Caminos fuera del mapa

Un caminante

 

Macu: Teniendo en cuenta que, tanto entre nosotros, como entre nuestro querido público, hay clara mayoría de boomers… ya sabéis, gente nacida entre el 46 y el 66, más o menos, en ese crecimiento demográfico que sucede después de las grandes guerras…

Araceli (interrumpiendo): Vamos a ver… No sé a dónde quieres ir, ni qué pretendes con ese prolegómeno… ¿No irás a salir con alguna discriminación por edad?

Macu: ¡No, por favor! Solo digo, antes de empezar el camino, que muchos de los presentes somos boomers, es decir fruto de las cosechas de la explosión demográfica que sucede después de las grandes guerras…

Araceli: ¡Venga de anglicismos para poner etiquetas!… Bueno ¿y?… ¡Continúa! No sé dónde vas, pero continúa…

Macu: Pues pretendo llegar al camino… Pero a ver, es que el guía del encuentro era Carlos, pero no sé dónde anda… y para hacer tiempo iba a decir antes que, a nosotros, los boomers, y seguramente a los siguientes, los de la generación X, y a los de antes de nosotros, la llamada generación silenciosa, a todos, el primer libro que se les viene a la cabeza si hablamos de caminos es…

 

Ruta 66

 

Araceli: ¡En el camino! Ah, claro… ¡Por supuesto! ¡La famosa novela de Jack Kerouac!

Carlos (indignado y saliendo de entre el público): ¡Nooo! ¡Pooor favoooor! ¡Me lo estaba temiendo!

Macu: Pero bueno, Carlos… ¿Qué pasa? ¡Vaya manera de empezar!

Carlos: Lo que mal empieza, mal acaba. Y no me gusta que empecemos nuestra caminata por la senda equivocada.

Macu: Vale, vale… Tú llevas las riendas del sendero… vas de guía… pero… lo primero, llegas tarde… y lo segundo… ¡Explícate! Con calma, que parece que estamos muy alterados…

Carlos: Pues mira… Aquí, quien tiene fama de ser extremadamente vehemente en sus opiniones, eres tú; pero en este caso voy a ser yo quien carde la lana de la vehemencia y, aun a riesgo de herir alguna sensibilidad, te diré algo inaudito en nuestros encuentros alejandrinos.

Macu: Algo inaudito… me encanta esa palabra ¡Dispara!

Carlos: Pues, verás… Nosotros siempre ensalzamos la calidad y la belleza de las obras que seleccionamos. Sin embargo, me estaba temiendo que hoy iba a salir este pestiño, sobrevalorado ad infinitum, y que no recomendaría ni al peor de mis enemigos.

Panadero: ¡Sí señor! ¡Estoy de acuerdo! ¡Es un pestiño!

Edith: De eso nada… ¡Parad el carro, amigos! Y tú, Carlos, tómate tu pastilla de la tensión, porque te has desbocado. Yo no estoy para nada de acuerdo. Hablamos de una obra que aparece en todas las listas de mejores novelas… ¡por algo será! Kerouac mezcla con maestría la narrativa de viajes, de aventuras y de experiencia vital… y lo adereza con interesantes reflexiones… Así es que… Propongo que al menos escuchemos un fragmento… anda lee tú… el del pestiño…

 

Ruta 66: el final

 

Panadero: Vale. Voy… y a ver qué pasa:

Panadero/Sal Paradise: “Mis días en Denver estaban llegando a su fin; lo sentía cuando la acompañaba caminando hacia su casa. Al regresar me tumbé en el césped de una vieja iglesia entre un grupo de vagabundos y su conversación me hizo desear el regreso a la carretera. De vez en cuando uno de ellos se levantaba y pedía limosna a cualquiera que pasase. Hablaban de irse al norte para la cosecha. El ambiente era cordial y cálido. Quería volver a casa de Rita y contarle muchas más cosas, hacer el amor con ella de verdad y quitarle el miedo que sentía hacía los hombres. Los chicos y las chicas americanos suelen ponerse tristes cuando están juntos; lo sofisticado es dedicarse de inmediato al sexo sin la adecuada conversación de corazón a corazón, aunque la vida sea sagrada y cada momento sea precioso. Oía la locomotora de Denver y Río Grande silbar en dirección a las montañas… Quería continuar en pos de mi estrella…” (capítulo X).

Macu: Carlos, reconócelo… Es muy americano. Todas las palabras están “en marcha”, hay acción… No solo fue y quizá sigue siendo, una novela de culto, sino que tuvo una enorme influencia… La mítica ruta 66, por ejemplo, debe a Kerouac gran parte de su fama internacional. Y teniendo en cuenta que era muy católico podría ser algo así como un camino de Santiago sesentero…

Carlos: Ni mucho menos… ¡por favor! Puedo admitir que escribir, escribe bien, pero… ¿sabéis que Kerouac mecanografió toda la novela de corrido, sin diferenciar párrafos, ni siquiera dejando márgenes, en un gran rollo de papel que él mismo llamaba “el rollo”?

Macu: ¿Eso es cierto o es una leyenda urbana que aviva y acrecienta tu explosión de vehemencia?

Carlos: ¡Totalmente cierto! Así es que no ha lugar a discusión cuando afirmo que esa novela es ¡UN ROLLO! De hecho, “el rollo” original se exhibe con frecuencia en museos y bibliotecas.

Macu: Pues vale. Dejemos ahí “el rollo”. En su sitio, aunque para empezar estaba bien… Y pasemos a otra cosa. A ver… eso de los boomers, y de la generación silenciosa, y de la X… La verdad es que me pierdo con tanta etiqueta anglicista… Para mí, los millenials, los centennials, etcétera, etcétera, son un poco lo mismo: pillan nombre propio al llegar a jóvenes… pero luego todos nos hacemos viejos ¿no?

Araceli: Para mí también es un embrollo. El caso es que por el camino de la vida vamos todos: jóvenes, niños, maduros, viejunos y pleistocénicos… de cualquier época y de cualquier lugar. Así es que seamos prácticos y hagamos que este viaje por el camino sea intergeneracional… de todos.

Macu: ¡Muy, muy de acuerdo!… ¿Qué tal si empezamos de verdad, y no con broncas, poniéndonos simplemente en un camino universal?

Carlos: Pues mira, ya que soy el guía… En nuestros encuentros literarios, como ya saben los más fieles de nuestros escuchantes, hay ciertos clásicos, grandes obras maestras, que, tomemos el camino que tomemos, siempre empezamos, o acabamos topando con ellos…

 

Campo de Montiel

 

Macu: Se por dónde vas y a donde nos llevas, amigo Sancho… Kerouac, olvidado, ya veremos lo que dura, si es que dura, su pretendido camino de Santiago sesentero… Empecemos como se debe, en La Mancha, el centro del universo literario… Yo digo que el verdadero comienzo del Quijote no es el que todo el mundo conoce, eso de “En un lugar de La Mancha…” sino otro…

Carlos: ¿En serio?… ¿Y eso? (susurrando)… Hablando de opiniones vehementes…

Macu: El comienzo conocido es en realidad como un prólogo, la presentación del tipo, cómo es y por qué es como es (que es por leer mucho libro de caballería y aventuras) y cómo se prepara para empezar su camino, es decir, el libro… Prepara la armadura, la celada, el caballo, se pone nombre a sí mismo y al caballo y elige a la enamorada de sus pensamientos… Y dicho y explicado todo ese prólogo ¡es cuando empieza de verdad la novela!… anda lee, lee ahí (página 36):

Carlos/Cervantes: “Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efeto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar y deudas que satisfacer. Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y, por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo…”.

 

Campo de Montiel

 

Macu: ¿Lo ves? Eso es empezar un camino como Dios manda. Por supuesto enseguida tiene un problema, porque se da cuenta que no es caballero, que aún nadie le ha armado caballero. Pero resuelve que, al primero que se tope, le dirá que le arme como suelen hacer los caballeros en los libros… Así es que, sigue adelante y verás cómo imagina el propio don Quijote que va a empezar su libro:

Carlos/Cervantes: “Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo”:

José/Don Quijote: “¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida, tan de mañana, desta manera?: ‘Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada Aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel’…”.

Carlos/Cervantes: Y era la verdad que por él caminaba… (se sienta).

Carlos: Pues sí señor, estamos en el antiguo y conocido campo de Montiel. Como quien dice, el centro del universo del castellano… y eso es empezar el camino de este Encuentro en condiciones… ¿Y qué os parece si seguimos utilizando la lógica y hacemos un camino… a la infancia?

Todos: ¡Muy bien!

 

Camino a la infancia

 

Edith: “Il y avait bien des années que, de Combray, tout ce qui n’était pas le théâtre et le drame de mon coucher, n’existait plus pour moi, quand un jour d’hiver, comme je rentrais à la maison, ma mère, voyant que j’avais froid, me proposa de me faire prendre, contre mon habitude, un peu de thé. Je refusai d’abord et, je ne sais pourquoi, me ravisai. Elle envoya chercher un de ces gâteaux courts et dodus appelés Petites Madeleines qui semblent avoir été moulés dans la valve rainurée d’une coquille de Saint-Jacques…”. “Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí la tragedia cotidiana de acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago”. Aquí quien nos habla es Marcel Proust en persona… y habla de su infancia, pero lo cuenta cuando es adulto… y yo creo que debería leerlo un caballero…

 

Magdalenas

 

Julián/Proust: Voy… “Pronto, maquinalmente, agobiado por el día triste y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y migajas de bollo llegaban a mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba algo extraordinario. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no estaba en mí, sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla? […] Y, de repente, el recuerdo aparece. Ese gusto es el del trocito de magdalena que el domingo por la mañana en Combray (…) mi tía Leonie me daba, después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila…”.

Macu: ¡Maravilloso! Esa magdalena… Es como ese olor, ese sabor, ese camino, ese paisaje que, al verlo, cuando tenemos canas, nos lleva derechos a nuestra infancia…

Carlos: En busca del tiempo perdido, creo que nunca dejamos de buscar ese tiempo… Este libro, Por el camino de Swann, es el primer volumen de los siete que componen la famosa obra… ¿Y qué es lo que nos lleva a esos derroteros de la infancia? En neurociencia se llaman recuerdos proustianos o recuerdos involuntarios, que son los que evocamos sin proponérnoslo después de experimentar un estímulo externo al azar, como el de la magdalena.

Macu: Exacto… y parece mentira, pero esos recuerdos proustianos son mucho más frecuentes de lo que pensamos. A mí por ejemplo me suele pasar muchos días según me llega un olor…

Carlos: ¡Qué me vas a contar! Esto mismo surge de uno de esos estímulos… Cuando los chonis mal educados de mis vecinos ponen reguetón a todo volumen, mientras yo intento leer tranquilamente en el jardín, aparte de desear que les parta un rayo, me desencadenan el recuerdo proustiano de que el propio Proust tenía forradas de corcho las paredes del cuarto donde escribía esta obra… ¡Porque sus vecinos eran insoportablemente ruidosos!

Araceli: Hay que encorchar a tus vecinos. Está claro. Te compadezco y empatizo contigo. Creo que, hoy en día, por desgracia, casi nadie se salva de vecinos de esos. Y entiendo perfectamente el proceso proustiano que nos ha llevado por el camino de Swann. En fin, gracias por esta vuelta a la infancia. Pero ¿y si avanzáramos camino a la adolescencia?

Carlos: ¡Vade retro! ¿No habíamos acordado tú y yo que sería un recorrido demasiado largo si hacemos parada en todas las etapas vitales?

 

Caminos

 

Macu: Cierto. Puedes hacer atajos. Lo que tú quieras… ¡gran timonel!… ¡pero con calma!… Elige los caminos de cualquier etapa y de cualquier tiempo desde el infinito y más allá…

Carlos: ¡Encantado! Nos vamos entonces al final de las etapas vitales. Permitidme sugerir un camino un tanto extraño y fascinante…

José: El camino subía y bajaba: “Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja”.

Macu: Esa frase se puede aplicar a cualquier camino que no sea llano… Pero dicha así… ese camino es único y es inconfundible, porque es el camino que va a Comala, donde llegaremos todos.

Carlos: Digamos que este es un camino difuso entre la vida y la muerte… Vámonos a Comala, por favor…

 

El camino de Juan Rulfo

 

Araceli/Eduviges: “Soy Eduviges Dyada. Pase usted”.

Panadero/Juan Preciado: “Parecía que me hubiera estado esperando. Tenía todo dispuesto, según me dijo, haciendo que la siguiera por una larga serie de cuartos oscuros, al parecer desolados. Pero no; porque, en cuanto me acostumbré a la oscuridad y al delgado hilo de luz que nos seguía, vi crecer sombras a ambos lados y sentí que íbamos caminando a través de un angosto pasillo abierto entre bultos.

—¿Qué es lo que hay aquí? –pregunté.

Araceli/Eduviges: Tiliches –dijo ella–. Tengo la casa toda entilichada. La escogieron para guardar sus muebles los que se fueron, y nadie ha regresado por ellos. Pero el cuarto que le he reservado está al fondo. Lo tengo siempre descombrado por si alguien viene. ¿De modo que usted es hijo de ella?

Panadero/Juan Preciado: ¿De quién? –respondí.

Araceli/Eduviges: De Doloritas.

Panadero/Juan Preciado: Sí, pero ¿cómo lo sabe?

Araceli/Eduviges: Ella me avisó que usted vendría. Y hoy precisamente. Que llegaría hoy.

Panadero/Juan Preciado: ¿Quién? ¿Mi madre?

Araceli/Eduviges: Sí. Ella.

Panadero/Juan Preciado: Yo no supe qué pensar. Ni ella me dejó en qué pensar.

Araceli/Eduviges: Éste es su cuarto –me dijo.

Panadero/Juan Preciado: No tenía puertas, solamente aquélla por donde habíamos entrado. Encendió la vela y lo vi vacío. Aquí no hay dónde acostarse le dije.

Araceli/Eduviges: No se preocupe por eso. Usted ha de venir cansado y el sueño es muy buen colchón para el cansancio. Ya mañana le arreglaré su cama. Como usted sabe, no es fácil ajuarear las cosas en un dos por tres. Para eso hay que estar prevenido, y la madre de usted no me avisó sino hasta ahora.

Panadero/Juan Preciado: Mi madre –dije–, mi madre ya murió.

Araceli/Eduviges: —Entonces ésa fue la causa de que su voz se oyera tan débil, como si hubiera tenido que atravesar una distancia muy larga para llegar hasta aquí. Ahora lo entiendo. ¿Y cuánto hace que murió?

Panadero/Juan Preciado: Hace ya siete días.

Araceli/Eduviges: Pobre de ella. Se ha de haber sentido abandonada. Nos hicimos la promesa de morir juntas. De irnos las dos para darnos ánimo una a la otra en el otro viaje, por si se necesitara, por si acaso encontráramos alguna dificultad. Éramos muy amigas. ¿Nunca le habló de mí?

Panadero/Juan Preciado: No, nunca.

Arceli/Eduviges: Me parece raro. Claro que entonces éramos unas chiquillas. Y ella estaba apenas recién casada. Pero nos queríamos mucho. Tu madre era tan bonita, tan, digamos, tan tierna, que daba gusto quererla. De modo que me lleva ventaja, ¿no? Pero ten la seguridad de que la alcanzaré. Sólo yo entiendo lo lejos que está el cielo de nosotros; pero conozco cómo acortar las veredas. Todo consiste en morir, Dios mediante, cuando uno quiera y no cuando Él lo disponga. O, si tú quieres, forzarlo a disponer antes de tiempo. Perdóname que te hable de tú; lo hago porque te considero como mi hijo. Sí, muchas veces dije: “El hijo de Dolores debió haber sido mío”. Después te diré por qué. Lo único que quiero decirte ahora es que alcanzaré a tu madre en alguno de los caminos de la eternidad.

Panadero/Juan Preciado: Yo creía que aquella mujer estaba loca. Luego ya no creí nada. Me sentí en un mundo lejano y me dejé arrastrar. Mi cuerpo, que parecía aflojarse, se doblaba ante todo, había soltado sus amarras y cualquiera podía jugar con él como si fuera de trapo.

—Estoy cansado –le dije.

Araceli/Eduviges: —Ven a tomar antes algún bocado. Algo de algo. Cualquier cosa.

Panadero/Juan Preciado: Iré. Iré después”.

 

Comala

 

Macu: Esta novela es profunda y conmovedora. Una cumbre del realismo mágico en mi opinión… Ese relato de la búsqueda de su padre, Pedro Páramo, en Comala, dibuja mágicamente un mural preciso, no sé si de los mexicanos o de la humanidad.

Carlos: Siempre me ha maravillado la sabiduría de Eduviges Dyada sobre como acortar las veredas que conducen al cielo.

Macu: ¿Sabes que Juan Rulfo escribió y tachó y reescribió Pedro Páramo tropecientas veces?… No paraba de escribir, tachar, leer, releer y reescribir, y volver a tachar para desesperación de su editor… Siempre le sobraba algo… Y no dejó de corregir y de recortar hasta que consideró que a la historia no le sobraba ni una sola palabra y que todas las que estaban eran imprescindibles.

Carlos: El resultado: Menos de doscientas páginas que valieron…

Macu: En fin… Ya hemos muerto con todos los muertos en Comala… ¿Y ahora? ¿Podemos seguir avanzando?

Carlos: Nihil obstat.

Macu: ¿Cómo?

Carlos: Pues eso, que nihil obstat, que nada obstaculiza o que nada se interpone en el camino, que podemos ir a donde queramos…

José: Los censores de la iglesia católica aprobaban la publicación de una obra diciendo nihil obstat quominus imprimatur, o sea, que no había impedimento para que se imprimiese.

 

Camino indefinido

 

Carlos: Está claro entonces… Podríamos encaminarnos a algún camino prohibido, censurado… Hummm… Esto me hace pensar que tal vez podríamos dedicar uno de nuestros Encuentros a libros censurados…

Macu: Tomo nota… habemus tema…

Edith: ¡Pero vamos a ver!… Me tenéis frita con tanto latinazgo… Nihil obstat, habemus, y antes, ad infinitum y vade retro… Hartáis como Sancho a don Quijote con sus refranes… Carlos… ¿Te has tomado esa pastilla? ¿A qué viene tanto latinajo?

Carlos: Tranquilidad. Estás descubriendo mi jugada… Intentaba llevaros sutilmente por cierto camino antiguo…

Araceli: Llévanos donde quieras, estamos entregados… Pero que no sea un camino tortuoso, porque, es verdad, que entre los anglicismos millennials y centennials del comienzo, y los latinazgos de ahora… se puede formar un laberinto.

 

Eneas huye de Troya

 

Carlos: Da igual que el camino sea tortuoso o llevadero, querida. Al final, todos los caminos…

Todos: ¡Conducen a Roma!

Macu: ¡Roma! ¡Un encuentro peplum!… Tiene mucho sentido… Los romanos fueron los mejores ingenieros de la historia y llenaron varios continentes de caminos y calzadas. Caminos que seguimos recorriendo…

Carlos: Exacto… Así es que toca una de romanos, justo cuando se ha acabado la guerra de Troya… Es un camino y una historia bien mítica, por cierto. ¡Esta!

José/Virgilio: “Sed circum late volitans iam Fama per urbes Ausonias tulerat, cum Laomedontia pubes
gramíneo ripae religavit ab aggere classem.
Aeneas primique duces et pulcher Iulus
corpora sub ramis deponunt arboris altae”.

“Así que ya la Fama volandera esparció los avisos en ancho ruedo por entre las ciudades de la Ausonia, cuando los hijos de Laomedonte ataron sus naves a un ribazo de césped de la orilla. Eneas y los jefes principales, y a una con ellos el hermoso Julo, se tienden a la sombra de las ramas de un árbol talludo.

 

Panadero/Eneas: ¡Salve, tierra que el hado me tenía reservada! Y vosotros también ¡salve, fieles Penates de mi Troya! Éste es el paradero. Aquí está nuestra patria. Mi padre Anquises –ahora lo recuerdo– me fió este secreto del destino… ¡Ea, pues, al primer albor del sol, exploremos qué lugares son éstos, y qué hombres los habitan, dónde se alza la ciudad! Partamos desde el puerto en todas direcciones.

José/Virgilio: Cuando la aurora del siguiente día alumbraba la tierra con la lumbre de su incipiente antorcha, se lanzan en distintas direcciones a explorar la ciudad, las tierras y riberas de aquel pueblo: Este estanque es la fuente del Numico, este río es el Tíber, aquí viven los valientes latinos.

Marchan a paso raudo. Eneas, entre tanto, va cavando una zanja somera para trazar el cerco de los muros y emprende su obra allí y asienta su primera morada a la orilla del mar como si fuera un campamento con almenada valla y terraplén.

Ya habían los legados recorrido el camino, ya avistaban las torres y tejados enhiestos de la ciudad latina y se iban acercando a la muralla”.

Carlos: Emocionante esa llegada a la costa de Italia después de una guerra tan larga. Eneas es un líder fantástico…

Macu: Pues ya verás cuando llegan al lugar que se convertirá en Roma… Porque a la tercera noche de ir por los caminos latinos el dios del río Tíber le señala en sueños a Eneas el deseado fin de su viaje… Escucha, escucha…

 

Eneas sueña con Roma

 

José/Dios del Tíber: “Ascanius clari condet cognominis Albam.
Arcades his oris, genus a Pallante profectum,
qui regem Euandrum comites, qui signa secuti,
delegere locum et posuere in montibus urbem
Pallantis proavi de nomine Pallanteum.

 

Julián/Dios del río: Ése será el lugar de tu ciudad, ése el descanso fijado a tus fatigas. Partiendo de él Ascanio ha de fundar la ciudad de Alba, de nombre esclarecido.

En compañía de su rey Evandro, llegaron a estas playas unos Arcadios, familia descendiente de Palante y, eligiendo el lugar, fundaron la ciudad sobre colinas y por su antecesor Palante la llamaron Palanteo. Te guiaré yo mismo al hilo de mi orilla, río arriba, porque logres remando remontar la corriente.

José/Virgilio: Dijo el río y se hundió en lo hondo del remanso.

A un tiempo noche y sueño dejan a Eneas. Surge y, vueltos los ojos a los nacientes rayos del sol allá en la altura, elige una pareja de birremes, la equipa de remos y a la par arma a sus compañeros.

Baten ellos las aguas sin cesar noche y día y salvan las continuas revueltas de su curso, cubierto por las ramas de los variados árboles, y cortan por la fronda verdegueante sobre la llana placidez del agua.

Ya había remontado el sol fogoso la mitad de la bóveda del cielo cuando ven a lo lejos los muros, el alcázar y los tejados de las desperdigadas casas que el poderío de Roma ha alzado ahora al firmamento, entonces, los dominios que poseía en su pobreza Evandro. Enfilan con presura sus proas y se van acercando a la ciudad”.

Macu: A esa ciudad llegan ahora y desde siempre todos los caminos… Este hermoso fragmento pertenece a la Eneida, escrita por el gran poeta Virgilio, por encargo del emperador Augusto para mayor gloria de Roma. De verdad, fue un largo y tortuoso camino el recorrido por Eneas y los suyos desde la arrasada Troya hasta el lugar donde habría de fundarse Roma en esta mitológica versión.

Carlos: Así es. La obra de Virgilio, más allá de la Eneida, es tan magnífica, que se le llegó a considerar una especie de profeta o mago en muchos lugares, asociándole varias leyendas; como, por ejemplo, esta: que estando moribundo mandó quemar la Eneida por considerar que era una obra imperfecta.

Macu: ¡Demos gracias a Minerva porque no se cumpliera ese deseo!

Carlos: Y, de paso, demos gracias a Mercurio, dios protector de los caminos, para que no se tuerza el nuestro.

Macu: O sea, que quieres seguir el camino recto.

Carlos: ¡Cómo me conoces! Sí, quiero seguir con grandes poetas clásicos. De hecho, no abandonamos del todo a Virgilio, pues Virgilio es quien acompaña a nuestro siguiente protagonista en la mayor parte del más grande de los caminos que se han recorrido jamás.

Macu: ¡Fantástico! ¡Nos vamos entonces de la mano del gran Dante Alighieri! Pero no me digas que nos vamos caminito del infierno… porque me da miedo de verdad (más aun que el Caminito del Rey, ese que han arreglado en Málaga con un pasillo de tablas suspendido en el abismo)… Ay madre, ¡el infierno! ¡una pesadilla!

 

Dante

 

Carlos: No, tranquila, todo lo contrario. Aunque todo el mundo conoce y utiliza dichos como “una cosa dantesca” o “eso es el infierno de Dante”, no todos han leído la Divina comedia, y, menos aún, entera. Por eso, quiero reivindicar aquí los cantos de El Purgatorio y, sobre todo, El Paraíso, en los que, en mi modesta opinión, la poesía de Dante alcanza la cota más sublime. Por cierto, que aquí, en El Paraíso, ya no es Virgilio quien acompaña a Dante, sino su idealizada Beatriz. Son muchos los personajes que les hablan a lo largo de su camino. Uno de ellos, habla sobre cómo se debe caminar –en sentido figurado– y dice así…

 

Santo Tomás de Aquino

 

Julián/Tomás de Aquino: “Esto debe hacerte andar siempre con pies de plomo, para que, cual hombre cansado, los muevas lentamente hacia el sí y el no que no distingas con claridad. Pues necio es entre los necios el que sin distinción afirma o niega, ya en uno ya en otro caso; porque acontece a menudo que una opinión precipitada se extravía y después el amor propio ofusca nuestro entendimiento. El que va en busca de la verdad sin conocer el arte de encontrarla hace el viaje peor que en vano, porque si antes era ignorante, ahora está errado. (…/…) Los hombres no deben aventurarse a juzgar, como hace el que aprecia las mieses en el campo sin estar granadas, porque he visto el zarzal áspero y punzante durante todo el invierno y luego cubrirse de rosas en su cima; y he visto a la nave surcar recta y veloz durante su viaje y perecer en la entrada del puerto. No crean, Pero Grullo y el Maestro Ciruelo, que por haber visto a uno robando y a otro haciendo ofrendas, están ya juzgados en la mente de Dios, porque aquel puede elevarse y este otro caer”. (Canto XIII de El Paraíso)

Carlos: Sabias palabras que el poeta pone en boca del santo Tomás de Aquino.

Macu: Muy sabias y muy a tener en cuenta por las personas vehementes y opinadores radicales como nosotros… o como tú y yo para ser más exactos… Antes de que nos lleves al camino que quieras… ¿me permites que nos asomemos a uno de los caminos más antiguos, sino el más antiguo de todos, que se han hecho en literatura?

Carlos: Por supuesto… ¿Qué camino es ese que no he pensado yo en él…?

 

Gilgamesh y Enkidu

 

Macu: Se te ha pasado porque lo tenemos tan en el fondo de nuestra cultura que es como el ADN, que no se piensa en él, pero está ahí… Es el camino que emprendieron juntos Gilgamesh y su amigo Enkidu al país de los cedros 3000 años antes de Cristo, o tal vez 6000 años antes… Está fragmentado, faltan muchos trozos en el relato, palabras perdidas… pero aun así este primer camino para matar al monstruo Khumbaba sigue siendo fascinante…

Julián: Gilgamesh abrió su boca y le dijo a Enkidu:
—Es un lugar lleno de cosas misteriosas,
es un terreno resbaladizo (…)
Uno solo no puede caminar, pero dos sí que pueden;
(…) Dos leoncillos son más fuertes que un vigoroso león.

Panadero: Enkidu abrió su boca y dijo a Gilgamesh:
—Amigo mío, aquel hacia quien marchamos (…)
Khumbaba, hacia quien marchamos (…)

Julián: Gilgamesh lo cogió de la mano
Y abriendo la boca le dijo:
—¿Por qué, pues, amigo mío,
no reaccionamos juntos?
Es Shamash quien es señor de los cielos,
Nosotros dos, cuyos oídos han escuchado
que hay un terreno resbaladizo, nosotros dos, iremos.
Puede que el sendero sea tortuoso, pero dos sí que pueden.

Panadero: Enkidu abrió la boca y dijo a Gilgamesh:
—Incluso si consiguiera internarme en el Bosque de los Cedros y abrir el camino mis miembros quedarían paralizados.

Julián: Gilgamésh abrió la boca y dijo a Enkidu:
—Amigo mío ¿por qué vamos a rendirnos como unos cobardes?
Hemos franqueado todos los obstáculos,
El fin de nuestro viaje está ante nosotros;
No retrocederemos antes de cortar los cedros.
Tú, amigo mío, experto en combates, diestro en batallas,
Puesto que te has frotado con hierbas no debes temer a la muerte,
Llevas el esplendor divino como si fuera una túnica.
(…/…) El que marcha delante protege y salva a su compañero.
Habrá asentado su fama incluso hasta sus lejanos descendientes.

Edith: Llegaron, ambos, al linde de la verde montaña,
Se quedaron allí, mudos e inmóviles.
Ambos se quedaron inmóviles en el lindero del Bosque,
Contemplaron maravillados la altura de los cedros,
Contemplaron extasiados la entrada del Bosque.
Por donde Khumbaba suele pasear existe un sendero,
Los caminos son de recto trazado y de buen andar.
Se ve a lo lejos la montaña de los cedros, morada de los dioses, santuario de Irnini,
Sobre la vertiente de aquella montaña los cedros despliegan su lujuriosa frondosidad,
Deliciosa es su sombra, todo está lleno de perfumes…

Macu: Los dos logran matar a Khumbaba y regresan a Uruk con la madera de los cedros para construir su puerta…

 

Poema de Gilgamesh

 

Carlos: Aventuras milenarias en estado puro. El Poema de Gilgamesh fue encontrado en el siglo XIX en tablillas escritas en sumerio enterradas en los desiertos babilónicos desde miles de años antes… Y es a la literatura lo que la cueva de Altamira a la pintura. Es como un antecedente de Quijote y Sancho yéndose de aventuras por ahí, una constante humana, caminar juntos…

Macu: Solo que cuando Cervantes escribió sobre Quijote y Sancho no se habían encontrado aun esas tablillas sumerias que cuentan la historia de Gilgamesh y Enkidu… Sigamos caminando… ¿Le damos un giro al camino?

Carlos: Sí, vamos a dar un giro de 360º.

Macu: ¡Carlos! ¡Menuda tontería!… ¡Vaya guía que tenemos!… Si damos un giro de 360º nos quedamos exactamente en el mismo sitio.

 

Trenes en «La vuelta al mundo en 80 días»

 

Carlos: Cierto, pero deja que me explique… Hasta aquí, hemos recorrido figuradamente el largo camino de la vida, paseado por el figurado camino entre el infierno y el paraíso, haciendo caminos por primera vez… pero ¿cuál sería el más largo camino que podemos recorrer físicamente?

Macu: Pues… Así, a bote pronto, ¿la vuelta al mundo?

Carlos: O sea, un giro de 360º a nuestro planeta, paso a paso, kilómetro a kilómetro, por tierra mar y aire.

Macu: ¡Ahhh! ¡Genial! Pues lo hacemos… Si fuera millonaria no dudes que lo haría de verdad. Pero la vuelta al mundo se puede hacer también, mucho más barata, a través de 80 libros… o de 80 días, como hizo Julio Verne.

Araceli: ¿Y qué parte del camino? La que hacen en elefante por la India está muy bien… A mí me encanta…

Carlos: Si, pero no. A mí me encantan los trenes. Y uno de los episodios más emocionantes sucede en el ferrocarril, cuando los protagonistas ya creen haber superado los peligros de las imponentes Montañas Rocosas.

Macu: Pues no se hable más ni media palabra más… ¡Viajeros al tren!

 

Tren antiguo

 

Araceli/Narrador: “Picaporte oyó decir al guardavía:

José/Guardavía: ¡No! ¡No hay medio de pasar! El puente de Medicine Bow está resentido y no aguantaría el peso del tren.

Araceli/Narrador: El puente de que se trataba era colgante, y cruzaba sobre el torrente, a una milla del sitio donde se había parado el tren. Según el guardavía, muchos alambres estaban rotos, y el puente amenazaba ruina, siendo imposible arriesgarse y pasarlo. El guardavía no exageraba al afirmarlo y es preciso tener en cuenta que, con los hábitos de los americanos, cuando son ellos prudentes, sería locura no serlo.

Picaporte, que no se atrevía a contárselo a su amo, estaba oyendo lo que decían, quieto como una estatua y apretando los dientes.

Panadero/Coronel: ¡Me parece –exclamó el coronel Proctor– que no vamos a estar aquí criando raíces en la nieve!

Julián/Conductor: Coronel –respondió el conductor–, hemos telegrafiado a la estación de Omaha para pedir un tren, pero es probable que no llegue a Medicine Brow antes de seis horas.

 

El maquinista

 

Carlos/Picaporte: ¡Seis horas! –dijo Picaporte.

Julián/Conductor: Sin duda. Además, bien necesitaremos ese tiempo para llegar a pie a la estación.

Edith/Un viajero: Pero si no está más que a una milla –dijo un viajero.

Julián/Conductor: En efecto; pero al otro lado del río.

Edith/Un viajero: —Y ese río, ¿no puede pasarse con barca?

Julián/Conductor: Imposible. El torrente viene crecido por las lluvias. Es un raudal y tendremos que dar un rodeo de diez millas al Norte para hallar un vado.

Araceli/Narrador: El coronel echó una bordada de temos, pagándola con la compañía y con el conductor, mientras que Picaporte, furioso, no estaba muy lejos de hacer coro con él. Había un obstáculo material, contra el cual habían de estrellarse todos los billetes de banco de su amo. Además, el descontento era general entre los viajeros, quienes, sin contar con el atraso, se veían obligados a andar unas quince millas por la llanura nevada. Hubo, pues, alboroto, vociferaciones, gritería, y esto hubiera debido llamar la atención de Phileas Fogg, a no estar absorto en el juego. Sin embargo, Picaporte tenía que darle parte de lo que pasaba, y se dirigía al vagón con la cabeza baja cuando el maquinista, verdadero yankee llamado Foster, dijo, levantando la voz:

José/Maquinista: Señores, tal vez hay un medio de pasar.

Edith/Un viajero: ¿Por el puente? –dijo un viajero.

José/Maquinista: Por el puente.

Panadero/Coronel: ¿Con nuestro tren? –preguntó el coronel.

José/Maquinista: Con nuestro tren.

Araceli/Narrador: Picaporte se detuvo, y devoraba las palabras del maquinista.

Julián/Conductor: ¡Pero el puente amenaza ruina! –dijo el conductor.

José/Maquinista: —No importa –respondió Foster–. Creo, que, lanzando el tren con su máxima velocidad, hay probabilidad de pasar.

Carlos/Picaporte: ¡Diantre! –exclamó Picaporte.

Araceli/Narrador: Pero cierto número de viajeros fueron inmediatamente seducidos por la proposición que gustaba especialmente al coronel Proctor. Este cerebro descompuesto consideraba la cosa como muy practicable. Se acordó de que unos ingenieros habían concebido la idea de pasar los ríos sin puente, con trenes rígidos lanzados a toda velocidad. Y en fin de cuentas, todos los interesados en la cuestión se pusieron de parte del maquinista.

Edith/Viajero: —Tenemos cincuenta probabilidades de pasar –decía otro….

Macu/Viajero: Sesenta –decía otro…

Edith/Viajero: ¡Ochenta!

Macu/Viajero: ¡Noventa por ciento!

Araceli/Narrador: Picaporte estaba asustado, si bien se hallaba dispuesto a intentarlo todo para pasar el Medicine Creek; pero la tentativa le parecía demasiado americana.

Carlos/Picaporte: Por otra parte –pensó Picaporte–, hay otra cosa más sencilla que ni siquiera se le ocurre a esa gente. (dirigiéndose a Edith/Viajero). Caballero –dijo a uno de los viajeros–, el medio propuesto por el maquinista me parece algo aventurado, pero…

Edith/Viajero: ¡Ochenta probabilidades! –respondió el viajero, que le volvió la espalda.

Carlos/Picatoste: —Bien lo sé –respondió Picaporte, dirigiéndose a otro (dirigiéndose a Macu/Viajero), pero una simple reflexión…

Macu/Viajero: —No hay reflexión, es inútil –respondió el americano, encogiéndose de hombros–, puesto que el maquinista asegura que pasaremos.

Carlos/Picaporte: —Sin duda, pasaremos; pero sería quizá más prudente…

Panadero/Coronel: ¡Cómo prudente! –exclamó el coronel Proctor, a quien hizo dar un salto esa palabra oída por casualidad–. ¡Os dicen que a toda velocidad! ¿Comprendéis? ¡A toda velocidad!

Carlos/Picaporte: Ya sé, ya comprendo –repetía Picaporte, a quien nadie dejaba acabar; pero sería, si no más prudente, puesto que la palabra os choca, al menos más natural…

Edith/Viajero: ¿Quién?

Macu/Viajero: ¿Cómo?

Edith/Viajeros: ¿Qué? ¿Qué tiene que decir ése con su natural?… gritaron todos.

Araceli/Narrador: Ya no sabía el pobre mozo de quién hacerse oír.

Panadero/Coronel: ¿Tenéis acaso miedo? –le preguntó el coronel Proctor.

Carlos/Picaporte: ¡Yo miedo! –exclamó Picaporte–. Pues bien; sea. Yo les enseñaré que un francés puede ser tan americano como ellos.

Julián/Conductor: ¡Al tren, al tren! –gritaba el conductor.

Carlos/Picaporte: ¡Sí, al tren! –repetía Picaporte: ¡Al tren! ¡Y al instante! ¡Pero nadie me impedirá pensar que hubiera sido más natural pasar primero el puente a pie, y luego el tren!…

Araceli/Narrador: Nadie oyó tan cuerda reflexión, ni nadie hubiera querido reconocer su conveniencia. Los viajeros volvieron a los coches: Picaporte ocupó su asiento sin decir nada de lo ocurrido. Los jugadores estaban absortos en su whist. La locomotora silbó vigorosamente. El maquinista, invirtiendo el vapor, trajo el tren para atrás durante cerca de una milla, retrocediendo como un saltarín que va a tomar impulso. Después de otro silbido, comenzó la marcha hacia delante; se fue acelerando, y muy luego la velocidad fue espantosa. No se oía la repercusión de los relinchos de la locomotora, sino una aspiración seguida; los pistones daban veinte golpes por segundo; los ejes humeaban entre las cajas de grasa. Se sentía, por decirlo así, que el tren entero, marchando con una rapidez de cien millas por hora, no gravitaba ya sobre los rieles”.

Carlos: Y no vamos a hacer spoiler. Emocionante, ¿verdad? Para echarle un poco más de picante, solo revelaremos que el maltrecho puente acaba desplomándose sobre las aguas del Medicine Bow River.

Araceli: ¡Qué nervios! ¡¡¡¡Nunca me había puesto tan nerviosa en un tren!!!! ¡Ufff! Necesito relajarme ¿vosotros no?… Creo que nos vendría bien una breve parada para tomar aliento… ¿tal vez un poco de agua y de poesía?

Macu: Sííí… Pero antes de que se nos baje la adrenalina, si me permitís…

Carlos: Pues claro… ¿qué? ¿A dónde quieres ir?

 

Antonio en el Archivo de Indias

 

Macu: A dar la vuelta al mundo, pero de verdad, no en una novela de Julio Verne… Que por cierto, a Antonio le encantaba Julio Verne…

Carlos: ¿Una vuelta al mundo de verdad?

Macu: Pues sí… Uno de los últimos libros que publicó Antonio Laborda, en su primorosa y pequeña editorial La hoja del monte, fue Viajar fuera del mapa. Un ensayo histórico-estadístico sobre la primera vuelta al mundo que financió el rey Carlos I de España y realizaron Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano en 1519 junto a 239 tripulantes… Salieron de Sevilla un 10 de agosto en cinco naos… pero solo regresó a Sanlúcar una de ellas, la nao Victoria, 3 años después, el 6 de septiembre de 1522… Hace 500 años y con solo 18 hombres a bordo… Hubo 13 más, que sobrevivieron, y seguían presos en Cabo Verde, porque Portugal estaba muy en contra de aquella expedición española…

Carlos: Eso sí que fue hacer un camino fuera del mapa… Me maravilla que nuestro país no haya sido capaz de hacer una serie subyugante con esa aventura, sin duda la más grande jamás realizada… Somos así de dejados… Pero… ¿qué podemos leer de ese libro de Antonio? Es un trabajo en el que se cuentan muchas cosas…

 

Antonio investiga

 

Macu: Desde luego, lo que costó, cómo se financió, cómo se organizó, quiénes eran los que fueron, cómo se perdió cada nave, lo que cobró cada uno, lo mucho que ganó el estado español… Sólo con el cargamento de clavo que trajeron de las Molucas los sobrevivientes, se ganó muchísimo más de lo que había costado la expedición… Es un libro bien interesante que os recomiendo a todos, aunque quedan muy poquitos ejemplares…

Carlos: Y yo cuento con el privilegio de tener uno… Vamos a escuchar el emocionante fragmento final de la carta que Juan Sebastián Elcano le envía al rey tras su llegada a Sanlúcar…

 

Nao Victoria (réplica en Valencia en 2022)

 

Panadcero/Elcano: “Partiendo de la postrera isla, en cinco meses, comiendo solo arroz y bebiendo solo agua, no tocamos en tierra alguna por miedo al rey de Portugal, que tenía proveído en todas sus tierras de tomar esta armada, para que Su Majestad no tuviese noticia de ella, y así, se nos murieron veintiún hombres de hambre, y por la falta de mantenimientos tomamos las islas de Cabo Verde, donde el gobernador de ella nos apresó el batel con trece hombres y quería llevar a mí, y a todos los otros, presos en una nao que venía de Calicut, cargada de especiería, a Portugal, diciendo que nadie podía descubrir la especiería sino los portugueses; y por esto armó cuatro naos para tomarnos; pero resolvimos, de común acuerdo, morir antes que caer en manos de los portugueses, y así, con grandísimo trabajo de la bomba, que de día y de noche no hacíamos otra cosa que echar fuera el agua, estando tan extenuados como hombre alguno lo ha estado, con la ayuda de Dios y de Nuestra Señora, después de pasados tres años, llegamos.

Por tanto, suplicamos a vuestra alta Majestad que provea con el rey de Portugal la libertad de aquellos trece hombres que tanto tiempo le han servido.

Mas sabrá su alta Majestad que aquello que más debemos estimar y tener es que hemos descubierto y redondeado toda la redondez del mundo, yendo para el occidente y viniendo por el oriente.

Suplico y pido por merced a su alta Majestad que por los muchos trabajos y sudores y hambre y sed, frío y calor que esta su gente ha padecido en su servicio, les haga merced de la cuarta parte y de la veintena de sus cajas y quintalada. Así, me quedo besando los pies y manos de su alta Majestad.

Hecha en la nao Victoria, en Sanlúcar, a seis días de septiembre de 1522

El capitán Juan Sebastián del Cano”.

Araceli: ¡Grande el capitán Elcano!… Hace ahora 500 años de esa proeza sin igual… ¡Lástima de serie que no tenemos para dar esa vuelta al mundo única!

Macu: Cierto… Pero ahora sí, como decías antes, nos hace falta un poco de agua y de poesía… Nada mejor que salir al campo, beber de una fuente y recordar canciones o versos alegres… Pero nada de ir por cerros, ni lugares lejanos. Hasta ahora, hemos estado caminando por el quinto pino, por América, por el Paraíso… ¿No tenemos algo cercano y relajado? ¿En verso?

Carlos: ¡Tus deseos son órdenes, oh, princesa Macumicona! Tenemos unos versos muy peculiares, en castellano medieval, escritos por un autor muy peculiar, y cuya acción se sitúa aquí al lado, en el puerto de Tablada, que está un poco al Este del de Guadarrama.

 

Arcipreste de Hita

 

Macu: ¡Ahhh! Hablas del peculiar Juan Ruiz, que era Arcipreste de Hita y un notorio caminante –como nosotros– porque en el Libro de buen amor narra su paso por ese lugar.

Carlos: Efectivamente. Escuchemos cómo cuenta el encuentro que tuvo con una serrana llamada Aldara.

Julián/Arcipreste:

“Cerca la Tablada
la sierra pasada
falleme con Aldara
a la madrugada.

José/Traductor: Cerca de Tablada, la sierra ya pasada, me hallé con Aldara, en la madrugada.

Julián/Arcipreste:

Ençima del puerto
coydé ser muerto
de nieve e de frío
e d’ese rosío
e de grand’elada.

José/Traductor: En lo alto del puerto, temí morir por la nieve y el frío, y ese rocío y la gran helada.

Julián/Arcipreste:

A la deçida
di una corrida,
fallé una serrana
fermosa, lozana,
e bien colorada.

 

Peña del Arcipreste

 

José/Traductor: A la bajada di una carrera, hallé una serrana hermosa, lozana y de buen color.

Julián/Arcipreste:

Dixe yo a ella:
‘Homíllome bella’:
dis:

Edith/Aldara: 

‘Tú que bien corres,
aquí non te engorres,
anda tu jornada’.

José/Traductor: Yo le dije a ella: ‘Te saludo humildemente, bella’. Y ella dijo: ‘Tú que bien corres, no te pares aquí, sigue tu camino’.

Julián/Arcipreste:

Yo l’dixe: ‘Frío tengo
e por eso vengo
a vos, fermosura,
quered por mesura
hoy darme posada’.

José/Traductor: Yo le dije: ‘Tengo frío y por eso acudo a vos, hermosura; quered por cortesía, darme hoy posada’.

Julián/Arcipreste:

Díxome la moza:

Edith/Aldara:

‘Pariente, mi choça
el que en ella posa,
conmigo desposa,
e dam’grand soldada’.

José/Traductor: Me dijo la moza: ‘Pariente, en mi choza, el que en ella reposa, conmigo se desposa y me da un gran estipendio’”.

Carlos: Y aquí lo dejamos una vez más, para no hacer spoiler.

Araceli: ¡Y dale con los anglicismos!

Macu: ¡Todos imaginamos, tal vez equivocadamente, lo que va a pasar en esa choza! Para ser arcipreste, me da a mí que este tipo era un golferas simpático… Poco se sabe de su vida, pero de sus versos se puede deducir que había alegría en ella y que se lo pasaba bastante bien en sus andanzas.

Carlos: Parece que esta corriente de libertinaje literario era trending topic en la época.

Araceli: Y dale y dale y dale con los anglicismos…

Edith: Por lo menos se ha olvidado de los latinazgos… ¡que aquí solo debe hablar en latín Jose, que para eso es nuestro Homero y catedrático de griego!… (confidencialmente) Le ha debido hacer efecto la pastilla.

Carlos: Haya paz… ¡Y no me la he tomado!, no la necesito… Digo lo de la época de libertinaje literario porque este Libro de buen amor y el Decamerón de Giovanni Boccaccio (donde los que se han ido del pueblo por la peste, se cuentan en el campo historias subidas de tono unos a otros) son coetáneos. En cualquier caso, recomiendo a nuestros amigos lectores y caminantes, y a todos, que hagan la ruta senderista del monumento y la peña del Arcipreste de Hita, que la tenemos aquí cerca, no presenta ninguna complicación, es realmente preciosa y, con suerte, se pueden topar con el espíritu de Aldara.

Macu: Una de las mozas fermosas del Arcipreste y bien alegre y práctica ella también… Pues sí, hace tiempo que no subo a su Peña… Puede ser buen momento…  Yo creo que estamos llegando al final del camino de esta tarde… Espero que hayamos abierto muchos senderos en la imaginación de todos…

 

Estela en la mar

 

Carlos: Por supuesto, seguro que si… y no olvidéis, sobre todo, para acabar, estas palabras luminosas….

Julián/Machado:
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.

Macu: Estos versos tan populares, que tenemos el privilegio de que fueran escritos en castellano, forman parte de los Proverbios y cantares que Machado escribió en Baeza, a donde se fue a vivir tras la trágica muerte de su amada Leonor.

Carlos: Parece ser que el poeta, arrasado por el dolor de esa pérdida, se volvió huraño y malhumorado, y que para paliar su tristeza se iba, literalmente, por los Cerros de Úbeda, caminando en solitario por esos altozanos que hay entre ambas poblaciones… apenas siete kilómetros en línea recta separan Úbeda de Baeza.

Macu: Años más tarde, arrasado por cuestiones mucho más graves emprendió otro camino más largo y más al norte… al exilio… y murió en ese camino…

Carlos: En el camino de cada cual moriremos todos… pero cualquier camino, largo o corto, físico o imaginario, se hace siempre, como dice Machado… al andar… Así es que con sus versos vamos a terminar la caminata de esta tarde:

Julián/Machado:
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;

Panadero:
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.

Araceli: Al andar se hace camino,

Edith: y al volver la vista atrás

José:
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Carlos y Macu:
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

 

Estos Encuentros de Alejandría Otoño 2022 se celebraron en la Casa de Cultura de Valdemorillo (en la provincia de Madrid) el 22 de noviembre.

 

Libros:

En el camino, de. Jack Kerouac.
Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.
Por el camino de Swann, de Marcel Proust.
Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
La Eneida, de Virgilio.
Divina comedia, de Dante Alighieri.
El poema de Gilgamesh.
La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne.
Viajar fuera del mapa, de Antonio Laborda.
Libro de buen amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
Proverbios y cantares, de Antonio Machado.

 

Lectores: 

 

Araceli González Campa, musicóloga, directora de programas en Radio Clásica y RNE.

Julián Salgado, periodista, fue director de todos los diarios hablados de RNE en los últimos 20 años.

Edith Rodríguez Cachera, periodista, vicepresidenta de Reporteros Sin Fronteras-España y miembro de su Consejo Internacional.

José Francisco Serrano, catedrático de griego y lector empedernido.

Rafael Panadero, periodista, jefe de internacional en la Cadena Ser.

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