Como si fuera endemoniadamente fácil
desasirse
desasirse y no gritar
desasirse y no correr
desasirse y no renegar
de nuestra condición.
Yo creía
es decir quería pensar que se podía
ser fiel
a los hechos
con todas las consecuencias
y pelear por la verdad
en medio de verdaderos aguaceros
de prejuicios
que la verdad prevalecería
porque para eso
estamos aquí.
Ahora es otra vez la noche
cálida
tenebrosa
fría como un cuchillo de sierra en un hospital desabastecido
y los que quisieron partirle la cabeza a los policías
y los que están casados con policías
o son hijos o hermanos o padres de policías
se han ido cada uno a su casa
y en el hospital
y en las casas desahuciadas
quedan los restos del desastre
contemporáneo.
Cuando era niño
soñé con ser policía
no para golpear a los pobres
sino para descifrar crímenes
proteger a los indefensos
llevar a los asesinos ante el juez
contribuir a que el mundo
fuera menos sucio.
Cuando dejé de ser niño
empecé a denostar a los policías
a verlos como cómplices de los que mandan
incluso cuando los mataban a sangre fría
aquellos terroristas de ETA
que
me avergüenza todavía reconocerlo
gozaban en cierto modo
de nuestras simpatías
porque también
estaban contra la dictadura.
Hasta que empecé a darme cuenta
de mi error
de que también era preciso
ponerse en su lugar
que ser policía no equivale
a perpetuar un sistema inicuo
que se puede ser policía
y compartir los mismos valores
de los que luchan
contra los banqueros sin escrúpulos
los que comercian con carne humana
los que mienten a sabiendas.
Hasta que empecé a darme cuenta
de que
tras la máscara de los justos
muchos ocultan miserias muy hondas
y son capaces
de gritarle a un enfermero
a un médico
“dejadles morir”
o de ensañarse
con el que está a su merced
cuando los justos
se convierten en jauría
y justifican
lo injustificable.
Como si no fuera
endemoniadamente difícil
desasirse
desasirse y callar
desasirse y correr
desasirse y renegar
de nuestra condición.
Como si no tuviéramos
que quedarnos solos
toda la noche
en el hospital de campaña
de este tiempo
en el que no vemos
qué nos está pasando
y por qué.
Esa no es la dirección.
Gracias a las temporadas
que pasé en África
no soy peor.
Foto: Corina Arranz