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Mientras tanto‘Canciones de amor, de desamor y de piratas’, lo menos, es más

‘Canciones de amor, de desamor y de piratas’, lo menos, es más


Cartel de "Canciones de amor, de desamor y de piratas" de la Compañía Nacional de Teatro Clásico
Cartel de «Canciones de amor, de desamor y de piratas» de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Seguramente, que a estas alturas se proponga un espectáculo de poemas y textos de principios del siglo XIX que se han leído en la escuela hasta el hartazgo y que sádicos maestros y maestras han hecho repetir a infantes e infantas, no parece algo reseñable.

Y, sin embargo, Canciones de amor, de desamor y de piratas de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), que se ha podido ver en Festival Grec y en el Festival de Almagro, desde su anuncio tenía su interés. Primero por elenco. Un elenco que recupera para la escena a Marisa Paredes y a Natalia Menéndez. Y había ganas de verlas en escena. Segundo por ver a Manuela Velasco en algo que es infrecuente verla. Tercero, porque al resto del reparto, Pere Arquillué, Lluis Homar y Alberto San Juan, siempre merece la pena verlos en escena.

Si a los textos citados se añaden canciones poco conocidas de aquella época. Un cancionero olvidado de principios del XIX, previos a la zarzuela, que fuer muy popular en su momento y que estaba en la línea del cancionero europeo de entonces. Que va a ser cantado por Ana Hinojosa, habitual en grandes cosos operísticos como el Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu, Les Arts de Valencia o la Ópera de Viena. La cosa va a más.

Y, para poner la guinda en el pastel, se añade que la dramaturgia es de Xavier Alberti. Que lleva haciendo espectáculos como estos un tiempo. Es cierto, que no siempre acierta en la diana. Pero el público siempre se lleva algo, al menos una perlita musical.

¿Qué pasa con todas expectativas visto desde el Patio de los Mosqueteros del Corral de Comedias de Almagro? Que se cumplen y se exceden, aunque desde la butaca se echa en falta el empuje y la presencia que Marisa Paredes tenía antes en escena. Y que Ana Hinojosa, la cantante, tarde un tiempo en acomodar la voz al espacio, momento a partir del cual, el espectador se olvida de la técnica vocal y se dedica a disfrutar de la música y sus letras, que se proyectan sobre el escenario.

La sorpresa salta con Manuela Velasco. Con una dicción clara y precisa, los poemas románticos adquieren en su voz y en su estar en escena una naturalidad inusitada. Y también sorprende Alberto San Juan, que nunca ha estado tan bien en un espectáculo de poemas y música como en este, con la dicción tan clara y, a la vez, tan disfrutón en escena.

Poco que comentar de Arquillué porque está como siempre, esplendido. Y lo mismo hay que decir de Lluis Homar, al que el asunto de los cobros indebidos y las quejas de algunos trabajadores por el trato que les ha dado parece que le ha azuzado para hacerlo mejor y poner a lo que dice otra intención otro conocimiento. Sobre todo, en el poema de Espronceda de “Con diez cañones por banda […]” que reconcilia al público con un texto gastado de tanto usarlo.

Para acabar, en esta lista de trabajo actoral, con el buen hacer de Natalia Menéndez. De esos que hacen preguntarse porque no está más en escena. Delante de un público.

Un elenco en el que podría haberse incluido algún intérprete gallego. Alguien que hubiese recitado los poemas que Rosalía de Castro escribió en dicho idioma. Para escucharlos como  se escuchan los de Guimerá en catalán.

Hasta aquí, a parte de la competencia técnica, nada haría especial este espectáculo. Su especificidad, además por el cancionero, viene dada porque no es un recital al uso. No son actores delante de un atril recitando. Se ha montado como una velada de amigos a la que el espectador ha sido invitado a asistir. Un acto cuasi intimo al que se presta mucho el Corral de Comedias de Almagro.

Una velada chic, elegante, a lo que contribuye el vestuario tan certero de Pier Paolo Álvaro y Roger Portal Cervera. Unos amigos que después de una fiesta de etiqueta, se van a seguir la fiesta a casa de alguno de ellos, se aflojan la pajarita, se quitan la chaqueta del frac, se relajan y se divierten recreando canciones y poemas, por el puro placer de recitar y cantar. Salpimentándolo con pequeñas píldoras informativas, incluidas la crónica social, de los autores y compositores elegidos.

Un placer que transmiten a quien estuvo allí de una forma que resulta sencilla y directa. Lo que no siempre es suficiente para algunos espectadores que a un equipo artístico como este le piden más, mucho más. Quizás, porque olvidan esa máxima artística del siglo XX de que lo menos, es más.

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