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Carta a Olvido Hormigos

 

Querida Olvido Hormigos Carpio: Han llegado a mis oídos que unos desaprensivos dieron con un video íntimo que grabaste para alguien tuyo, pero que lo airearon por ahí y, gracias a que no es señora cuyo cuerpo carece de cierta perfección, pasaste a la posteridad mediática y desde aquella hora soltaste el pelo y mostraste más. No seguí, querida Olvido, y a mi fe que este nombre no carece de enjundia, las vicisitudes de su nueva vida después de los avatares aludidos ut supra, pero seguro que se embarcó en la odisea de rendirse a los felones encantos de una cadena conocida acá como Telecinco, en la que, a cierta hora véspera, se airean los casos más íntimos de todos, para el jolgorio de millones de personas que se deben a necedades para afianzarse en su zafia existencia. También llegaron a mis oídos que esta trayectoria vital, trillada de felonías varias, tuvo inicio desde que abjuró de sus ideas socialistas, y precisamente luego del desvelamiento de tus intenciones íntimas y ocultas. Pues craso error.

 

Mi afirmación categórica tiene su fundamento en que se exigió de su señoría cierta estima pública para ocupar un puesto en la nada desdeñable villa de Los Yébenes, puesto para el cual no hubiera tenido acceso de haber incurrido en los excesos a los que le llevaron los que guían los focos y gustos de esta ciudadanía ajada por gerifaltes varios. Y es que la confianza en vos depositada por los naturales de tan insigne lugar toledano no se mengua porque hayas satisfecho el periodo para que fuiste elegido, sino que la exigencia de tu probidad social y política, si cabe, alcanza los días posteriores a la remisión de tus civiles responsabilidades. Es decir, Olvido Hormigos, que has fallado al pueblo de Yébenes, y de manera ominosa.

 

En todo caso, señora, y pasado los rigores justicieros que sobre ti deben necesariamente pender, mi escueta misiva es para recordarte dos hechos de nuestra insoslayable realidad: armados de una malicia atroz, las huestes de los hijos de Ben Gurión asaltaron las comunidades filisteas de Gaza y actuaron con tal encono que se podría decir que anida en ellos el ánimo de diezmar a la citada población. Siendo cananeos, y por ello, feroces enemigos de los hijos de Gurión arriba mentado, anidarían en ellos iguales sentimientos respecto de sus invasores, pero lo de ahora no tiene color. Estamos viviendo unos hechos que, literalmente, claman al cielo. Te pongo en antecedente, Olvido, porque con el silencio de los hombres poderosos de este mundo ante las atrocidades de sus defendidos, escudados todos en la inquieta noticia de saberse hijos de un Dios superior, los avatares de tu destino y el de los hijos que traigas al mundo quedarán, si así consentimos y firmamos,  al albur de mequetrefes pendencieros y de personas carentes de cualquier escrúpulo. Si ahora no hay clamor, Olvido Hormigos, entonces lo más probable es que lo que pase a ti y a tus congéneres no tenga asamblea que lo juzgue de manera juiciosa y justiciera.

 

De otro hecho del que te quiero poner en antecedente es que al calor de los mendaces mandamases del mundo de hoy, muchos de ellos devotos de Dios de los barbudos rabinos de Judea, nació y creció un negro con fama de malvado llamado Obiang, por más señas dictador de un minúsculo país llamado Guinea. Seamos, sinceros, Olvido, y hemos de decir que la historia de Obiang no le importa, absorta, como lo está, en los manejes de Telecinco. Pero hemos de decir que muchos de los valedores del mencionado dictador han sido compañeros suyos cuando la tentación de la carne no le había lanzado al abrazo de la concupiscencia. Y se lo recordamos porque hace tres días hubo una clamorosa reunión y en ella no tuvieron la deferencia de afear la conducta de cómo unos reputados demócratas pudieron haberse lanzado al abrazo de tan nefando líder, teniendo en cuenta lo caótico que está todo y la gran necesidad que tiene el mundo de personas probas. Entonces, definitivamente, de este hecho se colige que sobre todos, y sobre ti, pesa la amenaza de que lo que le pase a tu progenie sería silenciado, como ahora todos se callan porque, en apariencia, la mortandad causada contra los niños gazeríes no es asunto de ellos, como si un político con sueldo tuviera un asunto propio.

 

(Notará, Olvido Hormigos, que el trato que recibe de nuestra liberal dispensa pasa de un amable tuteo al voseo más sutil, fruto de las necesidades del tiempo).

 

Termino la misiva recordándote, Olvido, que los focos varios que nos anonadan no nos librarán del golpe cuando vuestros compañeros, como hiciste hace unas lunas, desatiendan sus obligaciones de manera escandalosa, lanzándose a fruslerías más gananciales.

 

Barcelona, 29 de julio de 2014

 

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