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Cansada de la vida moderna



En las esperas de los aeropuertos, en los retrasos infernales, siempre quieres cambiar de vida o subirte a un avión de ida a Hawai.

Aquí os quedáis. Que el mundo se pare que yo me bajo.

Miras a tu alrededor y ves al tipo con el maletín y el traje impecable, a la mujer que parece estar cerrando una compleja operación bursátil en Dow Jones –o en la Nasa, qué más dará– y acto seguido sacas el ordenador y empiezas a buscar masters en el IESE después de ver tu cuenta bancaria a PRINCIPIOS de mes. Susto o muerte. Muerte.

Querrías despedirte: «Ciao literatura, hasta aquí hemos llegado». 

Decirle: «Te dejo, no me mereces». 

Escribir. Leer. La cultura. El arte. Hay amores que salen muy caros, sobre todo en España.

Pero qué bonito queda decir a la gente que escribes. Que editas.

¿Eres escritora? ¡Qué bohemia! ¡Yo también quiero vivir así!

¿Eres editora? ¡Qué bohemia! Yo también escribo. ¿Te puedo mandar mi novela?

Anda, freelance. ¡O sea que puedes irte a trabajar a Australia y nadie te dice nada! ¡Suertuda!

 

Claro, si te pudieras pagar el billete a Australia, molaría, querrías decirle.

Pero no es culpa tuya. Ni de la literatura, pobre. Es por «la situación». La crisis. Eso es lo que solemos decir todos.

Tendrías que haber estudiado ADE, eso sí que tenía futuro y no puedes decir que no te lo advirtieron. Al menos ahora sabrías lo que es una sociedad offshore. No, lo cierto es que a ti ningún banco te ha ofrecido crear ninguna. Los bancos te ofrecen renovar tarjetas con el logo de los Cuarenta principales, poco más.

Te quieres ir a Hawai. Suspiras.

El ejecutivo del maletín se levanta. Claro, él viaja con Lufthansa. Vuelves a la web de los masters del IESE. Uy qué caros. La cierras. Necesitas distraerte así que entras en Twitter y en la vida moderna del 2.0. Con sus estímulos, su inmediatez. Lees los titulares de artículos que dejas a medias y sobre los que no tienes una opinión formada: no sabes si quieres ser it girl, fit girl o fofisana. Tampoco si te convence lo de poner sirope de agave  en el café en vez de azúcar. Estás cansada de la vida moderna, de que te digan en tantos sitios y por tantos canales distintos lo que es o no bueno. De que te digan cosas como que tantos followers tanto vales. De que digan ahora que Facebook está obsoleto y que tienes que irte Snapchat, la red del futuro.

Quieres irte a una isla a escribir. O no: eso no porque acabas de decir que quieres dejar la literatura.

Pero, ¿y lo bonito que es escribir?

Incluso la ginecóloga te lo dijo el otro día. Lo hizo mientras te buscaba algo dentro de una teta. Te vendió su novela histórica –¡sobre los cátaros, válgame dios!– mientras lo hacía. Cualquier momento es bueno cuando se trata de hablar de literatura.

Hasta aquí hemos llegado, literatura, te tengo hasta en la consulta de la ginecóloga.

Hay días en que te cansas de la vida moderna, del 2.0, de escribir, de la literatura. Luego, claro, después de tanta queja inútil, subes a tu avión low cost y sacas el libro de Lucia Berlin, Manual para mujeres de la limpieza, suspiras y te dices que no cambiarías tu profesión por nada del mundo.

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