Camus.

–Fue una muerte natural–.
Inspiro una vida desinformada, de la que todas somos culpables y nadie es libre.
Inspiro el teatro de la muerte,
inspiro infancias robadas, adoptadas, adoctrinadas,
inspiro violaciones, torturas, humillaciones…
¡Veamos el show de las noticias!
Pero solo por unos segundos, no vaya a ser que lo convirtamos en rutina.

Inspiro una espera más,
inspiro nombres que no quiero pronunciar.
X e Y, Y e X,
evitándolos como quien evita pronunciar el nombre del demonio.

Inspiro escalón arriba,
expiro escalón abajo
En una escalera sin fin
Sigo mirando hacia arriba, pero no encuentro el final allí.

¿Me puedo fiar de la imagen?
¿De la palabra?
¿De lo inmediato?

Expiro.

 

… el mundo está siempre en crisis

Las historias cambian según quien las cuenta.

¿Cómo se escriben? ¿Por qué se escriben? ¿Cuál es la necesidad de escribirlas?

¿Cómo es volver de una guerra? ¿Qué sentimientos, pensamientos, perspectivas tomas?

¿Qué cambia en ti tras cada experiencia?

¿Cómo es vivir escribiendo una constante espera de Godot?

Si algo he aprendido de las personas en guerra es esperanza y resiliencia, pues siempre cuentan hacia adelante, nunca hacia atrás. Para ellas, la vida es siempre un continuo avanzar. Para nosotros quizás es un retroceso… Pero poco sé al respecto, es una sensación. Seguramente esa esperanza simplemente es una máscara que tapa un pozo de desolación…

Tristemente, nunca creí mucho en esa medicina llamada esperanza. Afortunadamente, bebí de ella de la mano de mis amigos gazatíes y de las personas que forman parte de distintas asociaciones por Palestina en Londres. Y creo que las personas que vivimos estos conflictos desde fuera, que no los vivimos, tendemos a no tener esperanza. A resignarnos… Porque podemos permitírnoslo. Este último año aprendí que en este lado del mundo muchas veces nos sentimos impotentes, cuando en verdad tenemos mucho poder. MUCHO. A pesar de eso, el algoritmo nos lleva a hacer lo contrario. Es más fácil resignarse y hacer tu trabajo, como Eichmann, que estar ahí informándote, consciente, y poniendo tu grano de arena.

Banalidad del mal.

Cuando leo el trabajo de algunos artistas me pregunto de dónde sale tanta poesía y reflexión desde el mirar y escuchar al otro, en lugar de mirar el propio ombligo. Y vuelvo a la autoconciencia y a la cuestión de por qué no me sale de las entrañas escribir algo más político, más próximo a la realidad del mundo, a la realidad social. Siempre desde el yo, inspiro y espiro.

Este texto que escribí ayer sale de ese mirarse el ombligo, del egocentrismo de Marta actriz, reflejando mi bagaje vital sin quererlo. Cuando creo, lo poco que creo, termina siendo algo bastante general y vacío. Sin mojarse en serio. Después viene el pensamiento contrario… ¿tengo derecho a hablar de los otros? ¿Qué mejor que hablar de lo que me pasa por dentro? De la experiencia directa. Preguntas que se han asentado en mi cabeza a lo largo de mi máster en antropología. Y contradicciones éticas y personales para las que aún no tengo respuesta…

Las preguntas siempre quedarán en el aire, y el arte, supongo, tiene todo el derecho a sostenerlas y no contestarlas… Es el primer paso… creo.

Me observo desde fuera criticando mi trabajo, arte por arte, escritura automática, sin dedicarle el tiempo necesario para procesar, inmediata y superficial. Acorde con los tiempos, ¿no?

¿Conclusión? Quizás no tengo mucho que decir, no tengo algo tan fuerte en las entrañas. Quizás mi aportación está en el sostén y en ayudar a las personas que tienen algo que decir.

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