Cuando uno, en sus delirios adolescentes, se soñó hijo de Wittgenstein, sobrino de Virgnia Woolf, nieto de Le Corbusier, pariente lejanísimo de Heidegger o amigo íntimo de Henry David Thoreau también soñó con una cabaña en la namibia Costa de los Esqueletos o en la gallega Costa da Morte para levantar una cabaña en la que retirarse de todos los artilugios electrónicos que nos tienen permanentemente conectados a un tiovivo que parece imparable. Tiene todo el sentido del mundo que una Fundación como la Luis Seoane, desde cuyos ventanales se contempla el mismo mar que en Finisterre, abra ahora sus espacios a un lugar físico para pensar, alejarse, escribir… Como se anuncia en la tranquila web de la casa, «cabañas para pensar analiza una serie de ejemplos de arquitecturas íntimas y esenciales a través de un conjunto de fotografías realizadas en los lugares en los que están emplazadas estas construcciones, además de sus planos arquitectónicos correspondientes, maquetas y documentación diversa como, por ejemplo, una selección de herbarios de cada uno de los lugares en los que están situadas la cabañas. La exposición plantea un estudio de la relación existente entre la intimidad escogida conscientemente y el proceso creativo por parte de los filósofos Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger, los compositores Edvard Grieg y Gustav Mahler, el dramaturgo August Strindberg, los escritores Knut Hamsun, George Bernard Shaw y Virginia Woolf, el poeta Dylan Thomas, el cineasta Derek Jarman, y, por último, el explorador y escritor Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia».