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Mientras tantoCarmen, Carmen, voy a tener que emborracharme

Carmen, Carmen, voy a tener que emborracharme


Por si no lo recuerdan, Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, ahí es todo, fue la que, tras oír “dixit” de un parlamentario (creo que era un senador, pero no me hagan caso), creyó que se refería a Pixie y Dixie, los ratones de dibujos animados a los que perseguía el gato Jinxs. Y lo dijo: “Pixie y Dixie”. Esta no está mal, como tampoco la frase: “El dinero no es de nadie”. Cualquiera diría que a Carmen parece que se le salen los pensamientos por la boca sin control. Es como si la abriera para cualquier cosa y aprovecharan para escaparse como los poetas muertos por la noche. Esos pensamientos son como adolescentes excitados. Carmen no puede mantener la boca cerrada, no faltaría más, porque es política y tiene que hablar siempre, aunque sea mejor que no lo haga, y me refiero a los políticos en general y no a Carmen en particular. Pero puede que lo suyo sea una incontinencia verbal que pide un diagnóstico. Se le escapan los pensamientos hechos palabras, y esto debe de ser difícil de llevar para ella misma y lo es para el oyente. Aunque ella lo lleva con una naturalidad que pasma. Ella abre su boca y que salga el sol por “andequiera”, como le oí decir una vez a un señor que podría haber sido ella. Yo lo entiendo. Todos esos insoportables pensamientos esperando cualquier oportunidad para salir. Como para pasarse la vida tratando de contenerlos. Carmen los ha dejado libres y están salvajes, como cuando dijo que las mujeres se jugaban la vida en aquella primera manifestación del 8M. Los pensamientos de Carmen son como los niños de El Señor de las Moscas. Son la naturaleza humana en su asombrosa variedad con el fuego siempre encendido, como en estos días, cuando citó a Roosevelt llamándolo Franklyn, “el presidente Franklyn”, dijo (“Menos mal que no lo llamó Delano”, escuché decir ayer en la televisión), a quién le atribuyó la frase: “A veces la mejor justicia es la peor política”, a propósito de los indultos. Todo parece indicar que hay un motín incontrolable en el caletre de Carmen, a quien le deseamos una rápida contención. Lo último ha sido verla tomando por faroles el olivo del «género», al ser preguntada por las nuevas tarifas de la luz: “El temazo no es a qué hora se plancha, sino quién plancha y quién pone la lavadora”, respondió. Para “temazo” aquel de Los Chunguitos que lleva su nombre. 

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