Atraído inicialmente por un escaparate lleno de libros, el paseante curioso no puede evitar echar un vistazo y queda finalmente convencido por la deliciosa fragancia del café recién hecho. Parece irremediable adentrarse en uno de estos encantadores rincones literarios que se reparten por las callejuelas de barrios de Madrid como Malasaña o Lavapiés. Tantas palabras atrapadas esperando a ser descubiertas. Música suave. Ambiente tranquilo. Tal vez la posibilidad de una copa de vino o un trozo de tarta. El personal del local, como un guía de la selva, nos conduce entre las estanterías en busca de ese libro. Ese que nos pide el momento, ese que nos despertará y con el que sabe que podremos disfrutar. Nos encontramos en Tipos Infames, en La Marabunta, en La Fugitiva, en La Buena Vida, en la Librería-Café Italiana o un alguno de esos cafés-librería con encanto que se esconden por el centro de Madrid.
Este tipo de locales constituyen una representación de lo que la literatura llega a suponer para algunos de sus amantes. Una puesta en escena de ese momento, para algunos ritual, que se desarrolla al abrir un libro, acariciar sus páginas y comenzar a leer. Una actividad en el que tanto la imaginación como los sentidos juegan un papel crucial. La particular rugosidad de las páginas. El tipo de trazo de sus ilustraciones. Incluso el olor, ¿quién no podría distinguir, incluso con los ojos cerrados, un libro recién impreso y uno de esos que han pasado de mano en mano? ¿Quién no distingue ese olor característico de aquellos que han inspirado una historia distinta a cada lector que los ha sostenido? Entonces, ¿por qué no añadir a la ceremonia el sentido del gusto?, ¿por qué no mezclar la historia con una suave música de fondo? Estos lugares ofrecen para los lectores no sólo un escondite y un rincón agradable, sino también un entorno propicio para el momento en el que se decide comprar un libro y apostar por una historia. Además, conforman un entorno perfecto para la última fase, esa que nunca termina y que es, posiblemente, la más enriquecedora: la reflexión. La mesa de una cafetería siempre ha constituido el lugar idóneo para el intercambio de ideas e interpretaciones a través del diálogo.
Este concepto de café-librería o librería-café en el que se apoyan cada vez más proyectos no es, ni mucho menos, un descubrimiento. Su origen se encuentra, seguramente, en los antiguos cafés literarios que se extendían sin complejos por las calles madrileñas desde finales del siglo XIX. Desde el norte de Europa se difundió la costumbre de sentarse ante una taza de café para charlar sobre política, literatura, música y, por supuesto, asuntos amorosos. No resulta difícil imaginar literatos, músicos y poetas ataviados con sus trajes de época conversar en torno a una mesa al lado de un joven Valle-Inclán que en una esquina del Ateneo fantaseaba con Max Estrella. Ese esperpéntico protagonista que recorrería las calles de Madrid y se encontraría con el mismísimo Rubén Darío en una tertulia de café como aquella. De estos cafés de “la bohemia” madrileña solamente sobrevive hoy el Gijón, que recuperó su protagonismo con las tertulias de intelectuales durante la posguerra; se recuerdan nombres como Camilo José Cela, Alejandro Casona o Enrique Jardiel Poncela. Todavía hoy se pueden escuchar interesantes disquisiciones sobre literatura, justicia, poesía, pintura, tauromaquia, etcétera. No obstante, por la noche sufre una metamorfosis y se convierte en uno de los locales de moda para el público gay de la zona.
Tomando el relevo y buscando una continuación para la tradición de tertulias y debates frente a un café o un aperitivo, estos emprendedores han dejado funcionar su imaginación para crear el lugar que ellos mismos echaban de menos como consumidores. A pesar de los elementos comunes, se puede decir que existen tantas ideas de negocio como negocios. Partiendo del café como valor añadido para el concepto clásico de librería, y no del de cafetería en la que se prestan periódicos, libros o juegos de mesa, que también existen en Madrid, podemos hacer un recorrido por numerosos locales del centro de la capital. Adentrándonos en el barrio de Lavapiés, en la esquina de Torrecilla del Leal con la calle Buenavista, no topamos con La Marabunta, un proyecto asociativo que pretende ir más allá. Entre sus estanterías repletas de títulos de ensayo crítico y literatura se sitúan sus cómodos sofás para tomar algo y la sede de una Cooperativa de Consumo Agroecológico. Otra idea, también original, se encuentra, a sólo cinco minutos de la parada de metro Antón Martín, en un minúsculo local conocido como La Pizzateca. Aquí, Rosa, una de las dueñas, comenta cómo al abrir su negocio en 2010 buscaban “crear un espacio en el que poder alimentar el alma y el cuerpo”. Así nació esta pizzería librería que también acoge entre sus paredes una modesta editorial, ES –del verbo ser, o lo que es lo mismo, la esencia de todo-.
Aunque a nadie sorprende esta fusión entre literatura y café, resultan curiosos los diferentes enfoques que se le pueden dar a una actividad tan aparentemente íntima y personal como es la lectura al juntarla con un hecho social consolidado como quedar a merendar o a tomar el aperitivo con amigos. Miguel, uno de los 13 fundadores de La Marabunta, explica que lo que buscan es “romper la unidireccionalidad que acompaña tradicionalmente al rito literario, para muchos una mera conversación entre el que escribe y el que lee”. La búsqueda del diálogo y el intercambio entre lectores se extiende en estos espacios a la discusión entre estos y los propios autores. Mediante coloquios, presentaciones, charlas y otras actividades similares estos lugares permiten a los lectores hacer sugerencias, solucionar dudas o simplemente discutir sobre temas diversos. Además se pretende terminar con la idea del libro serio, de tapa dura, solemne y se fomenta la venta de librería de bolsillo y nuevos formatos.
La mayor parte de estos proyectos surgen, según cuentan sus creadores, de una concepción básicamente solidaria de ciertas actividades. Tipos Infames, por ejemplo, es el lugar desde donde Gonzalo, Curro y Alfonso comparten sus grandes pasiones: el arte, el vino y la literatura. La música tranquila y el buen ambiente traspasan sus enormes escaparates con vistas a la calle San Joaquín y así estos tres amigos disfrutan con los lectores de catas de vinos, exposiciones y, por supuesto, de aquellos libros que les gustan y pueden recomendar. También por esta zona, en pleno corazón de Malasaña, encontramos Arrebato Libros, una librería alternativa que hace frente a las grandes cadenas y ofrece a sus clientes aquellos “olvidados” por la parte más comercial del mercado editorial. Libros raros, curiosos o agotados llenan sus estanterías junto a autoediciones, libros-objeto, revistas-objeto, fanzines y pequeñas editoriales que se ofrecen al lector en una ambiente íntimo y tranquilo. Pepe Olana nos cuenta, desde detrás del mostrador, que aunque no comulga con la idea del café-librería, porque no se considera un camarero, desde su apertura, hace ocho años, el local cuenta con varios sofás y una cafetera autoservicio para hacer que el visitante se sienta lo más cómodo posible. El enfoque de La Pizzateca es, al contrario que los anteriores, fundamentalmente gastronómico, la literatura es, para sus dueños, el complemento perfecto a una ración de pizza, incluso existe una interesante oferta que incluye, en un pack, un libro y un trozo de pizza por cinco euros.
En términos de beneficios, los que más tiempo llevan abierto admiten haber notado fenómenos como la crisis económica o el desarrollo de las tecnologías en el ámbito de los libros electrónicos, sin embargo, se muestran confiados en su formato y se apoyan en un público fiel que valora la calidad que ellos ofrecen. En la Librería-Café Italiana, Luca, uno de sus dueños, está tranquilo y confía en la calidad de sus pasteles artesanales, sus cafés, elaborados según los parámetros italianos, y su cuidada selección de títulos entre los que se encuentran obras que por temática o por su autor están relacionados con Italia. Los dueños de estos locales se responsabilizan directamente de la calidad de lo que venden y por eso en sus estanterías sólo encontramos libros que ellos sean capaces de defender y recomendar. Rosa insistía, además, en “la importancia de respetar los tiempos”. Como la literatura, la gastronomía es una arte en la que hay que tener en cuenta los procesos naturales de creación y por eso en esta combinación de pasiones elige la vuelta a lo artesanal, tanto en la elaboración de sus pizzas como en lo que a la palabra escrita se refiere.
Esta confianza absoluta en la calidad de los productos y la originalidad de los proyectos permite que la competitividad no sea una de sus preocupaciones fundamentales. Jesús, dueño de La Buena Vida, un café-librería que desde hace ya cinco años forma parte del paisaje que rodea al Teatro Real, cuenta que sus principales competidores son las cadenas de hostelería que han invadido la zona más céntrica y turística de la ciudad. Se muestra algo molesto por la discusión que ocasiona un mínimo porcentaje en el precio de un libro, que puede suponer uno o dos euros, mientras que en los bares de copas cercanos a su local la gente está dispuesta a pagar cifras escandalosas por un simple Gin-tonic.
En cuanto a las librerías, el elevadísimo precio del suelo ha hecho cerrar los nuevos negocios y solamente los antiguos, todavía con rentas bajas, pueden permitirse seguir abiertos, aunque, por el tipo de negocio, no suponen una gran competencia. Miguel Urbán afirma, en perfecta sintonía con la ideología de La Marabunta, que “no es momento de competir sino de colaborar y cooperar”. Aquí, un espacio fundamentalmente político, se critican profundamente los recortes y las medidas tomadas por el gobierno, como cuenta Miguel, “un brutal ataque sobre los derechos de los ciudadanos que no se puede tolerar”. No obstante, la tendencia es optimista, la crisis conciencia a la gente y el interés por las obras de ensayo crítico es creciente. Desde la cooperativa se abrazan las posibilidades que ofrece una situación de crisis como la actual, visible en el aumento de propuestas para actividades, entre las que destaca, por ejemplo, Punto Subversivo, una tertulia feminista en la que mujeres de toda la ciudad y pueblos aledaños se reúnen con la excusa de hacer punto. En cuanto a la colaboración destaca que la localización, el barrio de Lavapiés, ha sido esencial, un barrio donde nunca ha faltado una esfera reivindicativa y cooperativa que les ha permitido pedir consejo a otras librerías y lugares similares como, por ejemplo, Traficantes de Sueños. Para esta cooperativa a través de un proyecto como este es perfectamente posible cumplir con una ética social determinada; eso se demuestra, por ejemplo, con el café, que a pesar de tratarse de un mero aderezo, es café ecológico de comercio justo.
Cuenta-cuentos, cooperativa de consumo, intercambio de idiomas, clubs de lectura, cursos de narrativa y escritura son algunas de estas actividades, aunque la inversión, de la mayor parte de estos locales, viene dedicada al aumento y mejora de sus títulos. En La Fugitiva, desde que hace un año decidieron tomar las riendas de esta librería, el número de libros de ha multiplicado por tres. Este tipo de locales se caracteriza, también, por una especialización del negocio en materia literaria. Arrebato Libros, por ejemplo, prefiere dedicarse a la poesía, mientras que La Marabunta trabaja con ensayo crítico. La Buena Vida es una librería generalista, un lugar familiar con libros de todo tipo, incluyendo una sección de música, otra especializada en cómic, e incluso una infantil. En Tipos Infames les gusta la narrativa, atendiendo sobre todo a la parte más literaria del género, no obstante también dan cobijo a libros de poesía y ensayo. Se puede decir que es poco común que en estos lugares se encuentre fácilmente un best-seller, aunque según afirma Gonzalo entre risas, tampoco miran mal a nadie si va a su local a reservar uno.
Con la llegada de las nuevas tecnologías, que también afectan al mercado editorial, muchos de estos locales se han adaptado y poseen, por ejemplo, catálogos online. No obstante, en materia de libros electrónicos, no parece probable que se vayan a unir a esta tendencia a corto plazo. Estos amantes de la literatura se apoyan en la falta de demanda y defienden su visión romántica de los libros de papel que van impregnándose de cada persona que los ha leído. El interés de la nuevas tecnologías no recae, por lo tanto, en aparatos como los libros electrónicos sino que prefieren aprovechar la parte interactiva a nivel de aplicaciones, en lugares como Arrebato Libros el tipo de libro que tratan ya se valora por el objeto mismo.
En cuanto al futuro que espera a estos negocios nadie se atreve a pronunciarse y, en todo caso, prefieren ser optimistas. Jamie, uno de los dueños de J&J Books and Coffee, afirma que la originalidad de estos negocios “los hará perdurar y sobrevivir a los momentos críticos que sufre la economía”. J&J Books and Coffee es uno de los negocios pioneros de esta “saga”. Inspirada en el modelo americano, donde es habitual acompañar las librerías de cafeterías y bares, aunque sea a modo de negocios separados, este estadounidense vende libros en inglés acompañados de un café desde hace ya ocho años. Además de la venta de libros, se dedican a actividades relacionadas con el intercambio de idiomas y la conversación, aunque una de sus actividades estrella es el Quiz, un concurso de preguntas y respuestas que organizan por equipos una vez a la semana. Su público es amplio y precisamente ahí radica gran parte de su encanto, el buen ambiente y la variedad de idiomas que se escuchan, atrae a este local desde extranjeros residentes en España hasta estudiantes y profesores de idiomas. A pesar de ser conocidas fundamentalmente por sus servicios de librería y cafetería éstas iniciativas ofertan también numerosas actividades y servicios para sus clientes, un valor añadido que, sin duda, estos reconocen con su fidelidad y su contribución para difundir estos eventos por su entorno de la manera más clásica: el boca a boca.
Se puede afirmar que estos locales, con muchas cosas en común y, al mismo tiempo, totalmente diferentes, pueden ser el futuro de las librerías clásicas ajenas a las grandes cadenas. Como sucede en otros ámbitos, los comercios grandes y las franquicias tienen mucho poder en términos de distribución y de variedad de producto, por eso precisamente hacen falta ideas originales para combatirlos. Resulta llamativo el éxito de estos proyectos: ideas que se basan en el contacto en tiempos de redes sociales e internet, ideas que fomentan la cultura en tiempos de telebasura y conformismo, ideas que prefieren el olor del café al de la comida rápida y, cómo no, ideas que centran su atención en la calidad y no tanto en el precio en tiempos de crisis.
Lugares visitados (todos en Madrid):
La Fugitiva. Librería-café. Calle de Santa Isabel, 7.
La Buena Vida. Café del libro. Calle de Vergara, 10.
Arrebato Libros. Calle de La Palma, 21.
La Pizzateca. Calle del León, 26.
Tipos Infames. Calle de San Joaquín, 3.
Librería-café Italiana. Corredera Baja de San Pablo, 10.
J&J Books & Coffee. Calle del Espíritu Santo, 47.
La Marabunta. Calle de Torrecilla del Leal, 32.
Irene Herrero Miguel es periodista. Escribe en la revista online Poppol.es y colabora con El Periódico de Aragón